El clima que se respira entre los eurócratas es por lo menos de escepticismo. En realidad, contra lo que se esperaba, las noticias muestran a una Europa que fatiga y fatiga mucho más de lo que se estima para salir de la crisis global. El crecimiento cero en Alemania, el gran motor de la Unión Europea, en el último trimestre de 2009, es la mejor prueba. El jueves pasado los países europeos trataron la situación griega a nivel informal y decidieron hacer «todo lo posible». Ahora los ministros de Finanzas se reúnen en Bruselas hoy y mañana para adoptar «medidas excepcionales».
Quieren que sea Grecia la que adopte las medidas amargas, que parecen calcadas de las recetas más intransigentes y neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI), al que la Unión Europea quiere dejar más allá de la puerta para demostrar su independencia, pero que terminará protagonizando buena parte del ajuste salvaje que se perfila.
Los socios europeos pretenden lo imposible: que Grecia baje su déficit real, que araña el 13% anual, al 3% que es la norma de los parámetros de los países del euro, para 2012.
Casi todos los países registran un déficit excesivo, pero la especulación financiera internacional se está ensañando con los países más débiles. Y Grecia es el más débil de todos. Tiene una deuda pública del 113% de su Producto Bruto Interno, que financia con títulos del Tesoro. También Italia tiene una monstruosa deuda parecida, pero el ahorro interno cubre las necesidades de financiación.
Los ministros europeos reclamarán hoy y mañana a Grecia poner a dieta y purga a los empobrecidos helénicos para zafar de la insolvencia. Quieren reformas de las jubilaciones y de la salud pública. Control estricto de los gastos, reforma de la administración nacional. Todo esto significa bajar sueldos a empleados y funcionarios, quitar recursos sociales esenciales. Estas medidas provocarán provocarán estallidos sociales graves que harán muy difícil aplicar el plan de medidas de austeridad.
El primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Junker, presidente del Eurogrupo, reconoció ayer que «el Eurogrupo ha cometido errores graves de negligencia» en el caso helénico. Esto «no puede volver a ocurrir», sostuvo. Grecia es acusada de haber trampeado los datos del déficit y la deuda. El anterior gobierno conservador de Karamlis, sustituido por los socialistas del premier Georges Papandreu, habían reconocido un 6% de déficit del presupuesto. Papandreu dijo que los números rojos eran el doble.
«No los vamos a dejar tranquilos», prometió Junker. Grecia deberá presentar un primer informe en marzo de las medidas de austeridad. El tiempo apremia: en abril vencerán títulos públicos por más de 16 mil millones de euros.
¿Qué se va a hacer? Los recursos parecen insuficientes y en el horizonte aparecen los tétricos fantasmas de los otros países en grandes dificultades, como Irlanda, Portugal, España. Queda otro espectro, que es el del FMI, listo para intervenir. Para la Unión Europea ése sería un momento de grave derrota.
El caso griego pone de relieve los males constitucionales de la Unión. Europa necesita gobernar en común su economía, ir adelante en los planes políticos, unirse con una política común de defensa y seguridad, estudiar un sistema fiscal común. Es imposible detenerse en el espacio económico y en una moneda común que en las crisis se demuestra raquítica. La crisis global ha demostrado que para la Unión Europea el dilema es avanzar hacia la unidad o retroceder hacia el colapso inevitable. Así, tan mal, está la situación.