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La principal potencia europea cuenta con un desempleo excepcionalmente bajo (5,3 por ciento) y una economía que resiste a la crisis económica, sin embargo, la creciente pobreza y la precariedad laboral se transforman en la cara oculta del modelo alemán.

A menudo evocada como ejemplo de competitividad ante sus socios del sur europeo, a dos días de la elección que determinará si continúa Angela Merkel o hay cambio en la jefatura de Estado, en Alemania crece el debate en torno a las contradicciones de un modelo económico.

“La competitividad mundial alemana tiene un precio, menos derechos y salarios para los trabajadores y enviar directamente a la pobreza a quienes no tienen trabajo”, le dijo a Télam Paul Ulrich, estudiante en la Universidad Libre de Berlín.

Merkel, sin embargo, centra la campaña en sus “logros económicos”, en la baja del desempleo que, asegura, se registró en su gestión y en lo que exporta el país (segundo detrás de China), y achaca todas las culpas a la crisis financiera de 2008.

Su lema de campaña, que puede leerse en cada afiche y escucharse de boca de la canciller en cada acto, es “Deutschland ist stark” (Alemania es fuerte y así debe seguir).

El 16 por ciento de los alemanes son pobres en un sistema donde las pasantías y los contratos temporales se convirtieron en la norma.

La Unión Europea considera pobre a una persona cuando sus ingresos (incluyendo las ayudas sociales) son inferiores al 60 por ciento del promedio de los ingresos del país.

En Alemania, ese caso se da cuando una persona gana menos de 952 euros por mes.

“Sea cual sea el gobierno, es necesario se aumente el impuesto sobre la fortuna y se instaure un salario mínimo. Es urgente, porque incluso si Alemania va bien las diferencias entre ricos y pobres son cada vez más grandes”, le dijo a Télam, Otto Ropke, albañil y militante de Die Linke (La Izquierda).

“Trabajo desde hace 20 años y gano 10 euros netos por hora. Cuando se gana tan poco no alcanza para alimentar a una familia”, agregó Ropke, quien restaura un antiguo edificio en el lado este de Berlín.

El 13 de agosto, la Oficina de la Estadística alemana anunció que el precio de los productos alimenticios aumentó el 5,7 por ciento durante el mes de julio.

El anuncio generó numerosas quejas de organismos no gubernamentales y caritativos para exigir al gobierno una ayuda económica para las familias pobres.

El diario Die Tageszeitung señala como ejemplo el vertiginoso aumento de la patata (44 por ciento) en el último semestre en un país donde la inflación no supera el 3 por ciento.

Esta semana, el semanario Die Zeit dedicó un informe a la pobreza, titulado: “Un drama se prepara”, en referencia a los millones de personas que con sus “mini-jobs” (trabajos temporales a tiempo parcial remunerados con un máximo de 450 euros por mes, no imponibles y exonerados de cargas sociales) no tendrán acceso a la jubilación.

La multiplicación de los “mini-jobs” hizo descender rápidamente el nivel del desempleo, puesto que estos trabajadores no son tenidos en cuenta en las estadísticas oficiales.

En total, 7 millones de jóvenes o jubilados, a quienes la pensión no les alcanza para vivir, están obligados a aceptar estos trabajos precarios para poder vivir.

“Estamos generando pobreza de cara al futuro”, advirtió el semanario Die Zeit.

Oficialmente, Alemania cuenta con 3 millones de desocupados, pero 6 millones de personas cobran una ayuda estatal de 4,30 euros diarios.