Manuel Freytas* – IAR Noticias

Los expertos (del sistema) que escribieron sobre las causas estructurales de la crisis financiera se han dado cuenta que les faltaba un capítulo: El impacto de la «crisis financiera» en las finanzas del Estado . O sea, el costo (económico y social) que demandará a los Estados capitalistas (empezando por EEUU y las economías centrales) el salvataje (con dinero público de todos los contribuyentes) de los grandes conglomerados bancarios y empresariales que hicieron estallar la «burbuja» del colapso financiero a escala global.

 

 

E n los últimos meses fue cobrando forma visible un nuevo actor emergente en la economía mundial: La «crisis fiscal» (producto de los déficit siderales que aquejan a los Estados de las economías centrales) que sucede a la «crisis financiera» en la debacle de la economía capitalista globalizada.

Y hay una paradoja:  La «crisis estatal» no nace como producto del endeudamiento privado sin respaldo (la economía de papel de los grandes conglomerados bancarios imperiales) sino como emergente de los programas estatales de salvataje financiero que han endeudado (sin respaldo fiscal) a los Estados centrales, con EEUU y la Unión Europea en primer término.

Los billonarios fondos públicos utilizados para salvar a los megaconsorcios bancarios e industriales terminaron generando una deuda impagable y un rojo crónico en las cuentas fiscales de las naciones capitalistas centrales (principalmente EEUU, la UE, Japón y China).

Este proceso de sobreendeudamiento (agregado a la caída de la recaudación por la desaceleración económica) no solo amenaza la estabilidad económica y la «gobernabilidad» del sistema, sino que también (y como ya sucedió con los bancos y empresas privadas) puede hacer colapsar  en cadena a los propios Estados capitalistas, tanto centrales, como subdesarrollados o emergentes.

En general, la sombra de una insolvencia de pago generalizada (producida por los déficit y la baja de recaudación fiscal) hace temer a los analistas del sistema  un rebrote de la crisis financiera, no ya a nivel de los bancos y entidades privadas, sino a nivel de los propios Estados capitalistas centrales.

De esta manera, la crisis fiscal (producto del déficit comercial y recaudatorio del Estado) se sumó al panorama de agravamiento del desempleo (principalmente en EEUU y Europa), la no reactivación del consumo (producida por la desaparición del crédito para la producción), y los interrogantes que persisten en caso de que los bancos centrales decidan levantar los estímulos (planes de rescate) a bancos y empresas.

De acuerdo con The Financial Times, el gigantesco déficit fiscal en Europa y EEUU, en algún momento, podría hacer subir las tasas de interés generando un proceso recesivo que, a su vez, se retroalimentaría con más déficit fiscal dentro de un círculo vicioso.

De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la deuda pública de los 30 países más desarrollados económicamente alcanzará en 2010 el 100% de su PBI (producto bruto interno). O sea que esos países desarrollados (con EEUU y la UE a la cabeza) deberían destinar una producción anual completa sólo para cubrir se déficit. Algo pesadillesco.

Según estimaciones de analistas privados, EEUU, la UE, China y Japón (las cuatro primeras economías mundiales) utilizaron más de US$ 20 billones de fondos públicos, más de un tercio del PIB mundial, para salvar de la quiebra al sistema financiero y a los bancos privados, lo que derivó en los gigantescos déficit que aquejan a los Estados capitalistas centrales.

Luego de sufrir un  derrumbe histórico en 2008 y 2009, las proyecciones oficiales de gobiernos, instituciones y analistas, señalan para 2010 pronósticos de crecimiento raquíticos. En promedio, en sus últimos informes el FMI estima que el crecimiento en las potencias centrales (EEUU, UE, China, Japón)  se situaría en torno del  1,5%. al 3,%.

Estas estimaciones de «crecimiento débil» (en general compartidas por gobiernos y especialistas) son las que alimentan el escepticismo sobre la recuperación inmediata de la economía mundial y sitúan al déficit y al endeudamiento público como las estrellas protagónicas del proceso que se avecina.

El rojo europeo

En general, los desfasajes y la complicación de la «recuperación» de la economía de la UE (la segunda potencia económica mundial en bloque tras EEUU), transitan por los mismos parámetros que en EEUU: Desempleo, falta de crédito, depresión del consumo y alto déficit (endeudamiento del Estado) producido por los «rescates».

En octubre, el desempleo de la Eurozona, integrada por 16 países, afectaba el 9,9% de la población activa, según datos oficiales.

El nivel de desocupación en noviembre fue el más elevado desde agosto de 1998, indicó la oficina estadística europea Eurostat, que estableció registros para los meses anteriores a la creación de la zona euro, en 1999, a partir de los datos nacionales

En este escenario, los gobiernos centrales de la UE salieron hace un año al rescate de sus bancos con masivas inyecciones de fondos públicos (provenientes de los impuestos pagados por toda la población europea)  que dispararon los déficits públicos y las deudas.

Ahora, presionados por los rumores de falta de respaldo, los especuladores financieros en alta escala temen que algunos Estados de la UE no puedan hacer frente a sus compromisos de pago.

La incertidumbre que los analistas y las propias autoridades oficiales siembran sobre la «recuperación económica», los bajos niveles de crecimiento que exhiben algunas economías, la no reactivación del empleo y del consumo (los pilares básicos de la economía real), impulsan la caída del euro y tornan cada vez más difícil la colocación de deuda en los mercados financieros.

Según informaba The Financial Times el martes pasado, en lo que va del año, los gobiernos de la Eurozona han emitido 110.000 millones de euros en bonos, mientras pagan un alto precio por su elevado nivel de deuda.

Los déficits presupuestarios (consecuencia de la desaceleración económica y baja de la recaudación) que se ensañan con las economías más débiles como Grecia, Irlanda, Portugal y España han obligado a los países más fuertes, liderados por Alemania, a pensar sobre un posible rescate de Grecia, si resultara necesario para apuntalar a otros miembros de la zona euro.

Los inversores (especuladores financieros internacionales)  advirtieron que la rentabilidad, o los tipos de interés, que solicitarán para prestarle a Grecia y a otras economías regionales, como Portugal, España, Irlanda e Italia, seguirá aumentando hasta que estén convencidos de que estos países pueden reconducir sus sistemas financieros.

En opinión de Theodora Zemek, responsable global de renta fija de Axa Investment Managers, “el problema del riesgo soberano no ha hecho más que empezar. Los países con un elevado endeudamiento tendrán que pagar una rentabilidad cada vez más alta para emitir nuevos bonos”.

«Pero sin medidas para estimular la economía, tales como fondos de desarrollo y otros medios para incrementar la liquidez, la reducción del déficit podría desacelerar el crecimiento», señaló refiriéndose al déficit europeo Joseph Stiglitz, profesor de la Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel de economía en 2001.

«Un crecimiento más lento a su vez podría generar menos ingresos impositivos y terminaría incrementando el déficit», añadió el Nobel de Economía durante una conferencia de prensa en Atenas.

El rojo estadounidense

Por su parte The Wall Street Journal señala que «El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el déficit fiscal estadounidense llegará al 108% del Producto Bruto Interno (PBI) en 2014, un alza importante frente al 62% del PBI de 2007, de no mediar medidas que son difíciles de digerir desde un punto de vista político, como alzas de impuestos o recortes de programas de beneficios»

Según el diario, la mayoría de los economistas anticipa un crecimiento débil de la economía estadounidense en 2010, de casi un 3%. Lo que resulta insuficiente para reducir el desempleo a los niveles previos a la recesión.

De acuerdo con el influyente diario financiero imperial, la principal incógnita de 2010 en EEUU podría ser la reacción de la economía cuando el gobierno retire el respirador artificial. «El consenso es que el sector privado tomará la batuta, pero los riesgos negativos para la economía a medida que la ayuda federal desaparezca son significativos«, dice el Journal.

En el actual año fiscal, que culmina en septiembre, la Casa Blanca acaba de proyectar un déficit presupuestario de US$1,556 billones, lo que equivale al 10,6% del producto interno bruto.

Esa cifra es algo mayor que el déficit de US$1,502 billones que el gobierno estimó en agosto para el año fiscal 2010. En el año fiscal 2009, el déficit fue de US$1,413 billones, un 9,9% del PIB.

Además, y como advierte el Journal, «Si bien EEUU ha vuelto a crecer, el desempleo llega a 10%, un nivel muy alto, y la vitalidad de la economía una vez que el gobierno retire la adrenalina que provee el estímulo sigue siendo una incógnita».

«La intervención, asimismo, ha venido acompañada de un gigantesco déficit fiscal que, en algún momento, podría hacer subir las tasas de interés y la inflación», agrega.

Por su parte, el Estado norteamericano baja «costo social» por medio de la reducción del gasto público (salud, vivienda, educación, etc) para compensar la merma de la recaudación durante la crisis.

De esta manera, el sistema capitalista USA (Estado y empresas privadas) descarga el costo del colapso recesivo económico (la crisis) sobre el sector asalariado (fuerza laboral masiva) y la masa más desprotegida y mayoritaria de la sociedad (población pobre con limitados recursos de supervivencia).

A su vez el capitalismo industrial o comercial estadounidense, con el argumento de la «catástrofe económica»  reduce «costo laboral» despidiendo empleados, reduciendo salarios y suprimiendo beneficios sociales, mientras «sobreexplota» la fuerza que queda ocupada. Achican otros gastos (e inversiones) de la producción para ganar lo mismo produciendo y vendiendo menos, lo que agudiza la recesión y genera más baja del consumo y despidos laborales.

El gran dilema

 

Según expertos y  organismos del sistema (como Krugman, Stiglitz, FMI, BCE, G-7, etc): Si los bancos centrales y la Reserva Federal levantan los subsidios estatales, no solamente se puede desplomar el crecimiento récord de los mercados bursátiles (bolsas), sino que también se puede revertir el «crecimiento débil» que los gobiernos esgrimen para fundamentar que la economía global está «saliendo de la recesión».

Si los bancos terminan con los «rescates estatales» (la piedra basal de la nueva «burbuja») se corre el riesgo (casi seguro) de una recaída de la crisis financiera con un impacto negativo en el proceso de recuperación de la economía real.

Si, por el contrario, continúan con el drenaje de fondos públicos para salvar al capitalismo privado, se corre el riesgo (casi seguro) del estallido de una crisis global de endeudamiento de los Estados (tanto centrales como emergentes y subdesarrollados) que puede convertir a los bonos públicos en sucedáneos de las hipotecas subprime y de los bonos «tóxicos» (que encendieron la mecha de la crisis financiera).

Ambas alternativas (sostener o levantar los «estímulos» estatales): Potencian la posibilidad de un rebrote de la crisis financiera (por endeudamiento estatal sin respaldo), una recaída de la crisis recesiva, (por impacto desacelerador en el consumo y en la producción) y una profundización de la crisis social (por impacto de una mayor desocupación y baja del consumo).

Así como la crisis financiera-recesiva (con epicentro USA-UE) hundió a las empresas y bancos capitalistas privados, un  potencial colapso con el endeudamiento público (insolvencia de pago) puede hundir a los Estados capitalistas en una quiebra generalizada a nivel planetario.

En resumen, los expertos (del sistema) que escribieron sobre las causas estructurales de la crisis financiera se han dado cuenta que les falta un capítulo: El impacto de la «crisis financiera» en las finanzas del Estado .

O sea, el costo (económico y social) que demandará a los Estados capitalistas (empezando por EEUU y las economías centrales) el salvataje (con dinero público de todos los contribuyentes) de los grandes conglomerados bancarios y empresariales que hicieron estallar la «burbuja» del colapso financiero a escala global.