Wendy Da Silva Montes (*)
Los sorpresivos acontecimientos de movilización social con alta masividad que sacudieron a Brasil representan un enorme fallo de seguridad para los servicios de inteligencia, quienes no advirtieron a la presidenta Dilma y su gobierno sobre el relámpago de buena parte de sectores de clase media jóven movilizados mediante las redes sociales Facebook y Twitter.
Si bien el detonante de las manifestaciones fue el aumento de 20 centaves en los pasajes de ómnibus y la represión policial desatada por el gobernador de San Pablo, las organizaciones no gubernamentales y sectores religiosos movilizaron a las juventudes para lanzar una ola de protestas dirigida luego al gobierno del PT y aliados.
La real situación de precariedad de la salud y la educación, propias del sistema capitalista, permanece en los 24 estados del Brasil y en buena parte de Latinoamérica y El Caribe, donde la educación pública de calidad ha dejado paso a los servicios privados de educación y salud creados por las políticas económicas de los gobiernos abiertamente neoliberales de los 90’s y mantenidos por los denominados progresistas, quienes continuan financiando a escuelas y hospitales privados mediante subsidios estadales.
El transporte público fue directamente dejado a la voluntad de los sectores económicos privados que prestan un servicio de tarifas elevadas, pocas unidades de transporte y baja frecuencia de paso, sin control alguno de las alcaldías.
Al mismo tiempo y como propalador de las manifestaciones, los medios de comunicación se han subido a la ola de protestas para re-direccionar la energía social contra el gobierno de Rousseff, quien intenta surfear la ola y contener las protestas que la obligaron a relaizar rápidos cambios en las políticas de financiamiento de salud, educación y transporte.
Mientras tanto, las grandes corporaciones extranjeras radicadas en Brasil continúan extrayendo los recursos naturales y financieros obteniendo ganacias extraordinarias de este gran país cuyos habitantes han permanecido anesteciados y confundidos por los medios de comunicación, la cultura consumista, la pasión por el fútbol y el crecimiento exponencial de las iglesias cristianas.
(*) Wendy Da Silva Montes es socióloga y comunicadora social
