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El Complejo Militar-Industrial es uno de los pilares de la economía de los EE.UU. Ese país absorbe tres cuartas partes del comercio mundial de armas. Según el New York times, la venta de armas de EE.UU. al extranjero durante 2011 triplicó las ventas de 2010, llegando a 66,3 billones de dólares. Según el Servicio de Investigación del Congreso de los EE.UU., durante 2011 se concretó una transacción comercial record con Arabia Saudita que alcanzó los 33,4 billones de dólares, donde se incluyeron una docena de helicópteros Hapache. Le siguió India, con acuerdos por 6,9 billones de dólares
La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) puso a votación el Tratado sobre Comercio de Armas (TCA). Luego de casi 7 años de negociaciones, el TCA fue votado por la presión ejercida por un grupo de delegaciones impulsadas por EE.UU. Dado que el Tratado debe ser aprobado por consenso, la propuesta fue bloqueada por los votos negativos de Irán, Siria y la República Popular Democrática de Corea. Se trata del primer tratado internacional puesto a votación sin que la mayoría de sus partes haya sido discutida. El pacto propuesto facilita el control del mercado de municiones y material bélico por parte de las potencias occidentales, y omite la prohibición de transferencias internacionales de armas a individuos, grupos e instituciones que no están autorizados por los gobiernos del Estado receptor, constituyendo un nuevo capítulo de la Guerra de Cuarta Generación que está en marcha, conducida por la gran potencia imperial de los EE.UU.
El tratado que pretende regularizar el multimillonario comercio de armas convencionales obtuvo 154 votos a favor, tres en contra (Irán, Siria y Corea del Norte) y 23 abstenciones. Fue impulsado por las principales potencias occidentales quienes a la vez son los principales beneficiarios en el comercio mundial de armas y protagonistas de las guerras perpetuas alrededor del mundo, entre ellos EE.UU., Francia y Gran Bretaña.
Los países que votaron en contra o se abstuvieron, sin embargo, tuvieron un papel muy activo en las discusiones previas, y están a favor de la regulación del comercio ilegal de armas. El embajador de Siria ante el organismo internacional, Bashar Yafari, emitió su voto negativo y argumentó que el TCA aprobado salvaguarda los intereses de los países que controlan y se benefician del Complejo Militar-Industrial. Destacó que el acuerdo no prohíbe la venta de armas a sectores no estatales y terroristas articulados por la llamada “Coalición Nacional Siria” que opera desde el exterior de Siria y al Ejército Libre Sirio, que operan en su país buscando destruir la República Árabe Siria y el gobierno de Bashar Al Assad. El tratado busca obstaculizar el acceso de algunas naciones al armamento necesario para “defender los derechos inalienables de los pueblos cuyo territorio está siendo ocupado por una potencia extranjera”.
Yafari, hace referencia a uno de los elementos de la Guerra de Cuarta Generación, donde el énfasis es puesto en la utilización de fuerzas militares “no estatales” (es decir paramilitares), donde se empelan tácticas de desgaste propias de las guerrillas. Es el caso de los escenarios plantados en Libia poco tiempo atrás, y actualmente en Siria y distintos países de África central. No casualmente, el Departamento de Defensa de los EE.UU. es el principal contratista de mercenarios. Su presupuesto destinado a esos gastos se incrementó en cerca de un 100 % entre el 2000 y el 2005. Según afirma Jorge Beinstein en su artículo La ilusión del metacontrol imperial del caos. La mutación del sistema de intervención militar de los Estados Unidos y sus consecuencias para América Latina “El horizonte objetivo de dicha estrategia no es el establecimiento de sólidos regímenes vasallos, ni ocupaciones militares duraderas para controlar territorios de manera directa sino más bien desestabilizar, quebrar estructuras sociales, identidades culturales, degradar o eliminar dirigentes. Las experiencias de Irak y Afganistán (y México) y más recientemente las de Libia y Siria confirman esta hipótesis.”
Por su parte, el representante adjunto de Irán ante la ONU, Qolam Husein Dehqani, repudió la aprobación apresurada del TCA, según reprodujo la cadena Hispan TV y recordó que Irán tuvo un rol muy activo en la discusión de los borradores pero que nada de eso ha sido tenido en cuenta. Enfatizó que el acuerdo beneficia a los Estados exportadores de armas y no toma en cuenta los intereses de los países importadores y sus derechos a la defensa soberana.
Las abstenciones provinieron de Rusia y los países integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), tales como Cuba, Bolivia y Ecuador quienes esgrimieron duras críticas al TCA. El representante cubano ante la ONU, Rodolfo Reyes, recalcó que “un grupo de delegaciones” forzó una decisión ante la Asamblea General y que el Tratado, repleto de “ambigüedades, inconsistencias, indefiniciones y vacíos legales” no fue aprobado con el consenso necesario. Aseguró que “Se ha impuesto el enfoque no compartido por Cuba: la adopción de un tratado a cualquier precio, aun cuando no tome en cuenta los intereses de todos los estados”. En consonancia con los representantes de Irán, Siria y Corea del Norte, Reyes sostuvo que el Tratado privilegia a los Estados exportadores “para evaluar a discreción el comportamiento de los importadores sobre la base de un listado de criterios subjetivos e imprecisos que pueden ser objeto de abusos y manipulación por razones políticas”.
El bloqueo de la aprobación del Tratado por parte de Irán, Siria y Corea del Norte hizo decir a Anna Macdonald, de Oxfam Internacional (una ONG que impulsa el Tratado), que su aprobación es sólo “cuestión de tiempo”. Estas declaraciones deberían ser vistas a la luz de que justamente los países que votaron en contra vienen siendo asediados o agredidos directamente por el Imperio. Quizás, Macdonald esté sugiriendo que hay que “terminar” con esos países. Nada muy alejado de la realidad si observamos los sucesos sobre el terreno, donde Corea del Norte está siendo asediada directamente por importantes fuerzas militares lideradas por EE.UU., Siria lucha por defender su integridad ante las operaciones de los mercenarios desde hace dos años, e Irán resiste el hostigamiento en varios frentes simultáneos desde la misma Revolución Islámica.
La articulación entre el negocio de las armas, la guerra y las amenazas a la “seguridad global”
Desde EE.UU. -principal impulsor del TCA- , el secretario de Estado John Kerry sostuvo que el acuerdo ayudará a “reducir el riesgo de que la transferencia internacional de armas convencionales sea utilizada para perpetrar los peores crímenes mundiales”. En estas declaraciones, el responsable de la cartera de relaciones exteriores estadounidenses parece no tener en cuenta que su propio país ha lanzado invasiones y ocupaciones militares en distintos puntos del planeta, donde las masacres y el flujo de armas son inmensos. Según un reciente informe de Linda Bilmes y Joseph Stiglitz de la Universidad de Harvard, las guerras que está llevando adelante EE.UU. en Irak y Afganistán desde hace más de 10 años han costado ya más de 6 trillones de dólares y según distintas fuentes, más de 1 millón de muertos.
El Complejo Militar-Industrial es uno de los pilares de la economía de los EE.UU. Ese país absorbe tres cuartas partes del comercio mundial de armas. Según el New York times, la venta de armas de EE.UU. al extranjero durante 2011 triplicó las ventas de 2010, llegando a 66,3 billones de dólares. Según el Servicio de Investigación del Congreso de los EE.UU., durante 2011 se concretó una transacción comercial record con Arabia Saudita que alcanzó los 33,4 billones de dólares, donde se incluyeron una docena de helicópteros Hapache. Le siguió India, con acuerdos por 6,9 billones de dólares, país que acumula compras de armas a los EE.UU. por $8 billones de dólares entre 2008 y 2013, y proyecta incrementar sus compras, alcanzando 100 billones de dólares durante el resto de la década. Emiratos Árabes Unidos adquirió un escudo antimisiles que incluye radares, valuado en 3,49 billones de dólares, y 16 helicópteros Chinook por 939 millones de dólares. Por su parte, Oman adquirió 18 aviones de combate F-16, por el valor de 1,4 billones de dólares.
Solamente en 2011, el Departamento de Defensa aseguró haber gastado 100 billones de dólares en contratos con 5 de las mayores empresas armamentísticas -Lockheed Martin, Boeing, General Dynamics, Raytheon, and Northrop Grumman. El Instituto
Internacional de Estudios Estratégicos, con base en Londres, estima que el gasto militar anual de los EE.UU. es mayor a 1 trillón de dólares.
El gobierno de los EE.UU. ha anunciado desde la palabra y lo ha demostrado desde la acción, que el “pivot estratégico” en la región Asia-Pacífico es ahora central en su política exterior, particularmente en el espacio del sudeste de Asia, esto es, China. El término “pivot estratégico” proviene del padre de la geopolítica británica, Sir Halford Mackinder, quien se refirió a China y la Unión Soviética como “poderes pivot”, quienes de acuerdo a su posición geográfica y geopolítica suponían un
desafío para la hegemonía anglosajona y particularmente luego de 1945, a la hegemonía estadounidense.
A finales de 2011, con el evidente (y ya inocultable) fracaso de Afganistán e Irak, el gobierno de los EE.UU. definió una nueva amenaza dentro de su doctrina militar. Durante su visita a Australia, país que participa activamente de toda aventura militar estadounidense, el mandatario estadounidense reveló algunos elementos de la nueva “Doctrina Obama” al decir: “He ordenado a mi equipo de seguridad nacional que hagan de nuestra misión en Asia-Pacífico una máxima prioridad…Dedicaremos los recursos necesarios para mantener nuestra fuerte presencia militar en esta región…Sostendremos nuestra extraordinaria habilidad para proyectar nuestro poder y disuadir cualquier amenaza contra la paz…Nuestros intereses en la región demandan nuestra presencia en la región…Los Estados Unidos son un poder del Pacífico, y estamos aquí para quedarnos”.
Por su parte, el Secretario de Defensa británico, Phillip Hammond -reafirmando esta idea- declaró en julio de 2012 que este nuevo movimiento de los EE.UU. en la región Asia-Pacífico apunta principalmente hacia China.
Hoy en día, China, dada su dinámica de crecimiento económico, su influencia regional e internacional, y su determinación soberana respecto a sus intereses nacionales, se está transformando quizás en parte de la nueva “imagen del enemigo” construida por Occidente. Esto nada tiene que ver con posibles agresiones de parte de China, sino más bien con que el gigante asiático se ha transformado en una potencia independiente en la economía y la geopolítica mundial, con un alto grado de filtración e influencia en el sistema financiero y la economía del país norteamericano.
Un elemento clave para entender el actual conflicto en la península de Corea y el empeñado hostigamiento contra Corea del Norte, nos lo provee Fred Downey, nada menos que el vicepresidente de la Asociación de Industrias Aeroespaciales, organismo que cuenta entre sus miembros a distintos proveedores de armamento militar del Pentágono, como Lockheed Martin Corp., Boeing Co. y Northrop Grumman Corp. Downey declaró que la estrategia del pivot “resultará en un crecimiento de las oportunidades para nuestra industria, al ayudar a equipar a nuestros amigos”. Aviones de guerra, sistemas anti misiles y otros costosos armamentos, representan el significativo crecimiento del comercio de armas en los países vecinos de China y Corea del Norte aliados de EE.UU. , donde actualmente se desarrolla el gran despliegue militar imperialista y la intensa campaña para construir a Corea del Norte como una amenaza a la seguridad global.
Asimismo, la Agencia de Cooperación de Seguridad y Defensa de los EE.UU. aseguró a Reuters que las ventas de armamento a los países dentro del área de acción del Comando del Pacífico del Ejército de los EE.UU. alcanzaron 13,7 billones de dólares durante 2012, creciendo en un 5.4 % respecto al año anterior.
El Departamento de Defensa de los EE
.UU. anunció el pasado miércoles que ha sido aprobada la venta de aviones de combate de última generación a Corea del Sur, país que en la actualidad se encuentra hostigando a Corea del Norte junto con fuerz
as militares estadounidenses, británicos y australianos desde febrero con el inicio de los ejercicios militares “Key Resolve” y “Foal Eagle” cercanos a la frontera norcoreana en clara maniobra intimidatoria y provocativa. Corea del Sur pretende adquir
ir 60 aviones Lockheed Martin F-35 Stealth Fighter o Boeing Co’s F-15 Silent Eagle Fighter, ofreciendo pagar hasta 7.43 billones de dólares durante la primera mitad de 2013.
En su nota “Crece ventas de armas de los Estados Unidos a Asia a costa del pivot del Pacífico”, Jim Wolf informa que Japón ha establecido un acuerdo de 5 billones de dólares para reemplazar sus viejos aviones F-4 por los modernos F-35. Singapur también considera adquirir dichas naves de combate, que compiten con el Eurofighter Typhoon y el F-15 de Boeing.
El mercado interno de armas en EE.UU. no se queda atrás. Según un informe de The Guardian (16/04/2012), este mercado ha generado desde 1999 hasta la actualidad, 3,5 billones de dólares promedio por año. Circulan en EE.UU. 270 millones de armas, lo que equivale a una tasa de 88,8 armas por cada cien habitantes, ocupando así la primera posición (de un total de 25 países) por el número de armas por cabeza. En 2011, una encuesta de la firma Gallup reveló que 47% de los norteamericanos contaba con al menos un arma en su casa. En diciembre de 2012, ante el anuncio de medidas restrictivas que realizaría el vicepresidente Joseph R. Biden Jr. para paliar la violencia armada, se registró un incremento en el pedido de permisos para portación de armas del 58,6 % respecto al mismo período del año anterior, llegando a 2,2 millones en un mes.
La circulación de armas evidentemente constituye un gran negocio. Según datos de 2011, EE.UU. concretó el 79,4 % de las transacciones mundiales de armas. En segundo lugar se ubican Rusia con 5,7 % y Francia con el 5,2 %. China, que en 2012 ha incrementado intensamente su participación en la venta de armas, en 2011 concretó el 2,5 %. Corea del Sur llevó adelante el 1,9 % de las transacciones. Le siguen Italia, Ucrania, Turquía, España, Reino Unido e Israel, que en conjunto representan el 5,2 %.
El rol de EE.UU. es casi excluyente. Actualmente el Complejo Militar-Industrial norteamericano (en torno del cual se reproducen los de sus socios de la OTAN) representa una de las maquinarias de producción más grandes del planeta. Tal como lo ha expuesto Jorge Beinstein, en su larga marcha ascendente, este Complejo se constituyó como “área de convergencia entre el Estado, la industria y la ciencia…se fue expandiendo desde mediados de los años 1930 atravesando gobiernos demócratas y republicanos, guerras reales o imaginarias, períodos de calma global o de alta tensión.” Si bien negocio de las armas no ha dejado de crecer con gran fuerza desde la década de 1990, el Complejo está en decadencia. Lo evidencia su cada vez mayor burocracia, su creciente contribución al déficit fiscal y por consiguiente al endeudamiento del Imperio, la corrupción ha penetrado en todas sus actividades y ha dejado de ser el gran generador de empleos como en otras épocas, cuando existía el keynesiamismo militar como eficaz estrategia anti-crisis. A su vez, su eficacia militar también es declinante, tal como ha quedado demostrado en el Líbano durante la guerra de los 30 días, en las guerras contra la Franja de Gaza, en Irak o en Pakistán.
Aunque innegablemente en declinación, aun así, el militarismo sigue siendo el instrumento privilegiado de la estrategia imperialista, con mutaciones, con búsqueda incansable de puntos de fuga. En su artículo Autodestrucción sistémica global, insurgencias y utopías Jorge Beinstein expone que “Presenciamos actualmente en los Estados Unidos la integración de negocios entre la esfera industrial-militar, las redes financieras, las grandes empresas energéticas, las camarillas mafiosas, las ‘empresas’ de seguridad y otros actividades muy dinámicas conformando el espacio dominante del sistema de poder imperial”. Pero junto a la decadencia general, coexiste la exacerbación de la agresividad militarista del Imperio y la consiguiente amenaza de destrucción de la humanidad. El Imperio y sus elites, en su dinámica de depredación del mundo, de su “caotización”, son la expresión de un fenómeno más amplio de autodestrucción sistémica. Estos elementos, la autodestrucción y la fuga hacia adelante, hacia la barbarie guerrerista, podrían llegar a ser perfectamente compatibles, podrían convivir, extendiéndose en el tiempo prolongando la caotización del mundo. Entonces, si bien uno de los escenarios previsibles de la superpotencia es su desintegración más o menos caótica, también deberíamos agregar otro escenario no menos previsible de declinación sanguinaria, guerrerista, tal como lo vienen demostrando tanto en su estrategia de intervención militar descentralizada (Siria, Libia, África), en las invasiones de Afganistán e Irak, en sus matanzas en Pakistán o en Yemen, como en su amenazas de intervención abierta y directa, como en la Península de Corea.
Allí se presenta uno de los más recientes escenarios de guerra planteado por las potencias del Imperio. Allí, junto al despliegue de increíbles fuerzas de invasión y destrucción, donde se pone en marcha el empleo intenso del sistema mediático como parte de la Guerra de Cuarta Generación, abarcando a la llamada “opinión pública global” para construir a Corea del Norte como gran “enemigo de la seguridad global”, deberíamos poder ver que se constituye otro capítulo de las tentativas desesperas e inútiles de preservación del sistema, que aunque inútiles, podrían generar grandes calamidades para la humanidad. Allí, deberíamos poder denunciar que se pone en funcionamiento un complejo mecanismo de solidaridades imperiales y silencios atroces, que nada tiene que ver con los pueblos del mundo, y todo que ver con la supervivencia del sistema capitalista, su estructura depredadora, el Complejo Militar-Industrial y por lo tanto, el poder del Imperio.