Mariana Contreras/Florencia Soria
Brecha, Montevideo
 Otro febrero amargo oscureció  la lucha por la investigación y el enjuiciamiento de los crímenes cometidos en  la dictadura. Cuando las organizaciones de derechos humanos y buena parte de la  izquierda no se reponían aún del traslado de la jueza Mariana Mota (1) sobrevino  un segundo golpe: la declaración de la inconstitucionalidad de la ley que  consideraba imprescriptibles los delitos cometidos por el terrorismo de Estado.  Las decisiones de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) sumadas a las desvariadas  actitudes de la izquierda y a las acusaciones de la oposición permearon la tarde  del lunes que congregó en la plaza Libertad, enojos, dolores, desconciertos y  emociones de todo tipo. (2) Brecha conversó con cuatro personas que de una u otra forma  se vinculan con la causa de los derechos humanos y la lucha contra la impunidad.  Elena Zaffaroni (EZ), ex presa política, integrante de Familiares de Detenidos  Desaparecidos; Fabiana Larrobla (FL), politóloga e investigadora en temas de  historia reciente en la Udelar (Universidad de la República); François Graña*  (FG), sociólogo, docente de la Udelar y ex militante de la ROE (Resistencia  Obrera y Estudiantil), y Valentina Chaves (VC), hija del militante comunista  Ubagesner Chaves Sosa, cuyos restos fueron encontrados en 2006, y vinculada a la  organización Hijos, hablaron sobre su percepción del rol del gobierno en los  últimos acontecimientos, los caminos para alcanzar la verdad y la justicia, y  cómo seguir después de la conmoción. 
-¿Cómo vivieron la jornada del lunes? 
E Z -Me pareció de una tristeza  tremenda, no me conmovió. En Familiares adherimos, pero el ambiente estaba  extraño. No sabíamos cómo era el asunto: un día dicen que el mundo no se acaba  por el traslado de la jueza Mariana Mota y al otro piden el juicio político. No  entendíamos nada pero nos pareció que había que manifestarse. Me pareció muy  triste que el Frente Amplio (FA) no llevara una propuesta, o diez, o 50.  Hicieron un llamado con miedo, un llamado a manifestar pero sin confiar en la  convocatoria a la población.
  
F L – En dos días pasé por opiniones diversas. Hoy creo  que las discusiones -las que hubo y las que hay- son el reflejo de la gente y  las organizaciones de derechos humanos, que se debaten entre acompañar o no la  demanda de justicia. En algún momento ellas y el fa estuvieron ubicadas en una  misma vereda, o al menos teníamos claro qué hacían. Teóricamente todos  deseábamos lo mismo. En algún momento de estos días pensé muy perversamente «acá  hay subidos al carro», después dije «acá hay un operativo para boicotear»; eso,  de alguna manera, refleja una crisis del pensamiento progresista o de izquierda.  Creo que convocar a concentrarse en silencio tiene que ver con que se podía  llegar a gritar muchas cosas que no querían que se gritaran. Ese descontrol -o  la posibilidad de- no sucedió. Somos sumamente obedientes y disciplinados.  Estaba el PT (Partido de los Trabajadores), estaba Zabalza, pero el silencio se  respetó. Somos muy estructurados.
V C -Creo que nos cuesta demasiado. Fueron tantos años de  silencio y de ocultamiento que se generó esa pasividad. Capaz que no está bueno  que estemos tan aplacados y en silencio en un momento en que se tiene que hablar  y debatir en serio cosas tan profundas como la impunidad.
F G -Lo primero que me viene a la mente es la teoría de  los dos demonios, que tan bien hilvanó Sanguinetti. Esa manera de ver el pasado  permeó en parte a la izquierda. Lidiamos con una cuestión cultural. Hay que  derrotar, en el terreno discursivo, la teoría del no mirar para atrás. Yo soy  moderadamente optimista. Estos carcamanes apolillados y reaccionarios, que no  tienen parangón, estos cuatro viejos que votaron lo que votaron, fueron  demasiado lejos. Uno de los indicadores es la reacción inmediata que tuvo Lucía  Topolansky, con una posición muy firme. Es el MPP (Movimiento de Participación  Popular), dentro del FA, el que está pidiendo el juicio político. El lado bueno  de las cosas malas es que la izquierda está haciendo un frente común ante este  reclamo. Existe la posibilidad de recurrir al Tribunal de lo Contencioso  Administrativo, al juicio político o a los organismos internacionales. En cuanto  a la organización de ayer (por el lunes), me emocionó mucho. Tuve la sensación  de que otra vez todos estaban indistintamente del mismo lado de la vereda. Y el  silencio es muy uruguayo, está bueno.
F L -Creo que hay una diferencia enorme entre la  convocatoria del viernes, con lo de Mota, y ésta. La libertad que sentí ese día  no la sentí el lunes. Me refiero a la posibilidad de entrar y de gritar, del  desborde. Es un momento que por supuesto no se sostiene en el tiempo. Son  momentos de estallido espontáneo, que a veces molesta a las organizaciones  partidarias porque se desdibuja lo que habías acordado, etcétera. Lo del lunes  lo viví -es muy emocional lo que digo- como si hubiera algo que nos estuviera  aplastando.
-Teniendo en cuenta la actitud errática del fa,  tanto en la discusión parlamentaria de este tema como en la campaña por el voto  rosado, ¿cómo evalúan que haya sido una de las organizaciones convocantes a la  concentración?
F G -Atribuir maquiavelismo es lo más fácil. El tema es  más complejo. Creo que el fa no hizo poco.
F L -Me parece que no se puede hablar del Frente como  algo homogéneo.
V C -Algunos sectores dieron la espalda al tema  argumentando que había que dejar el pasado. Hoy día las familias seguimos siendo  rehenes de gobiernos de turno y esperando su buena voluntad. La teoría de los  dos demonios convirtió al victimario en víctima que no puede ser condenado  porque es «viejito». Y las víctimas somos victimarios por querer justicia, por  estar reclamando y exigiendo derechos básicos.
 -¿Cuál es la prioridad de los militantes y  las organizaciones de derechos humanos? ¿Alcanzar la verdad, la justicia, la  reconciliación?
V C -En mi caso se llegó a hacer justicia, pero siento y  quiero que no sólo se sepa la verdad sino que en base a ella todas las familias  accedan a lo mismo que yo; es un derecho innegable. No sé qué forma sería la  correcta para seguir avanzando pero es necesario hacerlo, porque hubo demasiado  silencio e impunidad y es hora de que paguen por sus crímenes de lesa humanidad.  No se tiene por qué callar la gente que fue torturada, violada, tiene que  aparecer y surgir ese derecho que también les fue negado en su pasado.
F L -La justicia no es cualquier cosa, es el debido  proceso: hay un imputado al que se juzga y se condena. Hubo una intención clara  de la derecha -pero también de algunos sectores de izquierda- de poner  obstáculos a la posibilidad de justicia. Eso va a ser muy difícil de levantar,  no así la posibilidad de investigación. Claro, no es lo mismo investigar para  responder al oficio de un juzgado que hacer una investigación histórica y  reflexiva para dar cuenta de una época.
Con respecto a la verdad, me parece que es complejísima.  Hay un camino muy largo a recorrer, que implica reconocer qué es el terrorismo  de Estado y saber cuál era la lucha de las organizaciones, con las que uno puede  o no estar de acuerdo. Pero tener una visión crítica del pasado no excluye la  condena al terrorismo de Estado. En ese proceso estamos en pañales.
F G -Cualquiera podría decir ¿por qué optar? Creo que lo  más significativo para el colectivo, para el imaginario social y las nuevas  generaciones, es la verdad y la memoria. Por lejos. Esos «viejitos», como les  dice Pepe, se van a morir. Ya se están muriendo. Incorporar al presente y a la  historia colectiva lo que pasó y por qué, en los 12 años de dictadura y en el  período que lo precedió, es significativo.
F L -La prioridad táctica es la justicia, porque los  culpables se están muriendo, pero estratégicamente no se puede abandonar la  construcción de memoria, la investigación y la búsqueda de reflexión. Sin dudas  esto es lo más importante pero urge la condena, porque también es importante la  justicia.
F G -La utopía del «nunca más» se consigue tanto por el  camino de la memoria como por el de la justicia, porque mandar en cana a un  montón de tipos sin que las nuevas generaciones entiendan mucho.
F L -No creo que haya elección. No se trata de que al elegir  la justicia renuncio a la verdad. La reflexión, la memoria, el desanudar las  teorías explicativas binarias y fáciles de la historia, lleva más tiempo. Se  hace paralelamente a la búsqueda de esa verdad que puede llevar a imputar a los  responsables. Se va tejiendo el contexto complejo de la historia.
E Z -Hace tantos años que venimos en este tema,  intentando llegar a la justicia y todavía no la alcanzamos. Soy de las que  presentó causa en el año 1986, ahí sí queríamos justicia. Teníamos todos los  testigos, todos los nombres de los milicos, toda su operativa. Hoy Sanguinetti  señala la «terrible injerencia» de un poder sobre otro, pero eso fue lo que  hicieron ellos en su momento. El Poder Judicial perdió su independencia, no sé  si se proponía investigar, pero le dieron la oportunidad de no hacerlo y se  terminó la posibilidad de justicia. Desde ese momento hasta el desarchivo de  causas que hizo el decreto del Pepe, consideramos que la justicia era una  herramienta para investigar. Es que con el paso del tiempo se fue relativizando  lo que buscábamos.
Todo este tiempo fue una lucha contra los obstáculos.  Para nosotros lo más importante era que la ciudadanía nos acompañara contra las  tergiversaciones que enrarecían el panorama y que en principio provenían de la  derecha pero luego también de la izquierda. Eso nos hacía difícil tomar  posiciones: cómo reclamar, cómo aunar fuerzas y lograr respaldo. Aunque el  reclamo por los desaparecidos era justo, había un imaginario de temor hacia  ellos que no se terminó de destruir. El traslado de Mota nos dificulta aun más  esta posibilidad porque trabajaba en la reconstrucción de lugares, de los grupos  de torturadores que iban a los cuarteles; desmenuzaba los hechos, la operativa  del Estado. Podés decir «me torturó mengano», pero se te caía la venda en el  cuartel y estaba toda la oficialidad mirando la tortura. No fue un asesino, fue  un sistema. Desmantelar eso es mucho más que meter un preso, más allá de que  merezca estarlo. Con marchas y contramarchas se avanzaba. El año pasado se  hicieron muchas denuncias porque la gente empezó a sentir que tenía derecho a  decir lo que había pasado. Ahora se puso freno a un movimiento necesario, que  confío va a volver.
-El Estado y las organizaciones sociales no  siempre pusieron el mismo énfasis en la verdad y la justicia. Eso queda  reflejado en las diversas consignas del 20 de mayo y en la creación de espacios  como la Comisión para la Paz.
F L -El vacío generacional que trajo la dictadura al  encarcelar y torturar a los jóvenes que querían romper con las legitimidades  saliéndose de la estructura legal, redujo el debate a términos jurídicos.  Solamente se habla de lo posible o lo imposible en este terreno, como si la  verdad revelada estuviera en los textos de la ley. Ahí está el triunfo de la  derecha, del liberalismo, de la división de poderes, del republicanismo. Esta no  es una reflexión de izquierda sino de una derecha que apuesta a determinado  statu quo: va a denunciar por asonada, por violación.¡parece que la protesta  tiene que ser por escrito! 
La izquierda se enloqueció con cinco tipos que quemaron unas  llantas movilizados por los megaoperativos. Estamos fritos. Esta actitud tiene  que ver con la forma de hacer frente al debate sobre los derechos humanos. ¿Qué  se puede hacer hoy? Recurrir a la Corte Interamericana. a nadie se le ocurre  hacer escraches frente a la puerta de los tipos que torturaron porque eso es  demasiado políticamente incorrecto.
– Ahí hay una derrota, ¿de dónde  viene?
F L -Eso estaba pensando: una derrota. En un Estado  democrático, liberal, republicano, los partidos políticos tienen los límites que  imponen las negociaciones entre el gobierno y la oposición. Lo comprendo,  incluso en el Frente porque se eligió este camino y no es posible tener un  gobierno de izquierda en un contexto de democracia de este tipo. Hay que  negociar y las revoluciones no se hicieron nunca a los abrazos. Pero reconozco  que no es lo mismo un gobierno del FA que otro del Partido Colorado o  Nacional. Dicho eso, me da terror la otra pata que son las organizaciones  sociales. Ellos no tienen los límites de un partido. Entonces, creo que les gana  el discurso que limita, que condena al que quiere gritar ¿Y por qué no gritar?  ¿Por qué tener que comportarse para no asustar al blanco o al colorado, a Heber  o a Sanguinetti? ¿Por qué la Central no paró ayer, puso camiones y dijo «vamos  todos»?
En esto influye mucho la dictadura, el temor y el pensar  «bueno, alcanzamos esto, acá hay límites, somos progresistas, en algún momento  luchamos por el socialismo o la revolución que fracasó y ahora vamos a  manejarnos todos dentro de este lugar». No sólo piensan así los partidos sino  también las organizaciones. Y esto deja a muchísimos desguarnecidos, como a la  intemperie.
– Se da como un  bache entre la generación que vivió los hechos y las que le siguen, ¿Cómo ven  esta distancia? ¿Cuál es la mirada de sus propios hijos, por  ejemplo?
F L -Mi hijo sabe, se interesa, pero a nivel individual y  concreto. Mi hija va a las movilizaciones, acompaña, pero noto que no encuentra  un grupo de pares. Sus amigos no comparten esta inquietud. Mi otra hija es  sensible al tema pero también a nivel personal. No hay una organización  colectiva que proponga acciones. Sí se movilizan por otras cosas, por la  búsqueda de otros derechos sociales como el aborto o el matrimonio  igualitario.
E Z -Mis tres hijos nacieron en esto. Cuando me llevaron  presa estaba embarazada del mayor, hace 37 años. Para él y los otros esto es su  vida, son absolutamente sensibles, pero no militan por la causa. Entienden  profundamente porque lo hacen en su propia vivencia; estuvieron en todo,  acompañaron y participaron, conocen y leyeron. Pero creo que su conducta excede  a que le contemos o no. Ellos no creen en los políticos -aunque sí en la  política- y entonces se apartan, toman distancia. Los más chicos me decían: «no  pueden ir a la plaza hoy» (por el lunes). En cierta manera, los Familiares los  desilusionamos porque sienten que con algunas conductas legitimamos las  actitudes cínicas de los políticos. Nos cuestionan un poco porque les da como  asquito la situación.
V C -Como hija, me veo reflejada en lo que decís de los  tuyos. También tengo un nene, de 18 años, también descree de los políticos y  está volcado a sus propios proyectos, aunque sabe todo lo que ocurrió.  
F L -Mucha gente joven que no había militado en nada se  acercó con las denuncias colectivas que implicó un compromiso muy grande. No sé  si tienen organizaciones atrás o no, pero tal vez no se movilizan en la forma  más tradicional. Son otros tipos de compromisos con distintos caminos y  alternativas posibles. Me parece que las otras generaciones tenemos que  habilitar y legitimar la organización para acciones puntuales como por ejemplo,  a través de Twitter.
-Finalmente,  ¿cuáles son las perspectivas? ¿Cómo se sigue?
V C -Siento que pasaron muchas cosas, que se estaba  avanzando tanto y que ahora, de golpe, te bajan la cortina.
E Z -Me parece que esto muestra una concepción de derecha  operando fuertemente que además expresa un mensaje muy fuerte y grave a nivel  internacional y nacional. De todas formas, creo que fue peor cuando se aprobó la  ley de caducidad y el voto amarillo. Aquello fue como un cierre, una plancha  imposible. Hoy lo veo distinto. Hay grandes posibilidades de sumar fuerzas, de  manifestar y buscar otros caminos. No sé cuál es la vía jurídica pero las  alternativas se abren si hay una postura política fuerte.
Estamos ante una situación grave que espero que los  grupos políticos valoren para hacer primar una mirada de izquierda que nos lleve  a salir de esto y que evite los retrocesos. Yo tomo la llamada del Frente a la  concentración como expresión de la incomodidad de algunos sectores o personas.
F L -Creo que hay distintos planos. En cuanto al  jurídico, hay sectores del Frente que están pensando, que están incómodos y se  mueven. Hay tensiones tremendas dentro del partido de gobierno. No son menores  las organizaciones de afuera, sean chiquitas o grandes, que presionan y pueden  generar modificaciones en esto que no tiene nada que ver con la independencia de  poderes. Hay que seguir investigando y hay que presionar, con firmas o con lo  que den las fuerzas. Estuvo bien la convocatoria de ayer del Frente (risas). Voy  para atrás y para adelante, pero antes que nada, algo había que hacer..
La teoría de los  combatientes
-¿Se han  presentado nuevas denuncias sobre personas desaparecidas recientemente?
E Z -En su momento, la Comisión para la Paz fue una gran  señal que, a pesar de las limitaciones y aspectos negativos, motivó a que se  realizaran más denuncias. Aún hoy se hacen y llegan a la Comisión de  Seguimiento. En general, se trata de gente que desapareció en Argentina, que  nunca fueron denunciados, ni siquiera por sus grupos políticos, y por tanto,  recién ahora se comienzan a investigar.
F L -Lo mismo nos ocurre cuando investigamos los asesinatos:  nos preguntamos ¿qué pasa con los grupos políticos? ¿Cómo no denunciaron nada?  Por ejemplo, el MLN (Movimiento de Liberación Nacional-  Tupamaros) tiene una cantidad enorme de muertos y desaparecidos. La postura  que tiene hoy de no denunciar como organización, también tiene que ver con el  debate actual, porque se considera que estaba dentro de lo que podía suceder, se  relaciona con la teoría de los combatientes. Esto se fundamenta ideológicamente  en su estrategia revolucionaria de toma del poder: la construcción de un  ejército que enfrenta a otro y que sus bajas son como las de una guerra.
* Graña debió retirarse antes del final de la  entrevista, por compromisos previamente pactados. 
Notas de Correspondencia de  Prensa
1) Ver Correspondencia de Prensa del 15 y 20 de febrero de  2013.  
2) Se  refiere a la manifestación del lunes 25 de febrero, convocada por el Frente  Amplio y el PIT-CNT ante la sede de la Suprema Corte de Justicia.  Participaron alrededor de 3.000 personas.