¿Es la falta de mano de obra una estrategia para mantener el dumping salarial que tanto ha hecho sufrir al continente? |
No se trata de científicos, ni de captar “cerebros”, aunque también se habla de ello. Se trata de conductores de trenes, de camioneros, fontaneros, ingenieros y trabajadores para la eliminación de residuos. Se van a reducir los obstáculos administrativos y se quiere animar a las empresas a contratar más extranjeros.
¿Cómo entender esto en un país en el que por cada puesto de trabajo ofertado hay ocho parados? ¿Cómo explicarlo en un país donde hay más de ocho millones de empleados en el sector precario o de salarios bajos, muchos de los cuales desearían regresar a los empleos a tiempo completo y bien pagados que eran la imagen de marca de Alemania? Para los sindicatos el asunto está claro: se trata de mantener la presión a la baja sobre los salarios.
La compañía de transportes de Stuttgart anunció en diciembre la contratación de un puñado de camioneros españoles de Motril. En un alemán precario, los españoles salen por la tele local explicando lo contentos que están por haber sido contratados aquí. Comentario de un sindicalista alemán del sector: “no me extraña, por los 1200 o 1400 euros que les pagan, aquí ya nadie quiere arrimar el hombro”, dice. Conclusión: “se está utilizando la necesidad de los españoles, no faltan camioneros de lo que se trata es de sostener el dumping salarial”, dice.
Entre los expertos reina la división. En los institutos próximos a las organizaciones patronales, la “falta de mano de obra” es dogma de fe. En el IMK y otros institutos más “sociales” se dice que si faltase mano de obra habría una presión hacia arriba de los salarios. Pero ocurre lo contrario. ¿Cómo se explica la presunta falta de maquinistas de tren, cuando el sector ha conocido este año una huelga pidiendo aumentos salariales que compensen la inflación? Si miles de médicos alemanes se van a trabajar a Suiza y Austria es porque allí se les paga mejor. Resultado: un agujero de 3000 médicos en Alemania. Lo mismo pasa con la asistencia a gente mayor y enfermos: en Hamburgo, por ejemplo, se paga tan mal, que no se cubre la demanda. El gobierno ha puesto en marcha un sistema rápido de permisos de trabajo, la “tarjeta azul”, para enfermeras extranjeras. Pero no es fácil porque Alemania no es atractiva.
La OCDE publicó hace poco un informe según el cual Alemania ocupa la cola entre los 34 países miembros de la organización como el país menos atractivo para la emigración de empleados cualificados. Australia, Reino Unido, Canadá y hasta la vecina Dinamarca atraen entre cinco y diez veces más empleados extranjeros de esa categoría. El gobierno quiere transformar esta situación, que tiene que ver con mucho más que con las dificultades del idioma.
Se trata de “liberalizar” esta afluencia selectiva, hacerla más atractiva. “Con este decreto nos deshacemos del 40% de las normas antiguas y abrimos la puerta para que la mano de obra cualificada pueda ayudar al progreso de nuestro país”, dice la ministra de trabajo, Ursula von der Leyen. Aunque la reforma se enfoca a los extracomunitarios, también hay medidas y planes para la juventud estudiantil del sur de Europa, como el programa MobiPro para fomentar la movilidad de la juventud europea e incluso su formación profesional en Alemania.
Pese al satisfactorio nivel medio de sus universidades -muy niveladas, no hay gran diferencia entre el norte y el sur el este y el oeste- su relativa facilidad administrativa para cursar estudios, y su buena provisión de trabajos a tiempo parcial para estudiantes, Alemania atrae a muy pocos estudiantes extranjeros. Otro misterio alemán.
Es un “golpe de suerte” que haya tantos emigrantes cualificados en el sur y Este de Europa ha dicho esta semana la ministra von der Leyen. Una suerte relacionada no solo al paro estructural español, por ejemplo, sino también a la desastrosa política europea de factura alemana que ha disparado el desempleo juvenil en la Europa meridional, podría añadirse.
Para 2025, la máquina industrial-exportadora alemana necesitará 5.4 millones de empleados vocacionales o con cualificaciones terciarias, se dice. Son proyecciones demográficas muy dudosas que muchos expertos discuten. Pero los jóvenes del sur de Europa las leen en los periódicos y corren a apuntarse a clases de alemán. ¿Qué hay de verdad? Más allá de los cuellos de botella reales que hay en algunas regiones y en algunos segmentos industriales muy concretos, todo el asunto tiene mucho que ver con una estrategia empresarial para mantener la competitividad exportadora a costa del progreso del sector de salarios bajos, el más dinámico de Europa. El tanque alemán continua su marcha imparable en pos de una competitividad suicida para el conjunto de Europa y probablemente, a la larga, también para sí mismo.