Silvia Ribeiro*

Bill Gates y Carlos Slim, los dos individuos más ricos del mundo, inauguraron el 13 de febrero un nuevo complejo de biociencias (transgénicos y otras biotecnologías) en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt) en Texcoco, financiado por la Fundación Slim con 25 millones de dólares. La Fundación Bill y Melinda Gates ya era financiadora del Cimmyt y ahora se suma a esta iniciativa, en pos de que los agricultores del tercer mundo siembren transgénicos u otras semillas de alta tecnología, y usen teléfonos celulares y computadoras «para saber el estado del tiempo y la variación de los mercados».

Anunciaron que así van a «liderar el desarrollo agrícola mundial» desde México, con una nueva «revolución verde», refiriendo a la cruzada para introducir semillas híbridas, uso de maquinarias y agrotóxicos, que comenzó el Cimmyt hace más de 50 años y que posibilitó el asalto de la agricultura por parte de las corporaciones de tóxicos y agronegocios. Olvidaron mencionar que esa primera revolución verde, aunque aumentó el volumen de producción de algunos granos en terrenos planos e irrigados, nos legó un panorama devastador de contaminación de aguas, tierras exhaustas, enorme erosión de suelos, millones de niños malformados y con residuos de agrotóxicos en la sangre desde la cuna, más expulsión de gente del campo. Tampoco resolvió el hambre en el mundo, ya que el hambre no es un problema tecnológico, sino de justicia social y económica. Hoy en día, gracias a la toma corporativa del sistema agro-alimentario global, cuya llave fue esa «revolución verde», la mitad de la población del mundo está mal alimentada: o sufre hambre o malnutrición u obesidad. Cerca de la mitad de las emisiones de gases que provocan el cambio climático, se deben a ese modelo alimentario agroindustrial que quieren expandir, paradójicamente alegando que harán semillas para resistir el cambio climático.

Este show mediático de los super-ricos «preocupados» por los pobres, se vuelve más cínico cuando está en juego, en este mismo momento, la contaminación del centro de origen del maíz, por la amenaza de liberación comercial de maíz transgénico en México y otros países mesoamericanos, situación que enfrenta una decidida y amplia oposición desde los pueblos que crearon el maíz.

Muy lejos de su retórica de enfrentar el hambre en el mundo, de lo que se trata es de justificar la manipulación genética de maíz y trigo, dos de los tres principales cultivos base de la alimentación mundial, facilitando aún más su apropiación por parte de las trasnacionales.

Tanto el Cimmyt como Bill Gates tienen asiduas relaciones con Monsanto, Syngenta, DuPont-Pioneer, Basf, Dow y Bayer, las empresas que controlan ciento por ciento de los cultivos transgénicos en el mundo y son las seis mayores fabricantes de agrotóxicos.

Por ejemplo, la Fundación Gates es accionista de Monsanto, de la cual adquirió 500 mil acciones en 2010. A su vez, Monsanto es beneficiaria de programas millonarios de la Fundación Gates para desarrollar maíz transgénico en África, supuestamente tolerante a la sequía. Todas las empresas de transgénicos se han beneficiado participando con Cymmyt u otros centros similares de la red CGIAR (Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional) en programas que financia la Fundación Gates, sea para desarrollar transgénicos como para promover sus semillas, agrotóxicos y tecnologías.

Con Asgrow, empresa de Monsanto, Cimmyt trabaja en el programa Agricultura de Conservación, lo cual, siendo Monsanto un histórico fabricante de veneno, responsable de la destrucción de millones de hectáreas de suelo, es como el zorro dando clase a las gallinas. Cimmyt tiene también acuerdos con Syngenta y Monsanto para desarrollar maíz y otros cultivos transgénicos.

Las miles de variedades de semillas de maíz y trigo que tiene el Cimmyt en sus bancos genéticos –y que son la base de los experimentos en el nuevo complejo de biociencias– fueron recolectadas originalmente de campesinas y campesinos de todo el mundo, porque son ellas y ellos los que han creado esa diversidad, la mantienen y la siguen enriqueciendo. Por tanto, manipular y patentar esas semillas es un asalto a los bienes comunes de los pueblos, aún más paradójico cuando se trata de crear cultivos que promoverán mayor descampesinización.

Curiosamente, desde esta configuración de grandes monopolistas (Slim en telecomunicaciones, Bill Gates y Monsanto con los monopolios más brutales de la historia industrial: cerca de 90 por ciento del mercado en sus respectivos rubros, Microsoft y transgénicos), declaran que le entregarán maíz transgénico a los campesinos en África y Asia, sin que tengan que pagar la patente. El director del Cimmyt explica: serían caracteres transgénicos que se han usado por más de 15 años, cuya patente va a expirar y que el Cimmyt en su laboratorio puede reciclar y dar de favor a los campesinos pobres. O sea, podrían darles maíces transgénicos como los que pretenden liberar en México, que están prohibidos en varios países europeos, por daños al ambiente y asociados al surgimiento de tumores. Qué generosos.

Pero claro, recordemos que el asesor mexicano de Gates en su programa de desarrollo global es el ex presidente Ernesto Zedillo, que eliminó los aranceles al maíz importado al que México tenía derecho según el TLCAN, para proteger la producción nacional. Y que además ha mostrado saber cómo tratar a los campesinos de los pueblos del maíz. Para muestra basta Acteal.

*Investigadora del Grupo ETC