Nazanin Amirian

lamarea.com

 

Ni una sola imagen de los bombardeos de la aviación francesa sobre las ciudades de Gao, Konna y Kidal. ¿Cuántos muertos, heridos y desplazados? Silencio absoluto.  La operación, diseñada por el Pentágono y ejecutada por Francia, con el pretexto de salvar a los malienses del integrismo islámico y combatir al terrorismo a las puertas de Europa, tiene lugar cuando la popularidad del presidente François Hollande cae en picado por la traición a su programa electoral.

“Misión civilizadora” contra los bárbaros es la cortina de humo para encubrir la estrategia de la OTAN de contener a China en África. Ahora es Mali, antes fueron Costa de Marfil, Sudán, Libia, y también están en la lista la República islámica de Mauritania y Argelia. En 2011, Sarkozy desplegó sus tropas en Costa de Marfil para colocar a su candidato Alassane Ouattara en la presidencia de este país, poseedor de petróleo, café y cacao, donde China ultimaba un acuerdo de inversión de 500 millones de dólares para la construcción de una central hidroeléctrica, con capacidad de exportar energía a los países vecinos.

En Sudán, EEUU rompió el país en dos (2011) y en la parte sur, empapada de oro negro y  reconocida como el Estado número 193 de la ONU (mientras los palestinos y saharauis llevan décadas en la cola), se abrieron embajadas de EEUU y la UE (e Israel, que aumenta su presencia en Sudán, paliando los efectos de la pérdida de Egipto tras la caída de Mubarak), sobre inmensos campos petrolíferos y frente a minas de diamante y oro. Allí abortaron la oferta china de construir un megaoleoducto que pasaba por Kenia y terminaba en el Océano Indico. En Libia, la primera reserva de petróleo de África y la segunda de agua dulce del planeta, y donde unas 70 empresas chinas operaban, tras la toma del poder por los islamistas proOTAN, éstas han sido excluidas del mercado. Las sustituyen Alcatel-Lucent o Total.

Hilary Clinton criticaba en agosto de 2012 el hecho de que los africanos trabajaran con países que infringen los derechos humanos (o sea, China) y no con defensores de los valores democráticos (o sea su país). El principal objetivo de la OTAN es acabar con la contundente presencia china y su política basada en negocios que procuran beneficios mutuos, frente a la de EEUU y sus socios, que implantan bases militares, entrenan a soldados y pegan tiros.

En Mali

Vista la secuencia de los hechos, la cosa puede levantar la sospecha de ser una crisis planeada: 22 de marzo, golpe militar del oficial Amadou Sanogo, entrenado por los marines estadounidenses en Tejas, contra el presidente Amadou Touré, quien iba dejar el poder en las elecciones que debían celebrarse en abril; después llega la declaración de independencia del norte del país por los “laicos” tuareg y sus aliados islamistas (entre ellos los al qaedistas dirigidos por el argelino Mojtar Belmojtar, un ex muyahed que luchó en Afganistán, al servicio de EEUU contra el gobierno marxista de Nayibolah). El ejército aplaca la insurrección  y pide  ayuda a la ONU –ayuda que iba a ser política y de mediación, que no militar-para poner fin a una guerra tribal, abriendo el camino a la intervención extranjera.

Desde el inicio de 2012, el conflicto ya ha obligado a unas 200.000 personas a huir de sus hogares.

Malí, “el Sudán francés”, fue gobernado, tras su independencia de la metrópoli en 1960, por el socialista Modibo Keita, quien estrechó lazos con la Unión Soviética en materia comercial, cultural y militar. En 1968, el  golpe de Estado organizado por Occidente que derroca a Keita, no impide el avance del “socialismo africano” en Angola, Etiopía y Mozambique, que se mueven en la zona de influencia soviética.

El fin de la URSS y la caída de aquellos gobiernos, deja el escenario libre a China y a los occidentales para ampliar su influencia en el continente. Con la privatización de los recursos naturales de Mali, las multinacionales europeas y las empresas chinas se hicieron con sus minas y su petróleo (ubicado justamente en la zona norte). El uranio maliense abastece el 38% de la necesidades de las 54 centrales nucleares francesas, mientras otro 50% se extrae de los países vecinos de Mali. Los contratos que unas 20 empresas chinas han firmado con este país, consisten en donaciones, préstamos sin intereses para construir viviendas y escuelas, inversión en industrialización, agroindustria, educación, salud y comunicación, así como en el desarrollo de una red ferroviaria.

En el vecino Níger, China ha roto el monopolio francés sobre el uranio de Azelik, y trabaja en la extracción de petróleo y la modernización de las instalaciones petrolíferas del país. En Chad, cerca de la capital, Yamena, y junto a la mayor base militar de Francia en África Central (desde donde ataca a Mali), China construye un oleoducto, una refinería, y un aeropuerto. La misma política en Camerún,  Mauritania y Burkina Faso.

El regreso al colonialismo

La fragilidad de los regímenes afines a EEUU y Europa, en Asia y en África –por ser dictaduras corruptas, además de ser incapaces de garantizar un mínimo de bienestar a sus ciudadanos-, está propiciando la vuelta al colonialismo directo y con tropas en el terreno, asegurándose así un acceso duradero a los recursos naturales y las rutas comerciales. De ahí que EEUU y sus socios no vayan a salir de Irak, de Afganistán ni de Libia… por voluntad propia.

Que China – potencia sin bases militares fuera de su territorio- haya votado a favor de la intervención política de la ONU en Mali (que no el envío de tropas), muestra la importancia que tiene la estabilidad para su negocio de vender productos de consumo popular, y también garantizar la seguridad de sus ciudadanos. En 2012, medio centenar de trabajadores chinos fueron raptados en Egipto y Sudán.

A Pekín no le iría mal que los franceses aplastaran a los extremistas y bandidos, incluso si se quedaran atrapados en lo que va a ser un gigantesco pantano, mejor que mejor. ¿Piensa lo mismo la Alemania de Merkel, que se ha negado a echarle una mano a Hollande en ésta hazaña?