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Caracas, noviembre 18 – Un 18 de noviembre del 2004, el pueblo venezolano se estremeció con el asesinato del fiscal valiente Danilo Anderson, quien investigaba el golpe de estado del 13 de abril y el paro petrolero de los años 2002 y 2003. El poder político-económico y la delincuencia se unieron para acabar con la vida del Fiscal Valiente, que solo cumplió con el deber que el Estado y el pueblo le asignaron. A ocho años de los hechos se sigue clamando justicia.
Anderson fue mano derecha del entonces Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez, en la investigación seguida a más de 400 personas presuntamente implicadas en el golpe de Estado del 11 de Abril de 2002 y las muertes que por estos sucesos se produjeron en Caracas. También estuvo presente en el restablecimiento de la señal del canal estatal Venezolana de Televisión, el día 13 de abril de 2002, luego de que fuera sacado del aire por las fuerzas golpistas. Asimismo conoció los casos por el sabotaje petrolero de 2002 y 2003, por lo que llevaba sobre sus hombros la gran responsabilidad de investigar a personeros de la oposición y hasta del propio alto gobierno.
De orige humilde, nació el 29 de octubre de 1966 en Caracas y vivió en la populosa parroquia La Vega por 34 años. Se graduó de abogado en la Universidad Central de Venezuela en 1995, se especializó en Criminología y leyes ambientales; trabajó como Inspector General de Hacienda y en el 2000 ganó un concurso de credenciales que selló su ingreso al Ministerio Público.
Fue asesinado a la edad de 38 años, luego de haber salido de clases de postgrado, el 18 de noviembre de 2004 en la calle Vargas de Los Chaguaramos, cuando estalló un artefacto explosivo C4 colocado debajo del asiento del conductor de su camioneta Toyota Autana, color amarillo, presuntamente activado vía teléfono celular. En el sitio donde pereció trágicamente, hoy se erige un monolito en su memoria.
El tiempo pasa sin que se conozca la verdad de este atentado terriblemente consumado. La Fiscalía imputó a unas cuantas personas, otras cumplen prisión con largas condenas, otras cayeron abatidas en enfrentamientos con funcionarios policiales y algunas más están prófugas de la justicia, vendiéndose ante la opinión pública como exiliados.
¡Danilo vive!
¡La lucha sigue!