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En forma práctica y efectiva, los «préstamos» del nuevo FMI reciclado por el G-20 (solventados con dinero público y garantía del Estado) van a estar destinados a salvar a las mismas corporaciones y bancos privados trasnacionales que generaron la crisis en los países subdesarrollados y emergentes.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), considerado en gran medida «irrelevante» hace seis meses, fue el mayor ganador de la cumbre de líderes del Grupo de los 20, según coinciden medios y analistas internacionales.

«El FMI está de vuelta», dijo el director gerente de este organismo financiero , Dominique Strauss-Kahn. «Hoy tenemos la prueba», señaló al conocer la potencialización del FMI por la cumbre.

Los líderes mundiales del G-20 acordaron cuadriplicar la capacidad financiera del FMI a US$1 billón (millón de millones) para «manejar las crisis» y auxiliar a las entidades quebradas en los países «en desarrollo», y le encomendaron (como en los viejos tiempos) el «monitoreo» para verificar si sus miembros están estimulando sus economías suficientemente y reformando sus sistemas regulatorios.

En su comunicado el G-20 anunció además una inyección de «emergencia» de US$ 500.000 millones en el FMI, además de aumentar en US$ 250.000 millones sus emisiones de giro, es decir, el dinero que puede desembolsar el organismo multilateral.

«Si se tiene en cuenta que los otros dos temas de la cumbre -el estímulo fiscal coordinado y la regulación financiera- fueron despachados con una mera enunciación de principios, no cabe duda que el FMI se lleva la parte del león de la cumbre», señala la cadena BBC.

«Decidieron aplicar la misma medicina que está matando al paciente: un billón de dólares, más dinero para un hueco sin fondo; pero no sólo eso, sino que decidieron fortalecer a uno de los grandes culpable de la crisis que es el FMI, que por el contrario habría que cerrarlo», señaló el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

La Cumbre cuadruplicó las reservas del FMI en US$ 1 billón, que convierte al organismo multitaleral en lo más similar a un Banco Central del mundo que interviene en última instancia para evitar el derrumbe de sus miembros acosados por la crisis recesiva global.

Así como los bancos centrales de las metrópolis imperiales de EEUU y Europa pilotean los «rescates» de empresas y bancos quebrados (con dinero publico y garantía estatal), de la misma manera el FMI va a cumplir el mismo rol a escala de los gobiernos de los países «emergentes» y «subdesarrollados» del Sur periférico.

Esto arroja una primera señal: Además de convertirse en un «banco central mundial» de la crisis, la nueva función del FMI tendrá como aspectos centrales, A) asegurar que el dinero prestado vaya prioritariamente en auxilio de los bancos quebrados (salvar al sistema financiero es la prioridad), y B) monitorear el cumplimiento de las obligaciones «condicionantes» que conllevan el otorgamiento de los préstamos.

El historial de intervenciones del FMI no suele tranquilizar a los países receptores porque sus programas de ayuda vienen con las llamadas «condicionalidades», es decir, recetas económicas que se deben aplicar para hacerse acreedores de los préstamos.

Mark Weisbrot codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas de Washington, señala que en los nueve acuerdos que el FMI negoció desde septiembre de 2008 con distintos países (de El Salvador a Pakistán) las recetas no cambiaron: Contracción del gasto público, aumento de las tasas del interés y reducción salarial.

En tiempos de crisis recesiva y de achicamiento del consumo como la presente, estas «condicionalidades» pueden potenciar y agravar los colapsos económicos en los países subdesarrollados y provocar estallidos sociales como el de Venezuela de 1989 y Argentina en 2001.

Según The Wall Street Journal, los analistas todavía están estudiando cómo se financiarán estos nuevos fondos del FMI, pero nadie duda del primer destino que tendrán: Europa del Este.

La situación de varios países del ex bloque comunista – Letonia, Hungría, Ucrania – es muy crítica y podría generar un nuevo efecto «vodka» por la presencia de bancos austríacos, italianos y suecos en la región.

Para un conjunto de analistas, la situación de los países de Europa del Este en el contexto de la crisis regional se puede comparar con la de América Latina en la década del 80.

Cuando en 1982 se desató la «crisis de la deuda», el sistema financiero sionista internacional ingresó en un colapso por la crisis con peligro de «cesación de pagos» en que ingresaron países como México, Brasil y Argentina.

La intervención del FMI, como ahora sólo orientada a salvar al sistema bancario, terminó de hundir a América Latina en lo que se llamó la década perdida.

La presente crisis financiera recesiva, con caída del consumo y despidos laborales, exportada originalmente desde EEUU y la Unión Europea, se contagia aceleradamente a las llamadas economías «emergentes» y «subdesarrolladas» de Asia, África y América Latina.

En las regiones periféricas del planeta capitalista, según lo describen los últimos informes y estudios, la desaceleración económica viene acompañada con el peor de los fantasmas: La desocupación laboral, con aumento de la marginación y peligro de estallidos sociales.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que habrá 50 millones de desempleados a fin de año, el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que por primera vez desde la posguerra el crecimiento económico será negativo (entre el 0,5 y el 1%) y nadie sabe exactamente cuánto «activo tóxico» (deuda incobrable) está dando vuelta en el planeta.

Como efecto del derrumbe globalizado, los países «subdesarrollados» y «emergentes» de Asia, Africa y América Latina se están acoplando al tsunami financiero-recesivo, mientras la baja del petróleo y las materias primas, agregada a la suba imparable del dólar, preanuncia una mayor agudización del proceso recesivo con baja del consumo y aumento de despidos en las empresas transnacionales.

De acuerdo con lo que ya se verifica en la realidad, se están quemando etapas: En América Latina como en los países de la periferia asiática y africana, la crisis financiera ya devino (por medio de la recesión) en crisis estructural, y rápidamente se dirige hacia la crisis social (el emergente de los despidos laborales) de mano de la desocupación que empieza a extenderse a escala planetaria.

En este escenario, el G-20 (bajo presión directa de EEUU), con un FMI reciclado y convertido en «banco mundial» de la crisis, decidió lanzar un nuevo proceso de endeudamiento del sur periférico para salvar prioritariamente al sistema financiero colapsado.

Como en los países centrales, los «rescates» (realizados con endeudamiento solventado con dinero público) no van a estar a orientados a restablecer la producción y el consumo, sino a salvar a los bancos y entidades privadas quebradas y a reactivar un macro negocio financiero con la crisis.

Con un detalle: Los bancos y empresas quebradas en el mundo «subdesarrollado» o «emergente» son filiales de las corporaciones trasnacionales imperialistas que tienen sus casas matrices en EEUU o en Europa, que han «exportado» la crisis financiera recesiva a las áreas emergentes.

Así como las potencias centrales (con EEUU y la UE a la cabeza) son las grandes exportadoras de crisis mundial, los bancos y empresas transnacionales imperiales son los grandes exportadores de desocupación masiva a escala global.

Esas empresas y bancos trasnacionales, que hegemonizan el control mayoritario del sistema económico productivo en los países subdesarrollados o emergentes, son los principales generadores del colapso financiero recesivo con crisis social que ya se expande desde el centro a la periferia del mundo capitalista.

En forma práctica y efectiva, los «prestamos» del nuevo FMI reciclado por el G-20 (solventados con dinero público y garantía del Estado) van a estar destinados a salvar a las mismas corporaciones y bancos privados trasnacionales que generaron la crisis en los países subdesarrollados y emergentes.

En este escenario, la presencia «salvadora» del banco central de la crisis equivale a la del zorro custodiando el gallinero.