Homar Garcés
Por ello, al plantearse una revolución de contenido popular y socialista, se debe reafirmar la necesidad de cambios que motivara la insurgencia (pacífica o violenta) de los sectores populares contra el orden establecido, sobre todo en lo que respecta al funcionamiento y las estructuras del Estado, concebido éste para servir de muro de contención, de coacción y de legitimación de las minorías gobernantes, por lo que no se puede excusar la misión de transformarlo radicalmente en función de los intereses y la soberanía de las mayorías. Esto implica echar mano a herramientas legales y extralegales que propicien la organización, la participación, la formación teórica y el protagonismo del poder popular, de manera que éste adquiera una autonomía funcional frente al Estado mismo, así como de sus intermediarios tradicionales, es decir, los partidos políticos. Es preciso, por tanto, producir un estado de efervescencia social que impulse cambios constantemente en lo político, lo social y lo económico (extendiéndose a lo cultural e, incluso, a lo espiritual) con la finalidad de construir una realidad absolutamente diferente y revolucionaria. Sin embargo, hay que advertir igualmente que esto -sin una efectiva y consciente participación del pueblo, obligado a un acompañamiento puramente pasivo o electoralista sin mayor trascendencia- podría convertirse en una aspiración más, frustrándose su concreción.
Hará falta, entonces, que los grupos revolucionarios se profesionalicen de alguna forma, dedicados a hacer la revolución socialista en todos los ámbitos de la vida social, al mismo tiempo que dan nacimiento a las tesis que recopilarán y definirán las diversas experiencias revolucionarias populares que tendrán lugar, en un proceso continuo de debates y propuestas que sirvan de referencia -sin ortodoxia alguna- a aquellas que puedan surgir en otras latitudes. Se debe confrontar el dominio ideológico-cultural del sistema capitalista, desmenuzando sus soportes (presentes en la educación, la religión, la cultura, los medios de información masivos y, en la cresta de la ola, el consumismo que nos induce a mantener un estilo de “vida” poco diferenciado al uniformarnos y condicionarnos en cuanto a gustos, comportamientos, valores y usos), que enclavan las relaciones de dominio y de explotación en la conciencia de cada uno. En la medida que ello se vaya acentuando y extendiendo entre los sectores populares, tendrá cabida la posibilidad de estatuir siempre un orden social más justo que el vigente.-
