José Suarez Danós
Desde que George Bush llegó al poder de los EE.UU. en el 2001, los aparatos de terrorismo mediático de la potencia convirtieron la imagen del presidente venezolano Hugo Chávez en ícono insustituible de su propaganda falaz.
Y la inocultable injerencia de Washington en los procesos electorales de América, también comenzó a utilizar el perfil del mandatario a modo de “siniestro personaje” esencial para desinformar a la opinión publica internacional.
De allí que sus artesanales libretos de propaganda apelen permanentemente a Chávez aplicando lineamientos goebbelianos -“la mentira repetida mil veces”-.
Ello para persuadir “de lo terrible” que podría ser para los electores de un país, optar por un candidato presidencial similar al mandatario venezolano en su no alineamiento con el neoliberalismo y en la no dependencia del “sistema” imperial.
Por esa razón Chávez se ha constituido desde el 2001 en obligado “candidato virtual” de todos esos procesos electorales presidenciales, incluyendo los de EE.UU. que sirven para disfrazar a su plutocracia de “democracia”.
Con la propaganda e intoxicación de EE.UU. contribuyen entidades gubernamentales de Washington, grupos corporativos de comunicación privada, unidades de operaciones sicológicas y agencias de inteligencia sufragadas por la potencia.
En ese contexto es notoria la labor desplegada por la “NED”, la “USAID”, la “Sociedad Interamericana de Prensa” (SIP), la organización de fachada “Instituto Prensa y Sociedad” (IPYS) con sede en Perú (1), la empresa contratista “The Rendón Group” de EE.UU. y medios de prensa españoles (“ABC”, “El País” y otros).
Un factor que ha favorecido a la propaganda imperial en los países por operar, es el bloqueo de información efectuado sobre la real situación de desarrollo y progreso de Venezuela desde el primer mandato de Chávez.
Ello ha permitido a sus intereses alcanzar algunos de los resultados propuestos, pero en otros lugares no ha podido influenciar decisivamente.
Pero si hay un país en donde esos métodos de desinformación resultan totalmente ineficientes es precisamente Venezuela, dado que su población no puede ser objeto de manipulación con engaños absurdos que se atribuyan a Chávez.
La razón es la alta concientización política alcanzada por su población, la democratización de la comunicación social promovida por su presidente desde el 2002 y el contacto directo mantenido por el mandatario con su pueblo.
Pero para tratar de influenciar a como de lugar en el proceso electoral venezolano, Washington habría decidido introducir algunas “innovaciones” a su nada oculta injerencia.
Estaría ejecutando actos de sabotaje y terrorismo que afecten la imagen del actual gobierno de Chávez, los que amplificados por un apocalíptico terrorismo mediático, disminuyan su actual aprobación electoral y consoliden en el extranjero una “masa crítica” en favor de su opositor electoral.
Con ello se pretende confundir a la opinión pública internacional acerca de la amplia ventaja que lleva Chávez en la opción de voto -50% contra 32% (2)– sobre su adversario Henrique Capriles de la ultra derecha neoliberal.
Esto para aproximar las cifras reales de aprobación a falsos guarismos de un artificial “empate técnico” requerido para desinformar en el exterior (3).
Pero algo que parecería estar sumamente claro para el neoliberalismo opositor electoralmente a Chávez, es que los votos de su casi irreversible derrota del 7 de Octubre serían utilizados como pasaporte para una aventura no democrática.
La justa electoral no sería sino la anhelada ocasión para tentar de nuevo el objetivo de defenestrar del poder a Hugo Chávez mediante un plan subversivo –“Plan B”- que ya estaría coordinado con los EE.UU., tal como lo deja entrever Eva Golinger (4).
Infundadas reclamaciones que realizaría la derecha venezolana sobre “fraude electoral” y una falsa “parcialidad” de la autoridad electoral, darían inicio a una súbita violencia necesaria para ejecutar ese “Plan B”.
A partir de ese momento la subversión disfrazada de “exigencias políticas” comenzaría acciones desestabilizadoras que se estima se producirían a partir de la madrugada del 8 de Octubre o dos días antes de los comicios –eso lo decidiría “USAID”-.
El terrorismo mediático venezolano y extranjero atribuiría en sus titulares de prensa esa violencia a una inexistente “fuerte oposición política a Chávez” para encubrir la autoría foránea.
El objetivo principal de los conspiradores nacionales y extranjeros sería crear el marco de violencia subversiva que abra camino a un pretendido “gobierno de transición de Venezuela”, tal como en los casos de Libia y Siria.
La indefinición actual del candidato Henrique Capriles sobre si reconocerá o no los resultados electorales que emitirá el “Consejo Nacional Electoral” de este país –CNE-, no haría otra cosa sino casi confirmar lo antes mencionado.
Por otro lado el anuncio de “CNN en Español” de que trasmitirá “en directo” las elecciones en las cuales el neoliberalismo perdería, sería señal inequívoca que algo extraordinario se estaría gestando.
Ello porque en el 2002 “CNN” ya fue cómplice de un golpe de Estado de Washington contra Chávez (5).
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