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Cuando pensé en escribir este artículo regrese a mis notas, a una serie de citas de articulistas reconocidos y empecé a escribir; el sabado pasada las 3 de la mañana desperte a mi compañera y se la leí. Ella la escucho con esa paciencia coya que delata sus raices donde los hijos del maíz se entrelazan con los europeos que ya no se fueron; cuando terminé me dijo “Amor muy lindo, ahora es un bodrio…, me perdí cuando te explayaste en la clausula gatillo y el ADN del maiz..”, sonrió, se volvio a acurrucar y palmeandome la mano desde abajo de las colchas volvió a dormirse.

Regrese a la mesa del comedor, miré la mesa en desorden y tomando todo el papelerío salí afuera, lo puse en mi horno a leña y lo encendí. Mientras fumaba mi pipa pensé en todo eso y me dije vamos a escribir otra cosa…De esa larga fumada (soy un viejo fumador de pipa) frente al fuego en el patio de mi casa, salio esto.

De que hablamos cuando hablamos de patentes? De Derecho de autor? De propiedad intelectual? De patentes de software? De patentes agricolas? De patentes biomédicas?.

Básicamente; estamos diciendo que un Señor X, nos impide acceder a un conocimiento, a una obra cultural, a una semilla, a una formula medicinal o a su origen, al conocimiento genetico de nosotros mismos y de la vida en sí. Aduciendo que él es el dueño por descubrimiento o creación, pero en esa aseveración desconoce que ese conocimiento ya pertenece al pueblo, a la humanidad como caminante de la historia y a la carga emocional y genetica del humano como nodo de la red que somos en sí más allá de la conectividad que tengamos y a la vez el humano, es un nodo en la red, que formamos con el bioma que nos circunda. El concepto es el mismo que el de la Iglesia de la Inquisición, que aducia que los conocimientos del hombre debían pasar la zaranda de los representantes de Dios en la tierra.

Si decimos que las primeras sociedades humanas se aglutinaron alrededor de complejos agricolas que levantaron las tribus sedentarias, contrariamente a las nómadas que se sirvieron de la ganadería y la caza; estamos diciendo que en el comienzo de la organización ya existian los recursos de los que el hombre se sirva aún hoy. Ya existía la semilla que daría origen a los cultivos, porque eran plantas que se encontraban en el bioma que habitaban y los primeros hombres reprodujeron sirviendose de las semillas que recolectaron de la selva y el bosque y la ingeniería genética es la ciencia de mezclar saberes geneticos de una especie con otra o sea cosas que ya existían con otras que ya existían. O sea que pagamos por saberes existentes? Sí; no solo eso saberes que nos pertenecen y nos son negados.

La similitud entre el soft y la semilla, entre el agronegocio y el tecnonegocio es lineal e implacable. Son dos monopolios, que se apropian de saberes ajenos y nos cobran por ellos. Nos saquean y luego nos venden lo que nos han saqueado a precios viles.

En méxico se han dado casos de campesinos enjuiciados por usar semillas derivadas de las de Monsanto, o sea sembro maiz de Monsanto y guardó el grano. Al año entrante sembro ese grano que es suyo por haberlo pagado, por haberlo sembrado y cosechado; y sin embargo la ley lo condena a pagar a Monsanto.

Aquí un joven compra un programa privativo, lo copia y se lo obsequia a su amigo, algo de lo que tiene pleno derecho por haberlo pagado, sin embargo la justicia lo condena por piratería.

Sin embargo; ni Microsoft, ni Monsanto, ni la Fundación Rockefeller son juzgados y condenados por financiar a Mercenarios en Afganistan (Black Water), ni por las vacunas que inyectaron a mujeres del Africa subsahariana que provocaron la esterilización, ni por la pobreza intelectual que provocan.

Cuando hablamos de patentes hablamos de exclusión, de pobreza, de quitar posibilidades al otro.

Tan sencillo como esto.