La intensificación de la crisis económica, con consecuencias sociales devastadoras, está teniendo efectos políticos de gran envergadura. Aquí se analiza este proceso en el contexto europeo desde la perspectiva de las posibilidades y los retos de la izquierda anticapitalista.
La crisis económica está llevando la crisis política a una nueva fase. Las políticas de la austeridad se enfrentan a resistencias cada vez más fuertes tanto en el terreno electoral como en la esfera de la movilización social. Muestra de esto son los recientes resultados electorales en Francia o Grecia. Estos resultados, tienen en común el hecho que los partidos que han formado gobiernos de austeridad pierden centralidad política. Tanto la huelga del 29 de marzo como las movilizaciones más recientes —con motivo del primer aniversario del movimiento 15M o la gran huelga de la enseñanza del 22 de mayo—, han puesto sobre la mesa el dinamismo movilizador existente, arraigado en un sentimiento generalizado de rechazo a los recortes y al sistema que los permite.
Desde el estallido de la crisis en 2007, las élites económicas y políticas europeas se han dedicado a aplicar políticas destinadas a defender los beneficios del 1%. La apuesta para transferir los gastos de la crisis a las clases populares está siendo una realidad irrefutable para la mayoría de la población.
El consenso neoliberal sobre cuáles son las salidas a la crisis se está rompiendo y esto facilita el surgimiento de nuevas propuestas (ideológicas y organizativas) que generan crisis políticas. Se rompe también el bipartidismo, la alternancia política entre la derecha neoliberal y la socialdemocracia neoliberal peligra en Europa. No se trata de un proceso cerrado, la perspectiva futura dependerá en gran medida de la actividad del presente.
Polarización
Las elecciones griegas, que se repiten a mediados de junio, son la muestra más clara de cómo la grave crisis económica se traslada también a la esfera electoral. Los dos grandes partidos, la socialdemocracia representada por el Pasok y la derecha de Nueva Democracia (ND), que agrupaban cerca del 80% del voto en las elecciones del 2007, bajan captando sólo el 20% del voto. Syriza, una coalición antineoliberal, obtiene un 17% de los votos. Las encuestas más recientes llegan a dar a Syriza cerca de un 27% de los votos a las elecciones del próximo mes de junio, hecho que la convertiría en la primera fuerza del país. En el centro del programa de Syriza está la oposición a los planes de austeridad impuestos por la Troika (FMI, UE, BCE). Pero la oposición a la austeridad no se puede construir sólo en la esfera electoral. Por eso es importante la existencia de la coalición anticapitalista Antarsya, que a pesar de obtener unos resultados modestos del 1,2% del voto, es una organización presente en las luchas sociales, en los sindicatos, en las universidades y en los barrios (ver página 8). Antarsya ha impulsado la construcción del frente unido antifascista (ver caja). Además de tejer alianzas con todos los sectores de la izquierda que se oponen a los planes de la austeridad, deberá poner todo su énfasis en la capacidad de autoorganización de la clase trabajadora.
Los resultados electorales en Francia son también una muestra del castigo electoral que reciben los gobiernos de los recortes. Pero Hollande, el nuevo presidente francés del Partido Socialista, lejos de suponer un cambio de rumbo a la UE, pretende gestionar la austeridad y no es ninguna alternativa. Los resultados electorales del Front de Gauche (FG), con el 11% de los votos, son un ejemplo de un proceso más general que se está dando a nivel europeo. El centro político se está debilitando, el voto se polariza y vemos el crecimiento de la extrema derecha por un lado y de una nueva izquierda reformista-radical por el otro. La izquierda que está sacando más rédito político de la situación actual es, en una u otra forma, reformista y ocupa de forma natural el espacio político a la izquierda de la socialdemocracia. Este es el caso de Syriza en Grecia o el FG en Francia. En menor medida IU también puede tener este papel en el Estado español.
Se abre por lo tanto la posibilidad de formación de “gobiernos de izquierdas” en Europa. Estos gobiernos estarán sujetos a la enorme presión política y económica de la UE, el FMI y los mercados financieros. Como Chile en 1973, o Venezuela más recientemente, la clase dirigente no aceptará las decisiones democráticas si van en contra de sus intereses. Los estados no son neutrales, son herramientas de dominación de clase. La supervivencia de estos gobiernos quedará sujeta a la capacidad de la clase trabajadora para mantener la tensión mobilizadora y la solidaridad internacional contra los planes del 1%. De aquí nace la necesidad de tener espacios y organizaciones independientes de la izquierda anticapitalista y revolucionaria que generalicen las mejores experiencias de lucha y que, a diferencia de la izquierda reformista, no prueben de encorsetar la rabia creciente entre las clases populares dentro de un discurso posibilista incapaz de ver más allá del marco de un sistema que no nos puede ofrecer soluciones.
El círculo vicioso de la deuda
El gobierno del PP, que en menos de 100 días ha sufrido una huelga general masiva, el resurgimiento a gran escala del movimiento 15M y las derrotas electorales en Andalucía y Asturias, está enfrentándose a una crisis política interna que, desvinculada en parte del ciclo electoral, se traduce en más movilizaciones y la generalización de un ambiente contra la austeridad y cada vez más anti PP. En el Estado español, la administración, tanto del PP como del PSOE, ha cedido a los bancos 115.000 millones de euros sin ninguna contraprestación, incluidos los 23.465 millones a Bankia el mes pasado. Ha avalado activos tóxicos por valor de 240.000 millones de euros, que es poco probable que sean devueltos. El problema de la deuda, que en el Estado español es fundamentalmente privada (sobre todo de grandes empresas) se está transfiriendo a las arcas públicas en forma de rescates bancarios y a su vez es utilizado como argumento político para justificar los recortes. Al mismo tiempo, la presión fiscal sobre las rentas más altas es inferior a la media europea. Los recortes sociales y laborales, y la pérdida progresiva de poder adquisitivo de la mayoría, hace bajar el consumo y la economía se estanca. Las políticas económicas neoliberales están empeorando la crisis económica (de hecho el Estado español está en recesión desde el abril pasado).
Los gobiernos del PP en el Estado español y de CiU en Catalunya son la cristalización política de los intereses económicos de las grandes empresas. Son el eslabón débil. A través de las pequeñas rendijas de la democracia actual, los gobiernos de la austeridad son, y cuando más movilizaciones hayan más lo serán, el punto débil de la cadena de dominación de la austeridad. Por eso es tan importante construir un movimiento de oposición, basado en una gran coalición social contra los recortes sociales, laborales, nacionales y ecológicos, que sepa traer la energía y las ideas del movimiento hacia el objetivo de echar a estos gobiernos.
Cada pequeña victoria del movimiento será una bocanada de aire fresco que ayudará a que crezca la confianza de las personas que luchan en su propio poder de movilización, facilitando las victorias de las luchas futuras. Como sabemos que la caída de estos gobiernos no garantizará una salida de la crisis que sea favorable a la mayoría, hace falta que en este proceso de lucha se vayan forjando alternativas políticas basadas en el poder de las asambleas en las plazas, en los puestos de trabajo, en las escuelas y universidades. Esta perspectiva política para el movimiento no es contradictoria con las diversas iniciativas de lucha que se están impulsando. Pero, cuando la mayoría de la sociedad ve que los gobiernos de la austeridad son los representantes políticos de los intereses de las grandes empresas, se convierten a sí mismos en el enemigo político número uno.
Hace falta un gran frente antirecortes que incluya, a los y las activistas del 15M, pero también las organizaciones políticas y sindicales que se oponen a la austeridad. La ideología reformista permite responder al malestar social creciente con un lenguaje y unas propuestas que son cercanas al pensamiento mayoritario. La utilidad de las ideas anticapitalistas y revolucionarias se demuestra en los espacios de lucha comunes. Para eso hace falta, por un lado, movimientos amplios que den cabida a todas las persones que se oponen a la austeridad, y por otro, hay que seguir trabajando en la construcción de un polo revolucionario y anticapitalista arraigado en las luchas. Dicho esto, es importante romper el aislamiento que la izquierda combativa a menudo se autoimpone, porque es en el debate estratégico y táctico del movimiento donde se ponen sobre la mesa las limitaciones del reformismo.
Los retos de la izquierda anticapitalista
Que Syriza obtenga buenos resultados es positivo porque debilita la posición, hasta ahora hegemónica, de los representante políticos de la Europa del capital. Pero la victoria de Syriza no se puede explicar sin mirar las 17 huelgas generales que ha vivido el país, las experiencias de control obrero, las huelgas sectoriales o la resistencia ante la represión. Hacer hincapié en la capacidad de lucha de la clase trabajadora es un elemento clave. Al mismo tiempo, la izquierda anticapitalista, liberándose del sectarismo, tiene que ser capaz de llegar a acuerdos con los sectores más reformistas para permitir el surgimiento de luchas generalizadas que ayuden a hacer crecer las propuestas de salida de la crisis desde una perspectiva anticapitalista. Para eso es importante que existan organizaciones y espacios anticapitalistas que desde una posición independiente puedan impulsar luchas conjuntas con los elementos más combativos de la izquierda reformista.
No obstante, hace falta no perder de vista la inmensa capacidad de reagrupamiento social y político que las propuestas de la izquierda reformista-radical, Syriza en Grecia o el Front de Gauche (FG) en Francia, pueden tener. La bajada electoral del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), y su crisis interna, con sectores que apuestan por la unidad electoral con el FG y otros que se oponen, es un hecho que nos tiene que preocupar. La nueva propuesta por parte del NPA de lanzar dos grandes campañas, una contra el fascista Frente Nacional y otra que agrupe el FG, el NPA y todos los sectores que se opongan a las medidas de austeridad, es un elemento que hará ganar credibilidad a las propuestas de los sectores anticapitalistas. Esta orientación puede permitir construir un presente de lucha, mucho más allá de las elecciones, para hacer frente a la austeridad “de izquierdas” que representa Hollande. G.B.
Crece la amenaza fascista
En Grecia, el descenso de la formación ultraderechista Laos se explica por su participación en el gobierno tecnócrata griego. Pero uno de los hechos más destacables y preocupantes de las elecciones griegas ha sido la irrupción del partido Chrysi Avgi (Amanecer Dorado). Con un 7% del voto, Amanecer Dorada, a diferencia de Plataforma per Catalunya (PxC) o el Frente Nacional francés de Marinne Le Pen, no representa la extrema derecha populista. Se trata más bien de una formación política abiertamente fascista, que niega el holocausto o que trata “de escoria humana” a las personas migradas. Su líder decía al poco de las elecciones “temednos que llegamos”. No se trata de neofascistas con traje, son más bien fascistas abiertamente violentos.
Allí como aquí, en un contexto de crisis, parar el crecimiento de las organizaciones fascistas tiene que ser una prioridad para todos los sectores democráticos de la sociedad. En este sentido, el impulso de plataformas amplias que confronten a los fascistas se está demostrando no sólo como una herramienta eficaz, sino también como una tarea totalmente imprescindible. En Gran Bretaña, el trabajo hecho por la plataforma Unite Against Fascism explica el descenso electoral del partido fascista BNP, que ha perdido todos los escaños que mantenía en las reciente elecciones locales.
Aquí, alejados del ciclo electoral, nos enfrentamos a dos amenazas. Por un lado, la apertura de un local fascista en Barcelona inspirado en la casa POUND italiana, puede ser una amenaza que se extenderá si no conseguimos cerrarlo. Por otro lado, Josep Anglada, líder de la fascista PxC, anunciaba hace pocos días la intención de lanzar un nuevo proyecto político, Plataforma por la Libertad, que sería la expansión estatal de PxC. G.B.
(*) Guillem Boix (@guillemics) es militante de En lluita / En lucha