Autor: Agencias

 

El Cairo, agosto 22 – Egipto ha solicitado formalmente un préstamo de 4.800 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI), dijo un portavoz de su presidente el miércoles durante una visita a El Cairo de la presidenta del organismo, Christine Lagarde, para discutir el apoyo a la golpeada economía del país.

El ministro de Finanzas de Egipto dijo la semana pasada que El Cairo discutiría la posibilidad de un préstamo más amplio de lo esperado. El Gobierno previo había pedido un paquete de 3.200 millones de dólares pero no se finalizó el acuerdo.

 

La presencia de Lagarde fue requerida por Egipto y señalaría la determinación de ambas partes por sellar un acuerdo largamente esperado después de que el presidente Mohamed Mursi, quien asumió el poder el 30 de junio, designó su primer Gobierno el mes pasado.

«Hemos pedido oficialmente un préstamo de 4.800 millones de dólares del FMI y se están realizando conversaciones sobre la solicitud», dijo el portavoz Yasser Ali mientras Lagarde mantenía discusiones con Mursi.

Lagarde dijo que el FMI quería apoyar a Egipto y sostuvo que los detalles y términos del paquete de ayuda aún tenían que ser definidos. Un equipo del FMI mantendrá más conversaciones el jueves en El Cairo antes de volver a Washington y luego regresar a Egipto para reanudar la negociación.

Durante 18 meses de disturbios políticos desde el derrocamiento de Hosni Mubarak, sucesivos Gobiernos egipcios negociaron con el FMI para asegurarse financiamiento de emergencia.

Pero no se alcanzó ningún acuerdo y los problemas fiscales y de la balanza de pagos de Egipto empeoraron. Un éxodo de inversores extranjeros luego de los disturbios dejó a los bancos locales respaldando gran parte del corto plazo y otros préstamos al Estado.

El Gobierno también tomó prestado directamente del banco central.

Las reservas extranjeras han caído bien por debajo de la mitad de los niveles vistos antes del levantamiento popular del año pasado contra Mubarak y la reticencia de los inversores por volver se basa en parte a los temores de que una devaluación de la moneda pueda aniquilar cualquier rendimiento.