Cada día se hace más patente la urgente necesidad del protagonismo de la clase obrera en los procesos políticos que están ocurriendo en el mundo entero. Pepe Mújica ha dicho que Mercosur no tiene porvenir sin la participación activa de la clase obrera; tiempo antes, Chávez habló del contenido social que necesitaba la integración del continente y Daniel Ortega planteó la necesidad de la unidad sindical de los países del Alba.

En la terrible crisis estructural que padece el capitalismo, América Latina es el continente que ofrece un claro porvenir a la humanidad, mientras Estados Unidos y Europa están viviendo la más profunda crisis que conoce la historia y es obvio que en la base del fenómeno la cuestión social está jugando papel determinante. Es, precisamente, la clase obrera la principal víctima de la crisis y la que está encabezando las acciones de masas que ocurren en esos países.  Lo que se está demostrando es que el capitalismo conduce al hundimiento y eventualmente a la destrucción de la humanidad.

Tal como lo ha planteado el materialismo histórico, los modos de producción y, en consecuencia, los sistemas políticos están determinados por la organización social. La historia de la humanidad, desde que aparecieron las clases sociales, no es otra cosa que la lucha de clases. Hasta ahora las clases dominantes, con la excepción de algunos países, han establecido su dominio sobre el resto de la sociedad y las clases oprimidas no han cejado en la lucha por su liberación. El imperialismo ha explotado a los países propietarios de las materias primas y consumidores de los productos industriales de las metrópolis.

La lucha de liberación nacional está estrechamente ligada a la liberación social desde la más lejana antigüedad. El cristianismo primitivo fue la lucha por liberar a las clases explotadas y al mismo tiempo por la liberación nacional del imperio romano. El cristianismo ha sido caracterizado en sus orígenes como socialismo primitivo y en su formación concurrieron sectas como los zelotes, grupos armados que operaban en Galilea contra el imperio romano y como los esenios cuyo carácter comunista está comprobado por historiadores de la época y por los rollos del Mar Muerto, descubiertos a mediados del siglo XX.

Es milenaria la lucha por la liberación nacional y social. La crisis irreversible que padece la Unión Europea está demostrando de manera irrefutable que una integración bajo el régimen capitalista conduce necesariamente al fracaso y, por el contrario, la integración que se está operando en América Latina y el Caribe, han tenido como cuestión fundamental la liberación social. Países como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia se han trazado explícitamente el socialismo como objetivo estratégico. Brasil y Argentina tienen como base de su política de integración grandes movimientos de la clase obrera: en Brasil, el Partido de los Trabajadores, hoy en el gobierno, ha sido representante de la clase obrera y en Argentina, el peronismo tiene una larga historia  de lucha en favor de las trabajadoras y trabajadores.

Al comparar la crisis que padece la Unión Europea y el porvenir de los procesos de integración de América Latina y el Caribe queda claramente demostrado hacia donde conducen la organización social de una y otra región. Como ha sido señalado en estos días de incorporación de Venezuela al Mercosur, el porvenir de nuestro continente es luminoso, tanto por los inmensos recursos de todo género como por el carácter social de la integración.

Es obvio que el protagonismo de la clase obrera en los procesos de integración no puede tener lugar de manera eficaz mientras permanezca la división al interior de nuestros países. En ese sentido, como el país que ha jugado el rol principal en la integración, Venezuela está llamada a dar el ejemplo en la unidad. El problema más grave de nuestro país en este proceso revolucionario es la atomización de la clase obrera.

Estamos seguros que si Venezuela adelanta con decisión un proceso de unidad de la clase obrera, se constituirá en un ejemplo que dará un poderoso impulso a la unidad en los otros países no sólo del continente sino de todo el mundo. La clase obrera está llamada en esta hora a liberar a la humanidad del capitalismo y preservar el planeta de la destrucción. Esta es la grandiosa tarea que la historia le está planteando a nuestro país para que liderice la más importante transformación histórica.