Alfredo Serrano Mancilla
El Telégrafo

Venezuela ya es miembro de Mercosur, y esto supone un cambio significativo en el nuevo orden geoeconómico mundial. Mercosur es la quinta economía del mundo en términos de PIB, detrás de Estados Unidos, China, India y Japón, y delante de la mismísima Alemania. Se constituye así otro polo más en este mundo cada vez más policéntrico. Mercosur, con la entrada de Venezuela, cuenta con todo lo necesario para consolidarse como otra centralidad en el tablero internacional: mucho petróleo, otras energías, alimentos, mercado interno, creciente poder adquisitivo, y un aceptable desarrollo industrial. Además, goza de un territorio sin conflicto bélico, con importante solidez democrática, y con reglas políticas claras. Esta nueva reconfiguración regional tiene importantes efectos hacia dentro y hacia fuera.

En primera lugar, hacia dentro, los tres grandes países de Sudamérica se asocian en clave comercial generando así una potencial dinámica de intercambio comercial, de complementariedad productiva, de integración financiera y de flujos monetarios sin dólar. Este Mercosur es sólo un adelanto del Mercosur que se avecina con la llegada de dos países pequeños pero no menos importantes en términos políticos, económicos, energéticos y geoestratégicos: Bolivia y Ecuador. Si Paraguay vuelve a la democracia, será el siguiente. De esta manera, Sudamérica, en el marco amplio del UNASUR, y después de la desintegración de facto de la CAN, queda partida en dos bloques ciertamente antagónicos en cuanto a las relaciones con el exterior, y en propuestas de patrón económico y régimen de acumulación. En un lado, estaría Mercosur, y en el otro lado, algo más arrinconada por la pérdida de preferencias arancelarias en el creciente comercio intra-regional, está la alianza del pacífico (Chile, Perú, Colombia y México). Este grupo de países prefieren seguir subordinado al Norte (sea EU o EEUU) perpetuándose en una economía de base más estrecha y sufriendo las consecuencias del intercambio desigual.

En segundo lugar, hacia fuera, Mercosur avanza a toda prisa para posicionarse como gran polo económico y político, que se reubica más soberana y estratégicamente en el mundo, que modifica las relaciones de poder con el norte, y que teje alianzas en otras condiciones más justas con las economías emergidas. La relación con los BRICS es fluida, porque no sólo Brasil forma parte de esa alianza, sino que Argentina está invitada oficialmente a la próxima reunión del 22 de Septiembre del 2012 donde se acordarán las bases de la creación del Banco de los BRICS. Esta relación Mercosur-BRICS es fundamental por la importancia de éstos en la esfera mundial; e l propio FMI reconoce que al concluir 2012, los BRICS aportarán el 56% del crecimiento de la economía mundial, mientras que el G7 será responsable solamente del 9%. Mercosur además es la culminación máxima del grito de rechazo al ALCA y a la política económica de los Estados Unidos para con el continente.

Todo no será color de rosa; Mercosur tendrá dificultades y desafíos. Está conformado por tres gigantes y un país pequeño, con proyectos fuertemente nacionales, y la integración supondrá una suerte de juego-acuerdos en diferentes ámbitos que beneficien a todos sin grandes desequilibrios. Si llegan Ecuador, Bolivia y regresa Paraguay, habrá una gran diferencia entre los países grandes y los pequeños, y el reto es evitar una división “a lo europeo” del trabajo donde se concentre el valor añadido en algunas economías menoscabando al resto. Otro desafío es construir una integración superadora de la dimensión exclusivamente comercial, ocupándose así de relaciones económicas con contenido social y humano, ecológico, productivo, financiero, monetario y tributario. Las propuestas de política económica emancipadoras de estos países se debaten en una doble dialéctica: una, entre las urgencias coyunturales y transformaciones estructurales, y otra, entre la justicia social y la ambiental. En el próximo Mercosur, son múltiples y variadas las propuestas económicas de desarrollo. Todas siguen en proceso, en disputa, en transición. Unos abogan por un desarrollismo posneoliberal redistributivo, otros por un neodesarrollismo distribuidor, e incluso, existen tímidos planteamientos postdesarrollistas. El objetivo está en conciliar todos estos proyectos nacionales-populares, por la vía de una integración justa y enriquecedora a pesar de las diferencias, o quizás, esperemos que no, por la imposición de un único modelo mercosuriano de desarrollo impuesto por los más grandes y poderosos.

Doctor en Economía, Coordinador América Latina Fundación CEPS (@alfreserramanci)

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