El pasado 24 de abril se publicó en el diario británico The Guardian un reportaje de la autoría de Ian Sample, corresponsal en temas científicos del periódico, titulado “Harvard University says it can´t afford Journal publishers´prices”. La nota se basa en el contenido de un memorando oficial enviado por la Biblioteca de Harvard a los más de dos mil académicos que forman parte de la planta de investigación y docencia de esa institución conminándolos a publicar sus resultados de investigación en revistas académicas de acceso abierto, es decir aquellas que permiten la consulta de textos completos, a través de Internet, sin pago por suscripciones u otros derechos.
Esta información ha contribuido a renovar en el ámbito académico anglosajón el debate acerca del acceso público a productos académicos que se generan, parcial o completamente, por medio de subsidios públicos a la investigación, pues resulta que en buena medida la investigación universitaria es apoyada por la vía fiscal, pero la difusión de resultados ocurre en mercados privados, en particular mediante la edición de revistas académicas comercializadas individualmente o a través de editores corporativos.
Según el memorando de Harvard, la biblioteca institucional eroga más de 3.5 millones de dólares por año solamente en materia de suscripciones a revistas científicas y académicas. Lo más preocupante, se añade, es que dicho costo es creciente si se toma en cuenta que en los últimos seis años el precio de las suscripciones ha aumentado casi ciento cincuenta por ciento en total. Como tendencia, señala la biblioteca, esta situación es insostenible a mediano plazo.
En ese sentido, el llamado a que los académicos de la universidad bostoniana publiquen en revistas de acceso abierto se propone como una acción de protesta y presión en contra de los grandes corporativos académicos editoriales. Dentro de ese mercado se ha fortalecido una tendencia hacia la concentración oligopólica. Solamente el gigante Elsevier (Holanda) concentra, al día de hoy, más de un cuarta parte de la distribución internacional de revistas científicas, además de contar con el servicio de sistematización bibliométrica denominado SCOPUS que es utilizado por varios rankings para comparar y clasificar el desempeño de universidades en el plano internacional.
Al tratarse de la Universidad de Harvard, sin duda una de las instituciones más reconocidas en el mundo por la cantidad y calidad de sus contribuciones académicas, su respaldo al movimiento a favor del acceso abierto e ilimitado al contenido de las publicaciones científicas asume una relevancia muy particular. Implica, cuando menos, el reconocimiento a un dilema entre el costo creciente de las publicaciones académicas comercializadas frente a las presiones para que los académicos divulguen sus resultados en circuitos internacionales. Como los grandes corporativos editoriales han logrado predominio en la distribución internacional de revistas científicas, entonces los académicos se ven obligados a participar en este circuito entregando, a querer y no, los frutos de su trabajo al sector privado.
Como, además, el reconocimiento al impacto internacional de la producción científica proviene de la presencia de los artículos y otros productos en las bases bibliométricas que forman parte del mismo conglomerado editorial –principalmente Elsevier y Thomson Reuters-, se está desarrollando un círculo perverso que sólo beneficia, al final del día, a los intereses editoriales comerciales. En este sentido resulta dramático constatar que una porción muy significativa de la producción académica local, por ejemplo la de las universidades de países en desarrollo, busca como primer destino el circuito internacional de revistas arbitradas, lo que da como resultado una forma de exportación gratuita y no regulada de conocimientos de primer nivel.
La apuesta a favor del acceso abierto, si bien no resuelve de un plumazo la traba entre todos los elementos puestos en juego, abre un panorama muy interesente: la posibilidad de multiplicar en forma significativa la difusión y el uso público del conocimiento científico. Desde luego falta por resolver temas tales como el financiamiento de las revistas de acceso abierto, las reglas de control académico requeridas, así como los sistemas de indexación que deben complementar esta vía de desarrollo.
El desafío más importante, sin embargo, está en el medio de las comunidades académicas universitarias, es decir el proceso de legitimación de las publicaciones de acceso abierto como medios válidos para la circulación internacional del conocimiento. El día en que la reputación de las revistas “open access” sea cuando menos equivalente al de las publicaciones periódicas convencionales, gran parte de la batalla estará ganada.
Por todo ello, vale la pena insistir en la importancia de que las universidades públicas en nuestro contexto se abran a discusiones de este orden, que ya no son debates marginales sino, como lo ilustra el caso que hemos comentado, reflexiones que ocurren en entornos institucionales del mayor reconocimiento.
UNAM. Instituto de Investigaciones Sociales