Marcos Piña (*)

 

Con relación a las manifestaciones del Ministro de Ciencia y Tecnología de la Argentina, Lino Barañao, publicadas en el diario Infonews con el título “Con una patente se pagan tres años del presupuesto en ciencia”, es necesario realizar algunas reflexiones y aclaraciones alertando a la sociedad y al propio gobierno sobre quienes han tomado el poder de la ciencia y la tecnlogía argentinas dejándola en manos de las corporaciones cerealeras e intentando venderle a la presidenta argentina que esta es la política adecuada y que además es una «política peronista».

 

En el mencionado artículo y ante la pregunta –Tenemos buenos biólogos y genetistas. Usted hablaba del conocimiento que se va afuera sin crear patentes. Siendo que existen empresas argentinas que desarrollan semillas modificadas, ¿cómo es que tenemos que depender de patentes extranjeras en ese terreno?

–Es un problema bastante complejo. Por un lado tenemos el mejoramiento tradicional: un tipo que a lo largo de años de prueba sabe qué tipo de semillas andan bien en Trenque Lauquen. A eso se sumó la biotecnología que te permite “copiar y pegar” sacándole a una bacteria algo y ponérselo a la soja o el maíz para que sea resistente a un herbicida o que no se lo coma un bicho. Ahí hay una disputa sobre qué vale más: si la información asociada a saber qué planta es la que más produce o la información sobre el gen que vos pusiste. La compañía que produjo el gen va a decir que el gen vale más. Durante mucho tiempo, Argentina fue comprador de tecnología. A partir de que el país comienza a desarrollar tecnología propia, la situación cambia. Es lo que dijo la Presidenta cuando habló del gen que aisló la doctora Raquel Chan (N de R: la bióloga molecular que se desempeña al frente del Instituto de Agro-biotecnología del Litoral). Lo patenta el Conicet y eso no sólo permite aplicarlo acá y tener más producción, sino licenciar el uso de ese gen. Como hace Monsanto: ¿querés usar ese gen? Pagá. Sacá las cuentas y cubrís el presupuesto del Conicet de los últimos años con eso solo.

 

El ministro utiliza la lógica rentista del capitalismo salvaje de los países desarrollados y sus monopolios, mencionando casualmente a la transnacional Monsanto como ejemplo a imitar en la implementación de una política de protección de los resultados de investigación. El Conicet tiene actualmente unas 20 solicitudes de patentes algunas concedidas y otras en trámite pero el ministro se olvida que las transnacionales patentes miles de patentes por año y esta es la razón de las fabulosas ganancias captadas por las empresas sojeras que remiten susu ganancias a casas matrices y paraisos fiscales. EL ministro hace como todo investigador falto de conciencia colectiva, creyendo que su área de investigación representa la totalidad del universo a investigar.


Recordemos que las patentes medicinales son un flagelo para el desarrollo de medicamentos genéricos y este hecho fue denunciado por la propia Presidenta Cristinal Fernández exigiendo a la OMS que libere las patentes de vacunas y que las patentes medicinales sean declaradas patrimonio de la humanidad. porqué las patentes de semillas deberían ser diferentes en sus consecuencias.


Por su puesto la presidenta no tiene porque saber que el ministro hace negocios con la empresa Bioceres (de Grobocopatel) y la norteamericana Arcadia Biociens a través de la marca de semillas de soja transgénica Verdeca («resistente a las sequías») que son quienes se llevan «la parte del león» con la política de patentes de Barañao.


Así, Barañao lo que ha diseñado es una fabulosa operación de concentración de recursos y proyectos de investigación que serán puestos a disposición de empresas agrotecnológicas con empleo de recursos del Estado Argentino.


El ministro va en la onda de patentar las plantas y para eso debe modificarse la ley de patentes que lo prohíbe, pero para hacerlo le vendió a la presidenta la idea del patentamiento y posterior venta de royalties, el mismo mecanismo que utilizan Cargill, Syngenta, Nidera o Monsanto pero que ahora se beneficiarán del aporte de los investigadores argentinos repatriados (suena bien) que se pondrán a trabajar para los conglomerados sojeros que dieron el golpe del campo, desetabilizaron al gobierno y golpearon a Néstor Kirchner.

 

El famoso Polo Científico es casi un centro que trabajará para interses extranjeros, aunque la presidenta no quiera verlo y quede embelezada por la “ciencia y la tecnología” que le vende el ministro, aunque sin sustento basado en conceptos nacionales y populares, sino en un ideario mercantilista de una ciencia «copia y calco» de quienes impulsan las políticas de los organismos internacionales del comercio y la propiedad intelectual, junto a los grandes pooles sojeros que cooptaron y compraron a un grupo de científicos llevan la Política-Tecnópolis como herramienta de marketing para crear un futuro, pero de ganancias corporativas.


Lejos está del peronismo hacer alianzas con corporaciones de Estados Unidos que dan golpes de Estado como en Paraguay, desestabilizan y chantajean gobiernos en todo el mundo, impulsando un modelo depredador de los recursos naturales pero que el ministro converso peronista Lino Barañao justifica porque para él,  una patente equivale a tres años de presupuesto de su Conicet.

 

(*) Economista investigador

 

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