De esta manera, los traficantes ligados a los cuatro cárteles que operan en el área metropolitana de Los Ángeles -Sinaloa, Tijuana, Pacífico Sur y Caballeros Templarios- están evitando pisar la cárcel.
“Uno o dos [arrestados en operativos] nos han dicho que estaban afuera de alguna tienda por departamento y que alguien le ofreció un trabajo como sembrador; su historia es que básicamente fue secuestrado para venir a trabajar aquí”, comentó Robert Mc Mahon, líder del Equipo de Erradicación de Marihuana (MET) del Departamento del Sheriff del condado de Los Ángeles (LASD).
Su amplio conocimiento en la agricultura, la facilidad con la que pueden ser trasladados a cualquier lugar sin hacer pregunta alguna y la posibilidad de que no denuncien el delito a las autoridades por su condición indocumentada, ha convertido a los jornaleros en las nuevas víctimas del crimen organizado.
“¿Qué mejor para ellos que usar a un trabajador indocumentado, vulnerable, que vive en las sombras?”, expresó Pablo Alvarado, presidente de la Red Nacional de Jornaleros, quien hace cinco años testificó en calidad de experto en un caso donde se acusaba a cuatro jornaleros de cultivar marihuana.
Ellos, según declararon ante el juez, fueron llevados con engaños a una montaña para encargarse de los plantíos de la droga. “Los estaban acusando de ser narcotraficantes, era bien duro para ellos”, contó. “Eran personas humildes, como de los campos de Puebla o Zacatecas, estaban asustados”.
Al final, el juez les retiró los cargos y los dejó libres.
No es el único caso que ha registrado la organización. En los últimos años le han reportado incidentes de jornaleros que subieron a vehículos de personas que fingieron necesitarlos para ciertas labores, pero terminaron sembrando droga a punta de pistola en lugares remotos, indicó Alvarado.
“Ha pasado varias veces eso, que han metido a los jornaleros en los coches y luego ellos no saben ni dónde están”, dijo el activista, quien señaló que estos hechos no suelen ser denunciados a las autoridades porque los jornaleros temen ser expulsados del país por ser indocumentados.
El cultivo de la marihuana en reservas forestales no es una labor sencilla. Los sitios más comunes para su siembra son cañadas, partes altas de las montañas o lugares muy alejados de los caminos.
Para evitar que animales salvajes se coman las plantas, que grupos antagónicos les roben o que las autoridades los detecten, los sembradores deben permanecer hasta tres meses en campamentos clandestinos, abastecidos de víveres por otras personas, incluso con armas de grueso calibre.
“Cuando conversamos con ellos sólo hablan español”, comenta Mc Mahon, sobre las charlas que han tenido con los detenidos por su equipo en operativos especiales. “Muchas veces están ahí voluntariamente; pero en otras los sembradores nos dicen que sus familias han sido amenazadas en México y que vienen aquí por intimidación”, manifestó.
Don Aguilar, de la Unidad Antinarcóticos del Departamento del Sheriff del Condado de Ventura, indica que la gran mayoría de los arrestados en este tipo de plantaciones son inmigrantes indocumentados.
“Son puestos a trabajar en la protección y el cultivo de estos productos, que son enviados de regreso a los cárteles de la droga para su distribución”, precisó.
Agentes antinarcóticos explicaron a La Opinión que varía la forma de pago de estos sembradores: unos ganan 100 dólares por planta madura o por libra de capullo, y otros devengan un sueldo semanal. No está claro si también les pagan cuando son forzados a quedarse en los campamentos.
Obviamente, los operadores de los cárteles se quedan con la mayor parte de la ganancia. Cada libra de capullo de marihuana se vende en unos 500 dólares en el mercado negro. En promedio, cada planta cultivada representa una ganancia de 1,500 dólares para las organizaciones criminales.
Sólo en las 2,100 plantas de marihuana decomisadas hace unos días en el parque estatal Topanga, parte de las Montañas de Santa Mónica, se calcula una pérdida de 3.1 millones de dólares para una célula del cártel Caballeros Templarios, que se adjudicó el sembradío.
Quienes son detenidos en esta actividad ilícita, que suelen ser pocos, pueden recibir una sentencia de hasta un año en prisión si no tienen antecedentes penales, no poseían armas durante la captura y son procesados por un tribunal estatal, en lugar de una corte federal.
“Cuando salen de las penitenciarías los cárteles los vuelven a contratar y regresan a estos bosques”, afirmó un agente de la unidad MET del Sheriff que pidió no revelar su identidad.
Alvarado teme que los narcos también estén pidiendo a los jornaleros asesoría en labores del campo, sin mencionarles que cultivarán marihuana. “Ellos son campesinos que crecieron sembrando maíz, frijol, arroz, betabel; están altamente preparados en la agricultura”, expresó.