Por eso el Congreso empuja a trancas y barrancas la reforma política. Por miedo a que cualquier alteración en las actuales reglas del juego vaya a disminuir el poder de quien ahora ocupa el centro de la escena política. Tal como está ahora es floja, pero podría quedar peor para quien intente proponer su reforma.
A falta de reforma política, lo que vemos alrededor no es nada animador. La democracia reducida a mero ritual delegatorio, los partidos cada vez más parecidos entre sí, los discursos llenos de palabras vacías, y el elector votando a A para elegir a B, teniendo en cuenta el cociente electoral.
En verdad ni siquiera es justo hablar de democracia, sino de dinerocracia, puesto que el dinero ejerce, sumado el tiempo disponible en la tv, el poder de elegir candidatos.
Algunas estimaciones indican que, en São Paulo, sólo dos candidatos a la municipalidad -Serra y Haddad- gastarán juntos unos US$ 50 millones.
¿De dónde sacarán tanto dinero? Es obvio: de quienes disponen de grandes fortunas: bancos, empresas, compañías mineras, etc., creándose así un círculo vicioso: usted invierte en mi elección y yo luego en su protección. He ahí la verdadera unión entre lo público y lo privado. Como se constata en la CPI de Cachoeira y en los miramientos que se gastan los parlamentarios cuando se cita a la Constructora Delta.
La pasteurización de la política hace que, en cada elección, pierda parte de su naturaleza de movilización popular para transformarse en un negocio administrado por asesores y líderes partidarios. Los apaños se hacen por debajo, los principios ideológicos son olvidados, la militancia es sustituida por trabajos electorales remunerados, los acuerdos se cierran teniendo a la vista cuotas de poder y no programas de gobierno ni metas administrativas.
El elector es quien menos pinta, pues la ciencia del mercadeo sabe cómo manipularlo. Todos sabemos que la mercadotecnia consigue inducir a las personas a creer que la ropa de marca es mejor que la de la costurera de la esquina; que el refresco con sabor a jabón es mejor que el jugo de frutas; que el bocadillo de salchichas insípidas es mejor que un plato de ensalada.
Del mismo modo, los candidatos son maquillados, entrenados, orientados y preparados para ocultar lo que realmente piensan y planifican, y para manifestar lo que agrada a los ojos y oídos del mercado electoral.
La falta de una reforma política impide incluso el mejorar nuestro proceso democrático. En el Congreso, en las decisiones importante, como la casación de algunos mandatos, el voto es secreto. Lo cual es absurdamente constitucional. Principio que hiere la misma naturaleza de la democracia, que exige transparencia en todos sus actos, ya que los representados tienen siempre el derecho de saber cómo actúan sus representantes.
Hoy, en el Brasil, el diputado o senador que usted ayudó a elegir puede votar a favor y declara haber votado en contra. O sea, mentir descaradamente. Y actuar según intereses mezquinos, tan frecuentes en ese régimen de dinerocracia.
Sin embargo hay una novedad que escapa al control de los asesores y de los líderes partidarios: las redes sociales. A través de ellas los electores dejan de ser pasivos para convertirse en protagonistas y formadores de opinión.
Le doy una sugerencia al lector (o lectora): en las elecciones municipales escriba en un papel 10 ó 20 exigencias o propuestas a quien a usted le gustaría ver elegido concejal y alcalde. Analice qué prioridades merecen ser privilegiadas en su municipio: saneamiento, educación, salud, casas cunas, transporte colectivo, áreas de descanso y cultura…
En caso de que tenga contacto directo con algún candidato pregúntele, sin enseñar el papel, si está de acuerdo con lo que usted propone para mejorar el municipio. Si dice que sí, enséñele el papel y pida que lo firme. Ya verá usted el resultado.
Frei Betto es escritor, autor de “Calendario del poder”, entre otros libros. www.freibetto.org twitter:@freibetto.
Fuente: http://alainet.org/active/56822
(Traducción de J.L.Burguet)