Al respecto, es importante destacar que la tierra y sus elementos nos proveen de muchos bienes y servicios que no son en ninguna medida renovables, y si a esto se le suma que la capacidad de carga de los ecosistemas poseen limites sensibles respecto a la regeneración o asimilación de las transformaciones de materia y energía que ocurren a diario en los llamados países industrializados, la amenaza de un modelo basado en el desarrollo, visto como progreso material y económico, estaría arrastrando a todos los países hacia la catástrofe y el caos.
Por ello, es fundamental no soslayar el modelo neoliberal como máxima expresión del capitalismo mundial, del tema asociado al desarrollo. Dado que ha sido el gran responsable de las grandes desigualdades sociales y la crisis de valores no acordes a la dignidad y bienestar del ser humano. En este sentido, la mayoría de las teorías del desarrollo tratan de explicar las bondades de un concepto como el desarrollo, que encierra en sí mismo una fachada haciéndose parecer al modelo natural de división celular para el crecimiento de los seres vivos, el cual se da de forma gradual, ordenada y progresiva. Hecho este que no ocurre así en las naciones, debido a que en las relaciones sociales, desde la dialéctica materialista confluyen diversos factores de una misma realidad que no permiten tales grados de ordenación y gradualidad.
Por tanto, es necesario deslastrarse de conceptos y concepciones que apunten a crear en el ser humano una falsa percepción de necesidades como medio para justificar la explotación de los elementos de la naturaleza de forma irracional, generando desequilibrios, con lo cual ha desencadenado procesos entrópicos amenazante para nuestra especie. Evidentemente, la ciencia y la tecnología seguirán en aumento; sin embargo, estas dos vías deben tributar hacia el mejor vivir, lo que significa mejores condiciones de vida para todos, a partir de la concepción biocentrica en cada uno de los procesos de transformaciones que se lleven a cabo.
Como alternativa, el asumir una visión sistémica e integrada, que garantice mejor calidad de vida, desvinculada de los actuales indicadores que reflejan los índices de pobreza o riqueza basado sólo en lo material, es imprescindible para obtener la mayor suma de felicidad posible y la mayor estabilidad política como diría Bolívar. Además, fomentar la participación del pueblo en cada rincón, en la cual se incorpore y se respete la cultura y los saberes populares como parte de los aportes del conocimiento y de la ciencia. Esto implicará mejorar el nivel científico a través de la sistematización de los conocimientos y la implementación de nuevos métodos que tiendan a la no hegemonía de la cultura y por el contrario cada pueblo sea su propio motor de transformación de acuerdo a sus potencialidades y limitaciones, sin perder de vista la responsabilidad y la racionalidad de cada una de las acciones que se emprendan, y de las líneas estratégicas del buen vivir que rijan los destinos de la nación.