Después de 92 días esperando el advenimiento de la Palabra desde lo alto, la nación recibió órdenes de nuestro comandante en jefe pero no fue sino la constatación de un fracaso de enormes proporciones. Como su audiencia de West Point aparecía desdeñosa –aplaudiendo sólo en dos ocasiones y en las dos muy tibiamente-, el Presidente Obama trató de explicar que su escalada en la guerra de Afganistán y Pakistán es realmente un preludio de retirada. ¿Lo es?
“En primer lugar, es importante recordar las razones por las que EEUU y nuestros aliados nos vimos obligados a emprender una guerra en Afganistán. No pedimos esa guerra. El 11 de septiembre de 2001, diecinueve hombres secuestraron cuatro aviones y los utilizaron para matar a casi tres mil personas. Atacaron nuestros centros neurálgicos económicos y militares… Como bien sabemos, esos hombres pertenecían a al Qaida… La base de operaciones de al Qaida estaba en Afganistán, donde los talibanes les habían ofrecido refugio y, allí, un movimiento despiadado, represivo y radical se apoderó del control del país después de años de ocupación soviética y guerra civil, convirtiéndose en un lugar diferente tras la atención prestada por EEUU y nuestros amigos”.
Todos los que confiaban en algún cambio real en nuestra retórica, no ya en nuestra política exterior, con Obama en la Casa Blanca, están sin duda ahora profundamente decepcionados, porque George W. Bush podría haber pronunciado exactamente esas mismas palabras, y, en efecto, lo que hizo fue pronunciar una serie de variantes interminables sobre esa misma cuestión al justificar nuestras acciones tanto en Iraq como en Afganistán. Pero la verdad del asunto es que apenas hay cien combatientes de al Qaida en todo Afganistán; así pues, ¿qué estamos haciendo allí?
Y en caso de que ustedes se planteen cómo es posible que estemos emprendiendo una guerra sin autorización del Congreso, Obama les volcará el legado de su predecesor, que apoya sin reservas:
“Tan sólo unos días después del 11/S, el Congreso autorizó el uso de la fuerza contra al Qaida y quienes les acogieron, una autorización que está vigente hasta el día de hoy. La votación en el Senado fue de 98 a 0. La del Congreso de 420 a 1. Por primera vez en su historia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte invocó el Artículo 5: el compromiso que dice que un ataque contra una nación-miembro es un ataque contra todos. Y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ordenó que se dieran todos los pasos necesarios para responder a los ataques del 11/S. EEUU, nuestros aliados y el mundo estaban actuando como un todo para destruir la red terrorista de al Qaida y proteger nuestra seguridad común”.
Somos buenos, somos legales, esta guerra es legítima, ¿lo es? No quedan fuerzas de al Qaida de importancia en Afganistán, por tanto, repito la pregunta, ¿qué estamos haciendo allí? Obama no ha contestado en ningún sentido a esta pregunta y ahí está la debilidad subyacente de este su peor discurso. También tuvimos un poquito de historia revisionista, del tipo que no aporta mejora alguna a la variedad dominante:
“Bajo el estandarte de esa unidad interna y legitimidad internacional –y sólo después de que los talibanes se negaran a entregar a Osama bin Laden-, fue cuando enviamos a nuestras tropas a Afganistán. En cuestión de meses, dispersamos a al Qaida y matamos a muchos de sus operativos. Los talibanes salieron del poder y les hicimos volver sobre sus talones. Un lugar que había conocido decenios de temor ahora tenía razones para la esperanza”.
Afganistán tenía “razones para la esperanza”, ¿en qué? ¿En una ocupación de ocho años? ¿En una guerra civil, en represión, ataques aéreos, “daños colaterales”? Porque eso es precisamente lo que han conseguido. Más historia revisionista a continuación:
“Entonces, a primeros de 2003, se tomó la decisión de emprender una segunda guerra en Iraq. El debate desatado sobre la guerra de Iraq es bien conocido y no es necesario repetirlo aquí. Es suficiente decir que durante los seis años siguientes, la guerra de Iraq se llevó la mayoría de nuestras tropas, nuestros recursos, nuestra diplomacia y nuestra atención nacional, y que la decisión de ir a Iraq creó importantes enfrentamientos entre EEUU y gran parte del mundo”.
Sí, lo malo de la guerra de Iraq no fue que innecesariamente asesinara a miles, muchos miles, de iraquíes, y a un número mucho menor de estadounidenses. Oh, no: lo verdaderamente malo fue que desvió atención y recursos de la batalla que Obama quería combatir: la de Afganistán y Pakistán. Sin embargo, todo eso sucedió en los viejos malos días de gobierno republicano, antes de que se inventara la “esperanza”
“Hoy día, después de costes extraordinarios, estamos haciendo que la guerra de Iraq alcance un desenlace responsable. Trasladaremos a nuestras brigadas de combate a finales del próximo verano de Iraq y a todas nuestras tropas a finales de 2011… Hemos dado a los iraquíes una oportunidad para moldear su futuro y estamos dejando, con todo éxito, Iraq a su pueblo”.
¡Cuánta palabrería barata! Hemos obsequiado a los iraquíes con ocho años de espanto, incluidos cientos de miles de muertos, heridos sin cuento, una guerra sectaria civil que todavía sigue asolándoles y un gobierno mucho más tiránico que el que derrocamos. Si eso es un “éxito”, entonces imagínense lo que sería un fracaso.
Oh, pero todo no es arco iris y rosas, no, en absoluto:
“Mientras que con el sudor de nuestra frente alcanzábamos hitos importantes en Iraq, la situación en Afganistán se iba deteriorando. En 2001 y 2002, después de escapar hacia Pakistán a través de la frontera, los dirigentes de al Qaida establecieron allí un puerto seguro. Aunque el pueblo afgano eligió un gobierno legítimo, ese gobierno ha encontrado dificultades a causa de la corrupción, el narcotráfico, una economía subdesarrollada e insuficientes fuerzas armadas. Durante los últimos años, los talibanes han mantenido una causa común con al Qaida, porque ambos buscan el derrocamiento del gobierno afgano. De forma gradual, los talibanes han ido haciéndose con el control de amplias franjas de Afganistán, mientras se implicaban cada vez más en brutales y devastadores actos de terrorismo contra el pueblo pakistaní”.
Toda esa historia de los dirigentes de al Qaida escapando hacia Pakistán a través de la frontera es clave, pero ¿hay pruebas de todo eso? Pues no se ha ofrecido ninguna. Pero, sobre la base de esa afirmación, se espera que aprobemos la invasión no de uno, sino de dos países: Afganistán y Pakistán. Me parece a mí que el Presidente y sus acólitos van a tener que ofrecer alguna prueba más. Cuando Hillary Clinton se fue a Pakistán y dijo a los pakistaníes que estaban escondiendo a Osama bin Laden, porque es seguro que tiene que estar en alguna parte en su país, no fue sino una pura estupidez, un insulto a sus anfitriones y un grave paso en falso diplomático: al hacer la misma insulsa afirmación, Obama no está convenciendo más que Hillary. ¿Cómo sabemos que los dirigentes de al Qaida están en Pakistán, se supone que tenemos que aceptar la palabra de Obama? Lo siento mucho, pero la credibilidad del gobierno estadounidense en asuntos de esa clase es absolutamente nula por razones obvias para todos. La última vez que vivimos una situación similar y nos creímos las palabras de un presidente estadounidense, nos quedamos realmente jodidos, ¿piensan realmente los fans de Obama que vamos a hacer lo mismo de nuevo?
Esta historia de que los talibanes y al Qaida comparten la misma causa porque ambos quieren derrocar al gobierno de Afganistán es una estupidez, una pura y simple estupidez. La “causa” de al Qaida es la destrucción de EEUU y sus tácticas reflejan este objetivo: de eso se trataban los ataques del 11/S. Por otra parte, los talibanes sólo quieren sacar a EEUU de su país. No están enviando aeronaves contra los rascacielos estadounidenses, aún.
Realmente, el Presidente no se aclara mucho en su discurso, el texto refleja el deseo del típico político de ser venerado por todos. Aquí va ahora Obama el halcón:
“En todo este período, nuestros niveles de tropas en Afganistán se limitaron a una fracción de lo que eran en Iraq. Cuando asumí el poder, sólo teníamos alrededor de 32.000 estadounidenses sirviendo en Afganistán, comparados con los 160.000 en Iraq en el punto álgido de la guerra. Los comandantes que estaban en Afganistán pedían repetidamente refuerzos para enfrentar el resurgimiento de los talibanes, pero esos refuerzos no llegaron. Esa es la razón por la que, poco después de asumir el poder, aprobé esa vieja petición de más tropas. Tras consultas con nuestros aliados, anuncié entonces una estrategia que reconocía la conexión esencial entre nuestros esfuerzos bélicos en Afganistán y los puertos seguros de los extremistas en Pakistán”.
Pobre pequeño Afganistán, solo y aterrado en un mundo que nunca creó, anhelante de más tropas, olvidado por la Casa Blanca de Bush y esperando la mano segura de Obama el Guerrero, quien se moverá de forma decisiva y veloz y llamará a la caballería para salvarle el pellejo. ¿Se ha construido alguna vez una narrativa partisana totalmente politizada más autocomplaciente sobre los escombros de una guerra desastrosa?
Sin embargo, además de la postura política de autogloria, hay algo más en ese discurso que chirría en los oídos y es la forma en que pasa de puntillas por los intempestivos hechos del pasado, como si creyera que no vamos a darnos cuenta.
Por ejemplo, cuando habla sobre el “Presidente” Hamid Karzai y el robo de las recientes elecciones presidenciales en Afganistán:
“En Afganistán, nosotros y nuestros aliados evitamos que los talibanes pudieran impedir una elección presidencial y -aunque se vio deslucida por el fraude- esa elección produjo un gobierno que es consecuente con la constitución y las leyes afganas”.
¿Deslucida por fraude? Invalidada es más exacto. Karzai robó alrededor de un millón de votos. Si esto es “consecuente con la constitución y las leyes afganas”, entonces uno tiene que preguntarse por qué enviar a nuestros hijos e hijas a morir por un gobierno fundado en el fraude.
Hablando de fraude, ésa es realmente la base de las razones de la continuada ocupación de Afganistán, porque, ya ven, incluso él admite que no hay mucha presencia de al Qaida: “Al Qaida no ha aparecido en Afganistán con los mismos efectivos que antes del 11/S, pero conserva sus puertos seguros a lo largo de la frontera”. Así pues, ¿estamos en Afganistán para combatir a un enemigo que está en Pakistán? Buena suerte con los argumentos que Obama no supo ofrecer.
Al fracasar en la argumentación, también tropezó y cayó en más de unas cuantas contradicciones. Por una parte, afirmó que “Afganistán no está perdido, pero durante varios años se ha ido retrocediendo. No hay amenaza inminente de que vaya a derrocarse al gobierno”, pero, por otra parte, nos dice: “En resumen: el statu quo no es sostenible”. Pero si no puede mantenerse el statu quo, entonces es inminente algo muy parecido a una derrota, ¿qué es ese algo?
“¿Qué es?”, es una pregunta que seguía surgiendo –en mi mente al menos- cuanto más escuchaba a ese político consumado cometer el mayor error de su carrera. La ambigüedad y la duda se cernieron sobre el podio modulando todas y cada una de sus palabras, especialmente estas palabras:
“Como comandante en jefe, he decidido que va en beneficio de nuestros vitales intereses nacionales enviar 30.000 soldados estadounidenses más a Afganistán. Después de dieciocho meses, nuestras tropas empezarán a volver a casa. Esos son los recursos que necesitamos para recuperar la iniciativa mientras construimos la capacidad afgana que pueda permitir una transición responsable cuando nuestras fuerzas salgan de Afganistán”.
Es decir, no piensen en escalada, porque se trata realmente del primer acto de una retirada. Los yanquis están llegando pero también se están marchando. ¿Qué clase de evasivas son estas?
Cada Presidente afirma que no ha tomado “a la ligera” la decisión de ir a la guerra, como Obama también afirmó: “Cada comandante-en-jefe afirma que va a la guerra como último recurso, y hace alusiones a moderación en el uso de la fuerza militar”. Hasta George W. Bush afirmó lo mismo. Y, no, no me siento impresionado de que el Presidente hable de preocupaciones acerca de “las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones”. Si no lo hubiera hecho o no hubiera alegado eso, habría sido algo realmente extraño. Pero, ¿qué pasa si no ha considerado todas las consecuencias a largo plazo, o sencillamente ha decidido que tenemos que vivir con esas consecuencias? Ya saben, lo mismo, lo mismo que su predecesor.
Hablando de George W. Bush, lo siguiente suena espantosamente familiar:
“Tomo esta decisión porque estoy convencido de que nuestra seguridad está en juego en Afganistán y en Pakistán. Ahí está el epicentro del extremismo violento practicado por al Qaida. Desde ahí nos atacaron el 11/S y desde ahí se están tramando nuevos ataques mientras hablo. Esto no es mera cháchara, no es una amenaza hipotética. Sólo en los últimos meses, hemos aprehendido extremistas dentro de nuestras fronteras enviados aquí desde la región fronteriza de Afganistán y Pakistán para cometer nuevos actos de terror. Este peligro crecerá si se retrocede en la región y al Qaida podrá actuar con impunidad”.
El Presidente se está refiriendo en ese párrafo al caso de Najibullah Zazi, el inmigrante afgano de 24 años que vive legalmente en este país desde 1999. Por eso no ha venido aquí como invasor intentando penetrar en la sociedad estadounidense, él estaba ya aquí. El FBI alega que admitió haber recibido “entrenamiento militar” en las dos visitas que hizo a Pakistán: Zazi dice que sólo fue a visitar a su mujer. Además, Zazi no ha sido aún acusado de nada, en resumen, una base muy endeble para construir el argumento para la guerra.
Como si fuera consciente de lo insustancial de su argumento, Obama se nos vuelve bushiano de nuevo y juega la carta nuclear:
“Y las apuestas son incluso más altas dentro de un Pakistán con armas nucleares, porque sabemos que al Qaida y otros extremistas buscan las armas nucleares, y tenemos todas las razones para creer que estarían dispuestos a utilizarlas”.
¿Recuerdan cuando los funcionarios de la administración Bush nos machacaban una y otra vez sobre el infame “hongo atómico” del que Condi Rice siempre estaba hablando? Rice, Cheney y el Presidente Bush evocaron todos ellos visiones de holocausto nuclear si no hacíamos caso de sus llamamientos para ir a la guerra contra Iraq. Los estadounidenses tienen miedo a morir de algo nuclear: no tienen más que evocar una visión de devastación radioactiva y ya les tienen muriéndose de miedo, dispuestos a hacer lo que sea, a consentir en lo que sea, con tal de evitarlo: es su Habitación 101 [cámara de tortura en “1984”, la novela de George Orwell], y eso funciona siempre.
Entonces, ¿a qué se parecerá la victoria? Bien, a algo como esto:
“Nuestro objetivo principal sigue siendo el mismo: desbaratar, desmantelar y derrotar a al Qaida en Afganistán y en Pakistán, y anular su capacidad para amenazar a EEUU y a nuestros aliados en el futuro”.
Ya que hay menos de cien efectivos de al Qaida en Afganistán, la guerra está ya medio ganada ¿no es así? Bien, quizá no tanto, y tenemos luego ahí a Pakistán. ¿Qué trata de hacer en relación a este país? Nada que pueda admitir en este momento, pero surgen cuestiones inevitables: ¿cuándo invadiremos? Esta campaña a base de bombardeos desde aviones teledirigidos no puede durar indefinidamente y pronto llegará el momento de poner las botas sobre el terreno, ¿y entonces qué? ¿Es que nos va a decir en julio de 2011 que sí, que estamos empezando a retirarnos de Afganistán –como Obama anunció en su discurso- para que podamos ir adonde está la verdadera acción: a Pakistán? Apostaría por ello.
Este es un juego de trileros, pero no creo que el pueblo estadounidense vaya a picar. Porque van a mirar con recelo los objetivos del trío de anunciadas guerras de Obama:
“Tenemos que negar un puerto seguro a al Qaida. Tenemos que revertir el momentum de los talibanes y negarles la posibilidad de derrocar al gobierno. Y debemos fortalecer la capacidad del gobierno y las fuerzas de seguridad afganas para que puedan asumir la responsabilidad en el futuro de Afganistán”.
¿Todo esto para julio de 2011?
El tempo acelerado de esta operación militar –las prisas por enviar las tropas al frente de Af-Pak al “paso más veloz posible”- tiene un aire de pánico e incluso de desorden. No intenta proyectar más que una idea de fuerza. Obama, en esta ocasión, parecía alguien que está a punto de tomar una dosis generosa de alguna medicina asquerosa y tiene que beberla de un trago para acabar lo antes posible. Pero es probable que este incremento acelerado –o super “incremento”- vaya seguido de otro y de varios más antes de acabar, y pretender otra cosa es deshonesto. Así pues, todo el discurso no fue más que una extensa engañifa.
Hubo siete u ocho referencias en el discurso al día feliz en el que hagamos el traspaso de responsabilidades a las fuerzas afganas, otro recuerdo a la era Bush, cuando George W. hacía constantes referencias al día en que los iraquíes pudieran “defenderse solos” para que nosotros pudiéramos “retirarnos”. Y la guerra seguía adelante y los años transcurriendo, al igual que ocurrirá ahora. “Justo como hemos hecho en Iraq, llevaremos a cabo esta transición responsablemente, teniendo en cuenta las condiciones sobre el terreno”.
Precisamente, lo que hemos hecho en Iraq, después de cientos de miles de muertos. ¿Cómo voy a tranquilizarme?
Ahora nos topamos con el meollo de la cuestión:
“Están también los que sugieren que Afganistán es otro Vietnam. Sostienen que no se puede estabilizar y que es mejor que pongamos fin a nuestras pérdidas y nos retiremos rápidamente. Pero este argumento depende de una falsa lectura de la historia. Al contrario de Vietnam, estamos unidos a una amplia coalición de 43 naciones que reconoce la legitimidad de nuestra actuación”.
Es Obama quien malinterpreta la historia. Durante la guerra de Vietnam, tuvimos una serie de aliados, incluidos, al principio, los franceses, de los que heredamos la lucha. Tropas de Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Tailandia, Taiwán y de la España de Francisco Franco combatieron todas en la guerra del lado estadounidense. Y no sólo está malinterpretando la historia, está malinterpretando la realidad cuando afirma que “A diferencia de Vietnam, no nos enfrentamos a una insurgencia de amplia base popular”. Si no nos enfrentáramos a una insurgencia de ese tipo, no necesitaríamos enviar ahora 30.000 soldados, ¿no es cierto?
De nuevo, Obama vuelve al tema de los “puertos seguros”, asegurando que estamos en mortal peligro a causa de los yihadistas escondidos en alguna cueva en algún lugar de Pakistán. Y, efectivamente, Pakistán gravita sobre esta perorata como un nubarrón:
“Estamos en Afganistán para impedir que un cáncer se extienda otra vez por ese país. Pero ese mismo cáncer también ha echado raíces en la región fronteriza de Pakistán. Por eso necesitamos una estrategia que funcione a ambos lados de la frontera”.
A pesar de todo este parloteo sobre cómo EEUU ha hecho rápidamente amigos y aliados, y cómo nos hemos comprometido a ayudarles, a subvencionarles y a protegerles, no hay “confianza mutua” alguna como dice Obama, sino sólo desprecio y desconfianza mutuos, como Hillary Clinton dejó claro durante su reciente viaje a Pakistán, donde acusó directamente a sus anfitriones de esconder a Osama bin Laden. Si Obama está buscando “una estrategia que funcione a ambos lados de la frontera”, entonces, un día, tendrá que cruzar esa frontera. Y no creo que dude ni por un momento en extender esta guerra. A lo que se refiere este discurso, junto a toda la fanfarria sobre el lanzamiento de otra campaña militar, es a que vamos a prepararnos para una guerra regional más extensa que envolverá a Pakistán y a la mayoría del resto de los “estanes” de Asia Central. Porque a medida que metemos a las tropas en Pakistán, después las sacaremos para llevarlas, por ejemplo, a Tayikistán. Bien, digamos simplemente que hay montones de posibles “puertos seguros” en esa parte del mundo. ¿Fuera en julio de 2011? No apostemos el rancho en ello: para ese momento estaremos ya en las “áreas tribales” de Pakistán e invadiendo Uzbekistán.
Me encantó cómo Obama buscó encuadrar como “centrista” su postura, colocando a los extremistas a cada lado: los que piden la retirada y “los que se oponen a identificar un plazo adecuado de transición a la responsabilidad afgana. En efecto, algunos exigen una escalada más espectacular y abierta de nuestros esfuerzos bélicos, una que nos comprometa con un proyecto de construir una nación de hasta una década de duración”. Su posición es desde luego la razonable posición media: pragmática, imperturbable, deliberativa. Un error absoluto.
Error porque, en contra de lo que afirma Obama, asegurar Afganistán no responde a ningún “interés vital nacional”, es algo periférico y marginal. Esos infames “puertos seguros” no son ni puertos ni seguros, y tienen poco que ver, si es que tienen algo, con el lanzamiento de ataques terroristas contra la zona continental de Estados Unidos. Los ataques del 11/S se planearon y ejecutaron sobre suelo estadounidense por individuos que entraron legalmente en este país: incluso aunque Osama bin Laden hubiera de algún modo hallado todo lo relativo a un misil guiado antes del 11/S, los ataques –que estaban ya completamente planeados y en marcha- se habrían producido. Al Qaida, que ha funcionado siempre de forma descentralizada y organizada siguiendo la pauta de un concepto parecido a “resistencia sin líderes”, es ahora incluso más amorfa e indefinida que nunca. ¿Cree realmente Obama que eliminando unos cuantos campos de entrenamiento en Pakistán va a lograr decapitar a la hidra?
Toda la racionalidad empleada para justificar la continuación de la ocupación de Afganistán resulta poco convincente, por eso este discurso de Obama es el peor. Lejos de concentrar al país en torno a una guerra cada vez más impopular, sólo sirve para subrayar la debilidad de su posición. Si estos son los mejores argumentos que puede ofrecer el Equipo de Obama, entonces va a facilitarme mucho mi trabajo pero el de Obama va a ser mucho más duro, seguro que sí.
El momento más bajo de toda esta pesada perorata fue el alarmante descubrimiento de que Obama añora los viejos buenos días de la era Bush, cuando todos estaban unidos por el miedo:
“Es fácil olvidar que cuando empezó esta guerra estábamos unidos y vinculados por la memoria reciente de un ataque espantoso y por la determinación de defender nuestra patria y los valores que nos son tan queridos. Me niego a aceptar la idea de que no podemos evocar de nuevo esa unidad. Creo, con todas las fibras de mi ser, que nosotros –como estadounidenses- podemos todavía agruparnos tras un objetivo común”.
Sí, el asesinato masivo es sin duda un objetivo común. El objetivo común de todos los ejércitos de agresión. Pero ése es un objetivo que la gente decente no puede asumir. Al contrario de Obama, yo no añoro el regreso de los días más negros de los años de Bush, cuando el miedo impregnaba el aire como una niebla ponzoñosa, y todos los que rompían la sagrada “unidad” del momento eran denunciados por “traidores” y “quintacolumnistas” por la Unidad de Difamación.
¿Pensaban, pues, que Obama iba a ser diferente, que iba a representar el “cambio”? Bien, al final, les llegó la misma sangre, el mismo trueno, la retórica estereotipada común a todos los demagogos:
“Estamos atravesando una época de gran prueba. Y el mensaje que enviamos en medio de estas tormentas debe llegar claro: que nuestra causa es justa y nuestra resolución inquebrantable. Seguiremos adelante en la confianza de que la razón hace la fuerza, y con el compromiso de forjar unos EEUU más seguros, un mundo más seguro y un futuro que represente la más alta de las esperanzas y no el más profundo de los temores”.
La resolución de los fanáticos y de los locos es perpetuamente “inquebrantable”. Los agresores y matones siguen siempre “adelante”. Y los poderosos están siempre absolutamente seguros de la justeza de su causa. Proclaman que sólo quieren “seguridad”, y su llamamiento representa siempre, invariablemente, la “más alta de las esperanzas”.
Pero siempre acaba en océanos de sangre.
Fuente: http://original.antiwar.com/