Autor: Antonio Cardozo*
De acuerdo a las informaciones publicadas en matutinos locales, la lista de beneficiarios de “actualización de precios” autorizados por el secretario de comercio interior, Guillermo Moreno, incluye desde las filiales locales de multinacionales como Kraft Foods y Colgate Palmolive (USA), Danone (Francia), Unilever y Procter & Gamble (Gran Bretaña) como así también grandes compañías nacionales como Molinos Río de la Plata o SanCor, incluyendo algunas pymes como la productora de licores Dellepiane o la fabricante de artículos de limpieza Díaz y Quirini, y las yerbateras Demirol (marca La Hoja) y Gerula (marca Romance).
En la mayoría de los casos, se trata de las empresas líderes en su rubro y en algunas categorías -como polvos para lavar la ropa, yogures, pasta dental, alimentos congelados o pastas – todas juntas controlan más del 50 o 60% de las ventas en el país. Un verdadero oligopolio formador de precios.
Los productos diferenciados por marcas que fabrica cada empresa son clasificados en tres categorías a saber: “masivos”, “selectivos” y “Premium”, y en cada grupo recibe la autorización para un incremento diferenciado. Lo llamativo es que en el caso de los productos masivos las subas oscilan entre 3,5 y 4%; en los selectivos trepan a 7%, y en los premium llegan hasta el 9 por ciento.
¿La pregunta es por qué la secretaría de comercio interior permite la utilización de “Marcas Premium” en los alimentos?
Este es un mecanismo conocido dentro del ámbito de las grandes empresas transnacionales que utilizan artificialmente productos “Premium” para conseguir ganancias extraordinarias realizando pequeños añadidos a los productos básicos como el arroz, las pastas, la mayonesa, las bebidas, la salsa de tomate, las sopas, las mermeladas. También ocurre esto con productos de limpieza, tocador, etc.
Este mecanismo podría aceptarse en artículos suntuarios para la franja de consumidores VIP, pero es un tanto contradictorio para combatir el alza de precios en alimentos básicos.
Ya ocurre esto con las naftas donde no se consiguen las denominadas super, pero si siempre hay “Premium”, de mayor precio.
Las empresas presentan estos productos como que tienen un “valor agregado”, un engaño que encierra una trampa para conseguir el plusvalor captado como ganancia neta que no le agrega ventajas esenciales a los consumidores.
Las ganancias producidas por las marcas Premium deberían cuantificarse y analizar el porcentaje fugado como ganancias a las casas matrices. La población que asiste a los supermercados (Mercado Central hay solo uno) son rehenes de los monopolios y oligopolios alimenticios con sus alimentos “Premium”.
* Economista
