Traducción para Rebelión de Loles Oliván |
En el principio fue Al-Yasira… después, Qatar. ¿Se acuerda alguien de la política qatarí antes de que se estableciera Al-Yasira en 1996? ¿Puede alguien decirnos algo sobre la dirección y los objetivos de Qatar, si es que los tenía entonces? Y hoy en día, ¿hay alguien que ignore el papel político de Qatar en la región?
A través de Al-Yasira, Qatar ha desempeñado una importante función en el derrocamiento de Zine al-Abidine Ben Ali y de Hosni Mubarak. Si Al-Yasira no hubiera podido situar sus cámaras en el centro de las protestas ni fortalecer el apoyo a los manifestantes mediante sus canales árabe e inglés, no se hubiera podido crear un consenso internacional ni forzar a las potencias mundiales a que fingieran al menos la apariencia de que apoyaban las protestas y pidieran a Mubarak que dimitiera.
Pero eso no es todo. Al-Yasira contribuyó a preparar el escenario para el enfrentamiento en Libia al fomentar entre mucha gente la creencia de que no había que dejar al pueblo libio a merced de su malvado dictador Muamar Gadafi. Después de ser considerada muy crítica sobre la ocupación estadounidense de Iraq, Al-Yasira acabó siendo una plataforma para justificar la intervención extranjera en Libia.
Asimismo, Al-Yasira ha construido buena parte del discurso utilizado por los Estados del Golfo y por Occidente para que la crisis de Siria pase de ser un movimiento popular contra un régimen corrupto y dictatorial a un conflicto geopolítico cuyo objetivo es justificar la intervención extranjera en interés de un cambio de régimen. Esta intervención halla en el discurso de Al-Yasira su justificación moral.
Por el contrario, el silencio de Al-Yasira sobre las protestas de Bahréin ha contribuido a la ausencia de presión internacional o de clamor popular sobre el levantamiento en ese país. En consecuencia, la política de la región ya no refleja la realidad tal como es sino según la cuente Al-Yasira.
No obstante, ello no debe llevarnos a asumir que el establecimiento de Al-Yasira formara parte de un plan diseñado a largo plazo como sugieren algunos. La cuestión radica simplemente en que Doha se opuso a la hegemonía saudí en el Golfo cuando Riad expresó sus reservas hacia el golpe de Estado (sin derramamiento de sangre) de 1995 por el cual el emir actual, Hamad bin Jalifa, derrocó a su padre.
La familia real saudí se temió que el golpe de Estado sentaría un precedente ante miles de jóvenes príncipes saudíes. Añádase asimismo que ha habido algunas disputas fronterizas entre los dos países.
A través de Al-Yasira, el gobierno de Qatar trató de oponerse al status quo regional, seguir siendo muy crítico con Israel y Occidente, y pedir la mejora de las relaciones entre los gobiernos y el pueblo del mundo árabe. Todo ello tenía por objeto importunar a Arabia Saudí, que representaba el principal guardián del orden conservador en la región.
Pero la singularidad real de Al-Yasira es lo que ha hecho que sea —y por extensión, Qatar— tan influyente. La política qatarí seguía los pasos de Al-Yasira escondiéndose tras ella hasta que llegó la crisis libia. Desde que comenzó la guerra en Libia, es Al-Yasira la que ha comenzado a seguir a Qatar perdiendo gradualmente su singularidad.
Hoy en día está Qatar y, después, Al-Yasira. Qatar está presente en todos los rincones del mundo árabe: en Sudán, Qatar actuó como mediador en la crisis de Darfur y ha financiado recientemente el Banco de Darfur con mil millones de dólares de capital. En Túnez, es el principal apoyo exterior del partido An-Nahda que ganó las elecciones parlamentarias de octubre de 2011. En Egipto apoya a los Hermanos Musulmanes y a ciertos movimientos salafistas. En Libia, Qatar desempeñó un importante papel en la formación del consejo de transición, así como financió y armó a la resistencia. En Palestina parece que Doha está en camino de convertirse en el principal apoyo de Hamas, además de estar interviniendo de manera notable en la reconciliación entre Hamas y Fatah.
En cuanto a Siria, Qatar ha desempeñado un papel relevante en la formación del opositor consejo de transición [sic] y en que se traslade la cuestión siria a la Liga Árabe y al Consejo de Seguridad de la ONU. Qatar también ha jugado un papel significativo en la financiación y la provisión de armas a la oposición, según informaciones recientes. Asimismo, Doha tiene presencia en Iraq, Líbano, Yemen, Mauritania y Marruecos.
El papel de Qatar en la formación del nuevo Oriente Próximo y Norte de África supone un desafío a las teorías geopolíticas clásicas y a las interpretaciones tradicionales de la política internacional.
Qatar es un país muy pequeño y su población no alcanza a más de un millón de habitantes. Su superficie es de 11.437 km2 y sus fuerzas armadas están integradas por 12.000 hombres. Estas cualidades no permiten posiblemente que Qatar tenga ambiciones imperiales; su actual habilidad regional reta la comprensión convencional de la política. Ello significa que es posible que la teoría política actual sea inexistente o esté desactualizada.
En el mundo actual, los ingredientes de potencial estratégico de un país, como población, tamaño y fuerza militar, son menos importantes de lo que eran antes porque la naturaleza de la actividad económica ha cambiado significativamente. Tanto la era agrícola (cuando la ocupación del territorio constituía una importante fuente de valor económico) y la era industrial (cuando la expansión colonial produjo la acumulación de riqueza económica) se han superado hace tiempo.
Esta es la era de la información post-industrial en la que los Estados pueden participar en actividades virtuales sin que la geografía las restrinja. En este sentido, podemos describir a Qatar como una potencia virtual a través de la cual su presencia virtual eclipsa su presencia física en el ámbito de la política, y el poder de sus acciones tiene mucho más peso que el poder de su existencia física.
El papel que desempeña actualmente Qatar no puede explicarse únicamente en términos convencionales describiéndolo como manifestación de las ambiciones de un “Estado” que intenta conseguir más poder. Eso sería más cierto para Turquía, Irán o Arabia Saudí, donde lo que guía la política exterior siguen siendo los intereses geopolíticos tradicionales.
La influencia de Qatar proviene esencialmente de dos componentes relacionados entre sí. El primero es la capacidad financiera que obtiene de sus exportaciones de petróleo y gas natural, que han hecho que el ingreso per cápita qatarí sea el más alto del mundo (alrededor de 103.000 dólares al año). El considerable excedente económico de Qatar le permite desempeñar un papel internacional a través de la financiación de gobiernos, partidos, milicias y medios de comunicación.
Los medios de comunicación, y en particular el papel de Al-Yasira, representan el segundo componente del poder de Qatar. A través de sus publicaciones en árabe y en inglés, Al-Yasira es capaz de desempeñar un destacado papel en lo que se conoce en los estudios de los medios de comunicación como “establecer la agenda”, es decir, informar sobre lo que ha de ser el tema principal de atención así como la forma en que se cubre (la naturaleza del problema, cuáles son las partes importantes, cuáles son las posibles soluciones, etc.).
En este sentido, Qatar se asemeja a una organización internacional con un gran presupuesto y una oficina de relaciones públicas que opera para influir en los gobiernos y Estados sin estar sujeto a las mismas normas que desea imponer a los demás.
El gobierno de Qatar ha podido ejercer este papel porque se ha librado de limitaciones ideológicas y geopolíticas. Qatar parece un país sin sociedad —como si estuviera constituido únicamente por un gobierno muy rico— por lo que cuenta con una gran flexibilidad política. Qatar puede atacar a sus opositores proporcionando apoyo mediático a los movimientos de oposición de otros países mientras que sus oponentes no pueden utilizar la misma arma en su contra.
Del mismo modo, Qatar no tiene una doctrina política como Irán, Turquía, e incluso Arabia Saudí. Es capaz de expandir su esfera de influencia sin tener que recurrir a convicciones específicas o a la identidad. En este sentido, Qatar es más que un Estado pragmático —dado que todos los Estados son pragmáticos—; su política exterior está motivada por lo que sólo se puede describir como un cinismo extremo.
Ello hace posible que Qatar desempeñe el papel de conciliador entre los intereses occidentales y los movimientos islamistas a la vez que mantiene estrechas relaciones con Israel y Hamas. Hace posible que Qatar albergue la mayor base militar de Estados Unidos en la región (el cuartel general de operaciones de la guerra contra Iraq en 2003) a la vez que desata un ataque feroz contra la guerra en los medios de comunicación de las oficinas de Al-Yasira, no muy lejos de esa misma base. Hace posible que Qatar sea el lugar ideal para las conversaciones entre Washington y los talibanes. En resumen, eso es lo que hace posible que Qatar sea punto de encuentro de fuerzas aparentemente irreconciliables.
Por último, el auge de Qatar es el resultado de dos crisis. La primera es la crisis del “Estado árabe”, que todavía en construcción, frágil, y abierto a la interferencia de cualquier grupo con un exceso de poder. La segunda crisis se refiere a un grave vacío regional representado por la ausencia de una potencia árabe con un programa que refleje el sentir de la mayoría del pueblo. Qatar es la expresión misma de ese vacío, y se ha convertido en un nuevo actor regional con un desmesurado poder virtual.
*Hareth Hassan, iraquí, es analista político.