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De entrada: Los llamados “indignados” de la Europa Occidental y de EE UU  no son otros que aquellos proletarios que ideológicamente se han mantenido idiotizados con las promesas del individualismo burgués. En mentalidad se han comportado más anticomunistas que los mismos burgueses de alto peso mediático, a cambio de las diferencias salariales que les ha permitido llevar una vida más “digna” que el resto de los proletarios del mundo, particularmente de los eurasiáticos, africanos y mesosuramericanos; por eso hoy se muestran muy indignados.

Recordemos que esos dignos trabajadores europeos de ayer, hoy indignados, descienden familiar y clasistamente de quienes no se sumaron al proyecto socialista soviético. Por el contrario, asumieron una conducta bestialmente agresiva contra todo trabajador que mostrara simpatías con las ideas marxistas o de izquierda. Conducta similar han adoptado los llamados escuálidos de países como Venezuela donde, gracias a su apoyo, en estos países han reinado las famosas dictaduras mata gente que conocemos. La política betancurista y adecopeyana venezolana sirve de ejemplo en estas aseveraciones.

Para explicarnos cómo es que la alta burguesía euroccidental, representada en América por EE UU y Canadá, Brasil, México y hasta la misma Argentina, en Asía por Israel y en África por los racistas surafricanos, pretende hoy castigar económicamente a quienes han sido el segmento proletario que los ha apoyado en su negativa a la adopción de un Socialismo de remplazo, debemos ir al mercado burgués.

Resulta que el mercado capitalista, luego de crecer y ampliarse sin limitación alguna sobre la faz de la Tierra, tiene ya muchas décadas sufriendo conflictos de producción y venta, y estos han desembocado en crisis megasociales de la talla de 2 Guerras Mundiales, la segunda con armamento y matanzas atómicas.

Recordemos, además, que el capitalismo es un modo de vida dedicado a acumula riquezas para seguir acumulando riquezas. No es el estilo del modo feudal, caracterizado como estuvo de ser una sociedad consumista por excelencia, con un mercado inelástico en oferta y en demanda.

Porque es un hecho que el mercado burgués necesita inevitablemente crecer y crecer, y cuando está copado por industriales ya establecidos, estos necesariamente deben entrar en guerras destructivas, pero no maltusianas, sino fundamentalmente burguesas, sencillamente competencia burguesa. Por esta sola razón, agotados los mercados de consumo final, no le queda al sistema otra salida que la redistribución del capital variable, ese capital variable que viene empleado en la clase trabajadora, y que la intelectualidad apologista burguesa ha negado en su literatura vulgar.

Bien, como sabemos, la mayor parte de ese capital va a las manos menos creativas de riqueza. Fundamentalmente va a manos gerenciales, contables, asesoras, investigativas, policiales, militares, políticas o burocráticas, etc. Esta mano de obra, si bien trabaja mucho y es de elevada calidad tecnociéntifica, no aporta un ápice al Producto Interno de ninguna sociedad burguesa. Nos explicamos: la llamada mano de obra intelectual se ocupa sólo del mantenimiento y cuantificación del patrimonio burgués, de la riqueza creada por los aslaraidos que se hallan directamente involucrados en la transformación de la materia prima y de la  manipulación de las máquinas y equipos correspondientes. Aquellos trabajadores “escuálidos”, de aquí, e “indignados” de Europa, son   conservadores de riqueza, pero no son los creadores de ella.

Seguimos: El capitalismo se ha dado cuenta de que, por ejemplo, el mercado ya no resiste que los proletarios verdaderamente creadores de la riqueza mundial sean quienes paguen con sus salarios los altos emolumentos recibidos por la clase que sólo conserva, cuida y cuantifica dicha riqueza, que en todo caso podrían ser los mismos burgueses, los patronos, o, más conveniente a sus intereses, que lo sea esa mano de obra no productiva.

Como se sabe, los altos ingresos salariales tienen un tope en materia de “cesta familiar”, y de allí que sus beneficiarios suelan hacer ahorros que les permiten meterse a burgueses explotadores, con lo cual agrandan el mercado de oferta burguesa, sin contar con demandantes. El resultado es una clara agravación del conflicto intraclasista por el reparto del mercado local, nacional e internacional.

Como estamos ya infiriendo, el capitalismo ha decidido acortar los emolumentos de la mano de obra improductiva, es decir, reducir el ingreso de estos privilegiados proletarios, y, es más,  ha optado por aconsejar a los gobiernos del mundo, entre estos a los suramericanos, para que reorienten partidas del gasto presupuestario dirigidas a  los escuálidos y redirigir esas economías  hacia  el  segmento  proletario verdaderamente productivo que no es otro  que el trabajador más humilde, menos escuálido y más alejado de la clase media. Por estas razones, la pauperización de esos indignados será inevitable.

De todo eso inferimos, de paso, que poco importa   cómo se llame la política emprendida por los gobernantes que asuman esta nueva estrategia burguesa, si socialista, comunista, socialista de este o aquel milenio, lo importante es que contribuyan eficazmente con dicha pauperización porque sólo así se podría agrandar el mercado de consumo final. Estadísticamente, por ejemplo, con un salario de alta clase gerencial o investigativa se podría  alimentar unas 20 familias, según el salario mínimo, para unos emolumentos de 30MM/mes, aproximadamente.

marmac@cantv.net