Luis Armando Giffoni


No es exagerado ver a la naciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como la concreción del proyecto de nuestros próceres. Ahora, igual que hace doscientos años, la voluntad política de configurarnos como un bloque geopolítico regional encuentra en la diversidad su mayor virtud y su más severo obstáculo.

Es una virtud de cara al futuro considerando que tenemos dentro de nuestras fronteras prácticamente todos los recursos que podamos requerir para el funcionamiento de nuestras economías y el bienestar de nuestros pueblos, siempre que la cooperación y la complementariedad sean las premisas que orienten nuestras relaciones económicas. Sólo gracias al portentoso liderazgo del presidente Chávez fue posible reunir en este evento a todos los Estados de nuestramérica, diversos no sólo en términos ideológicos sino también en relación con sus intereses y compromisos con los poderes fácticos transnacionales. En esto último los obstáculos.

A diferencia de otras instancias ya existentes, nuestra CELAC debe configurarse expresamente como un bloque geopolítico para dejar definitivamente en el pasado la doctrina Monroe y vacunarnos contra golpes gorilas y agresiones militares de potencias foráneas; debe ser la voz del Sur ante el resto del mundo y, especialmente, debe reflejar en forma diáfana la voluntad de las masas que hoy la conforman y la impulsan.

En este sentido juzgamos como muy positiva la iniciativa de acompañar la cumbre con un foro de filosofía, una feria gastronómica continental, un concierto musical gratuito con artistas de todo el continente y el apoyo de los medios públicos para la cobertura y difusión de todo ello. En las Cumbres presidenciales del mundo industrializado la presencia de las masas tiene connotaciones y consecuencias muy diferentes.

Nuestra CELAC tiene un potencial inmensurable para la concertación y el reencuentro de nuestra identidad común. El Sur como espacio geopolítico es -comparado con el Norte- el que conjuga la mayor suma de rasgos identitarios unificadores, como ya lo apuntaba Bolívar en la Carta de Jamaica definiéndonos como “una sola nación”. Si comparamos la identidad cultural de ciudadanos estadounidenses oriundos de Seattle, Honolulu y New Orleans, encontraremos muy poca afinidad más allá de la que se desprende de los condicionamientos de la sociedad de consumo. Lo mismo se evidencia en el caso de la “Unión” Europea, donde un portugués, un húngaro y un lituano, no comparten ni siquiera el idioma. Por el contrario, en el Sur todos somos mestizos, somos hombres y mujeres de maíz, igualmente privilegiados por nuestras maravillas naturales e igualmente condenados por nuestro rol periférico en el sistema mundo capitalista. Nuestras amenazas son las mismas, nuestra fortaleza, como reza nuestro himno nacional, está en la Unión.

Aun cuando los presidentes Correa y Mujica –a nuestro juicio los oradores más preclaros de la cita- coincidieron en que la amplitud de criterios presentes en la Cumbre hacía poco probable la consecución de objetivos políticos ambiciosos, consideramos esencial para el éxito de nuestra unión la conformación progresiva y acelerada de lo que podemos denominar como ciudadanía CELAC, que no es otra cosa que instaurar y fortalecer infinitamente la conciencia del Sur.

Para ello debemos poner el acento en los temas que afectan en forma directa la vida de nuestros pueblos. En lo simbólico, el establecimiento de un nuevo discurso político y mediático que nos autodefina ya no como periferia sino como un emergente centro de poder geopolítico dentro de un nuevo orden mundial multipolar. En lo político, impulsar mecanismos concretos de intercambio regional para que nuestros pueblos se autodescubran en sus coincidencias y similitudes. En este ámbito debe priorizarse el turismo intrarregional de interés social y los intercambios académicos y culturales. También a lo interno de cada país podemos impulsar la producción de contenidos para una nueva industria cultural del Sur, más cerca de nuestras raíces auténticas y cada vez más lejos de la potente influencia de Hollywood. Para esto último una medida de corto o mediano plazo pudiera ser poner a disposición de nuestros pueblos una frecuencia para disfrutar de TeleSur y la Radio del Sur en señal abierta. Adicionalmente una línea aérea de bandera CELAC para transporte de pasajeros y carga por todo el continente, nos liberaría del yugo de las corporaciones transnacionales que monopolizan estos sectores. De este modo le abriríamos las puertas al intercambio cultural y el desarrollo económico de todos nuestros países.

Ciertamente no se puede pretender que la CELAC sea una instancia revolucionaria en la medida en que lo es el gobierno venezolano, pero no debemos olvidar que el ascenso de gobiernos progresistas en nuestramérica fue precedido por grandes calamidades económicas y sociales que sirvieron para concienciar a nuestros pueblos sobre la necesidad de emprender nuestro propio camino. Sucesos como El Caracazo, El Corralito, La Guerra del Agua y tantos otros han dotado a nuestros pueblos de una conciencia política que es el rasgo definitorio fundamental de nuestro tiempo histórico. Cualquier esfuerzo que hagamos en aras de aprovechar esta excepcional circunstancia será pequeño en comparación con todo el trabajo que tenemos por delante

Con cada paso hacemos historia.

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