Resulta llamativo que en los dos días después de las elecciones del domingo 20 de noviembre, y contrariamente a lo que se podría esperar, el Ibex-35 de la Bolsa bajara un 3,48% el lunes 21, y un 1,45% el martes día 22. También, que la llamada “prima de riesgo” española (el diferencial del precio a pagar a los compradores de deuda pública, respecto a la rentabilidad del bono alemán) alcanzara cifras récord de 463 puntos el primer día y 470 el segundo. En ése día, el Estado español incluso llegó a pagar más, por su deuda, que el Estado griego. La lectura de estos datos nos reafirma en la convicción de que la especulación capitalista está fuera de cualquier control democrático, en esta caricatura de democracia. No sólo ignora los procesos electorales, sino que, especialmente en el caso de la deuda, eleva sin freno las exigencias del chantaje. Todo ello al margen (o coincidiendo con) del triunfo del PP.
El cambio de Rajoy será, en todo caso, la tijera por la motosierra. Se afanará, con mayor ferocidad si cabe, en la misma línea que Zapatero, la que le impongan esos ladrones a gran escala, que llaman “mercados”, y sus representantes de la “troika”: FMI, BCE, CE. Ellos tienen el control y dictan las normas. Las “medidas de Rajoy” pasarán, si no lo remediamos, por seguir con el desmantelamiento y privatización de los servicios públicos, que ya están provocando la respuesta social y ciudadana en materia de sanidad y educación públicas contra gobiernos autonómicos del PP, y contra la política del gobierno de CiU, en Catalunya.
Sus objetivos también son la dinamitación de la negociación colectiva, los sacrificios salariales y el modelo único de contrato laboral precario (la patronal apunta el contrato de aprendizaje sin derechos y con sueldo de miseria), todo ello como ejes de un programa profundamente antisocial, donde los trabajadores se empobrezcan aún más, víctimas del paro, la precariedad y la explotación laboral, en ausencia de derechos. Y esas medidas las podemos esperar de manera inmediata, para convertir a las personas, cuanto antes, en carne de precariedad, laboral y social, y sus derechos en simples áreas de negocio privado.
Además, y con el gobierno de Rajoy, los escasos avances en materia de libertades individuales se encuentran amenazados por los sectores ultraderechistas y clericales (homófobos y misóginos), crecidos con la victoria de “los suyos”. El cambio también trae consigo el refuerzo de las actitudes xenófobas, exhibidas por distintos candidatos en campaña, todo en el contexto de una Europa cada vez más racista, desigual, violenta e intolerante.
Frente a esta situación, no cabe la resignación. No vale hacerse ilusiones, ni creer las mentiras, ni quedar atrapados o paralizados por el miedo y las contradicciones. Nos han acostumbrado durante treinta años a confiar en los políticos profesionales, en los burócratas, en las bondades del sistema. Ya va siendo hora de que, con una buena dosis de realismo, lleguemos al convencimiento de que debemos plantar cara, si no queremos retroceder socialmente al siglo XIX.
Si no lo conseguimos nosotros mismos, nadie nos devolverá los derechos que nos han robado con la excusa de la crisis. Además de defender los servicios públicos, como piedra angular de una sociedad igualitaria, exijamos la derogación de las “reformas” (esas que ahora reconocen que “no han servido para nada”) impuestas por el gobierno de Zapatero: la laboral, la de las pensiones, la de la negociación colectiva, la privatización de las Cajas de Ahorro, y el resto de derechos que nos han esquilmado.
Cambiemos las reglas de juego, porque la crisis es solamente una circunstancia, porque el verdadero problema está en el propio sistema capitalista. Este nuevo escenario es un reto para las gentes que no se han rendido, que no se resignan ante esta situación, y que quieren pelear por un futuro mejor. Organicemos la resistencia, defendamos nuestras libertades, luchemos por recuperar lo perdido. Unámonos, para que no haya excluidos ni privilegiados.