¿Pueden los hombres que han participado en un mundo antiguo ser los que imaginen uno nuevo? Los que han amparado sus desmadres y lo han hundido en la crisis, ¿pueden ser los mismos que los que aplican los remedios? Empujada por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, Europa ha decidido eludir la cuestión: so pretexto de la urgencia de la crisis, la pareja franco-alemana ha dejado aparcada la democracia para instalar gobiernos formados por expertos, exonerados de acudir a las urnas.
Lukas Papademos en Grecia, Mario Monti en Italia… esto tiene, a los ojos de Berlín y París, un poco más de credibilidad que los gobiernos desgastados y despreciados de Yorgos Papandreu y Silvio Berlusconi. ¡Pista libre, por tanto, para los eurócratas! Estos tienen el mérito, dicen, de comprender tanto a los mercados como los engranajes de Europa. Se supone que encarnan esos gobiernos de la razón, que junto con la pareja franco-alemana pueden ayudar a sacar a Europa de la crisis.
Pero ¿realmente son los hombres que convienen? Porque si se mira más de cerca, han estado en todos los fregados de los últimos tiempos en Europa. No solo han participado activamente en su evolución, sino que también, si no impulsaron, por lo menos ampararon las maniobras, manipulaciones y errores habituales que hoy están en el meollo de la crisis de Europa y del euro. Con Mario Draghi, el nuevo presidente del Banco Central Europeo (BCE), han formado uno de esos tríos que han estado en el epicentro de los problemas de las deudas soberanas y mantenido una relación más que estrecha con Goldman Sachs y los bancos estadounidenses en este terreno. Los mismos bancos que hoy especulan contra los Estados europeos y el euro.
Hace años que Goldman Sachs se infiltró en la cúspide estatal de EE UU. El banco se presta generosamente a ceder a sus exdirectivos al Gobierno estadounidense en nombre del “interés general”: a Henry Paulson, expresidente de Goldman Sachs nombrado secretario del Tesoro por Georges Bush y encargado en este puesto de gestionar el comienzo de la crisis financiera, le sucedió Timothy Geithner, lo que le asegura prácticamente la impunidad frente a todas las autoridades de control e inspección, a pesar de las múltiples revelaciones habidas sobre sus prácticas.
Aunque desde hace años Goldman Sachs ha tenido todas las puertas abiertas en la Comisión Europea, hasta ahora no había penetrado tan profundamente en las más altas esferas de la UE. La cercanía de Mario Draghi con respecto al banco estadounidense ya se señaló antes incluso de su nombramiento al BCE. Después de su paso por la Dirección General del Tesoro de Italia, trabajó de consejero de Goldman Sachs de 2002 a 2005.
Ahora la red de Goldman Sachs se refuerza. El nuevo primer ministro italiano, Mario Monti, excomisario europeo responsable de Mercado Interior y más tarde de Competencia, es consejero de Goldman Sachs. En cuanto a Lukas Papademos, antes de convertirse en jefe del Gobierno griego, fue gobernador del banco central griego de 1994 a 2002, para después ser nombrado vicepresidente del BCE. Por tanto, desempeñó un papel clave en el momento de la entrada de Grecia en el euro, con lo que resulta difícil imaginar que no supiera nada de la manipulación de las cuentas del Gobierno griego realizada bajo la batuta de Goldman Sachs.
Hay que insistir en este asunto, ya que estos tres hombres fueron autores y testigos de esa escena del crimen que hizo surgir la duda sobre el euro antes de provocar una reacción en cadena sobre las deudas de los Estados europeos y dar pie, en respuesta, a una política de deflación social pagada exclusivamente por los pueblos europeos, hasta dejar finalmente en suspenso la democracia.
El falseamiento de las cuentas griegas
Todo comenzó en noviembre de 2009, cuando Yorgos Papandreu, recién elegido, decidió someter a examen la gestión de sus predecesores en el Gobierno. Confesó que todas las cifras estaban falseadas: el déficit no era del 5,8 %, sino del 12 % del PIB, y el endeudamiento pasaba del 90 % al 120 % del PIB. En ese momento, el Gobierno griego reconoció que en realidad Grecia nunca había cumplido los criterios de convergencia exigidos en el marco del Tratado de Maastricht. Hubo engaño desde el principio. Y el engaño lo pergeñó Goldman Sachs.
Después de realizar minuciosas investigaciones, el New York Times y Der Spiegel explicaron cómo fue eso posible. Al constatar que las cosas no cuadraban, el Gobierno griego, aconsejado por el banco estadounidense, llevó a cabo una serie de maniobras para enmascarar el incumplimiento. Gracias a las gestiones de Goldman Sachs, en el año 2000 consiguió un préstamo de mil millones de dólares, pero para que no quedara reflejado en las cuentas públicas y por tanto aumentara la deuda del Estado, toda la operación se llevó a cabo utilizando un vehículo especial llamado Ariana, sin duda para mostrar el carácter laberíntico y opaco de la operación.
Fue la entidad llamada Ariana la que recibió el préstamo, pero gracias a la ingeniería financiera, el préstamo se convirtió en un simple intercambio de divisas, por lo que no hacía falta contabilizarlo como una deuda suplementaria. En contrapartida, el Gobierno griego garantizó la amortización del préstamo con los ingresos futuros obtenidos de la lotería nacional. El año siguiente, Grecia repitió la operación a través de una entidad distinta, Eolo, quizá con la esperanza de que todas esas manipulaciones se las llevara el viento. Esta vez, la garantía para el préstamo fueron los ingresos futuros de los aeropuertos. Semejantes maniobras, que no se alejan mucho de las de las asociaciones público-privadas, reportarán 300 millones de dólares a Goldman Sachs.
En 2005, el nuevo ministro griego de Hacienda, Yorgos Alogoskoufis, denunció esas operaciones que privaban al Gobierno de importantes ingresos, pues los aeropuertos y la lotería nacional se habían convertido de hecho en concesiones de Goldman Sachs. El banco, “con ánimo de restablecer las buenas relaciones con la república griega”, aceptó negociar los acuerdos y al final revendió la mayor parte de los títulos al Banco Nacional de Grecia. A finales de 2009, cuando el Gobierno griego ya estaba luchando contra la asfixia financiera, los directivos de Goldman Sachs, que habían empezado a especular alegremente en torno a la deuda griega a través del mercado de CDS (Credit Default Swaps), volvieron a Atenas para proponer que se renovara la misma operación, garantizándola esta vez con el sistema sanitario (!). El Gobierno declinó la propuesta.
De todas maneras, estos montajes, que ya fueron muy criticados en el momento en que se pusieron en práctica, estaban prohibidos en la zona del euro, y Goldman Sachs no podía ignorarlo. En 2008, Eurostat, la agencia europea de estadística, había denunciado aquellas operaciones de ingeniería financiera “que parecen haberse ideado especialmente para hacer aparecer un resultado contable que no guarda relación con los méritos económicos de la operación”.
Si hay una persona a la que no pudo estar al margen de esas maniobras, es Lukas Papademos. Desde 1994, este doctor en Economía, diplomado por el MIT (Massachusetts Institute of Technology) como Mario Draghi, era gobernador del Banco Central de Grecia. Estuvo en el puesto hasta 2002, cuando fue nombrado vicepresidente del Banco Central Europeo. Durante todo ese periodo, su misión principal consistía en organizar la transición de la dracma al euro. Por tanto, conocía al dedillo la situación financiera de Grecia y sabía perfectamente que no se ajustaba a los criterios exigidos por Europa.
Resulta difícil imaginar que en su calidad de gobernador del Banco Central le hubieran marginado de las negociaciones con Goldman Sachs sobre las operaciones crediticias y la falsificación de las cuentas. En todo caso, los cambios de divisas por importe de mil millones de dólares difícilmente podían escapar al control de las autoridades tutelares bancarias de la época. Sin embargo, no le han formulado ni una pregunta sobre su papel en aquel periodo. Y ahora se presenta como el único personaje riguroso e íntegro, capaz de restablecer el orden en Grecia e imponer los planes de austeridad que exige la UE. ¿Qué habrá que pensar si, a raíz de las reformas exigidas, los aeropuertos, la lotería, el sistema sanitario, que por lo visto son muy codiciados, están en manos de Goldman Sachs?
Las mentiras de Mario Draghi
Antes incluso de ser nombrado presidente del BCE, a Mario Draghi también le ha alcanzado la sombra de Grecia. Después de dejar la Dirección General del Ministerio de Hacienda italiano en 2001, fue nombrado asesor jefe de Goldman Sachs. El comunicado del banco en que anunció la contratación de Draghi señalaba que su misión consistía en “ayudar a la entidad a desarrollar y llevar a cabo operaciones con las principales empresas europeas y con los gobiernos y agencias gubernamentales a escala mundial”.
¿Intervino el actual presidente del BCE en la operación de camuflaje de la deuda griega por cuenta del banco? Colocado a la defensiva, Draghi contestó primero que no comenzó a trabajar para el banco de Wall Street hasta 2002, mucho después de los montajes en torno a la deuda griega. En una comparecencia ante el Parlamento Europeo previa a su nombramiento, en junio de 2011, el banquero italiano recalcó: “Las operaciones entre Goldman Sachs y el Gobierno griego se llevaron a cabo mucho antes de que yo entrara a trabajar en Goldman Sachs. Además, yo no tuve nada que ver con esas operaciones, ni antes ni después. Yo no estaba encargado de vender servicios a gobiernos. De hecho, trabajaba para el sector privado. Y aunque Goldman Sachs esperaba de mí que trabajara para el sector público cuando me contrataron, les dije francamente que por el hecho de haber estado anteriormente en el sector público yo no tenía interés ni ganas de trabajar para el sector público.”
La explicación sembró la duda entre los diputados europeos. ¿Se puede creer que Goldman Sachs hubiera aceptado desaprovechar los buenos contactos de uno de los hombres más introducidos en las esferas gubernamentales europeas y en la Comisión Europea, cuando lo habían contratado precisamente para eso, sin ninguna precaución con respecto al conflicto de intereses? Buen conocedor de este expediente, el diputado europeo de Los Verdes, Pascal Canfin, no le creyó ni por un instante. “Después de su comparecencia no me sentí para nada convencido por las declaraciones de Mario Draghi. Ahora sé que mintió. No tuvo que ver con el expediente griego, pero sí se ocupó de la gestión de la deuda europea cuando estuvo en Goldman Sachs, contrariamente a lo que afirmó”, explica.
La prueba se presentó con la publicación de un artículo a finales de octubre en la revista española Tiempo con motivo de la toma de posesión de Draghi en el BCE y la aportó inesperadamente el Banco de Italia. ¿Torpeza o arreglo de cuentas? En el documento, el Banco de Italia afirma que desde su puesto en Goldman Sachs “Mario Draghi tuvo que tratar determinados aspectos relacionados con la gestión financiera de la deuda: concretamente, una operación de colocación con el Gobierno británico, otra con respecto al metro de Madrid con el Gobierno español y operaciones de refinanciación del déficit con el Gobierno alemán”. Suena extraño para un directivo que jura que abandonó cualquier contacto con el sector público y que se dedicó con cuerpo y alma al sector privado cuando estuvo en Goldman Sachs.
Más allá de estas omisiones, el nuevo presidente del BCE no podía ignorar lo que se había cocinado en Grecia. Conocía muy bien este tipo de operaciones, que Italia ya había llevado a cabo antes de que Grecia recurriera a ellas. En 1996, el Gobierno italiano dirigido por Romano Prodi, que pasaría seguidamente a presidir la Comisión Europea, se vio de nuevo asfixiado por el déficit. El banco estadounidense JP Morgan se prestó a ayudarle: puso en marcha un préstamo basado en una operación de cambio de divisas con un tipo de cambio favorable. Milagro: gracias a esta aportación de dinero, el presupuesto italiano quedó equilibrado, y puesto que oficialmente se trataba de una operación de cambio de divisas, nada se hizo constar en las cuentas públicas.
En esa época, Draghi llevaba cinco años en el puesto de director general del Ministerio de Economía. Imposible que no se enterara de aquellos manejos y todo indica que incluso participó en ellos activamente. Hoy, el nuevo presidente del BCE se presenta como un defensor intransigente de la ortodoxia financiera y reclama transparencia y rigor a los gobiernos. Está claro que participó en la redacción de la carta enviada por el BCE al Gobierno de Berlusconi el verano pasado, en la que el banco emisor dictaba sus exigencias de reforma y recortes sociales.
Cancerbero de la ortodoxia
Ahora es Mario Monti el encargado de cumplirlas. En la época de las citadas operaciones italianas, él era comisario europeo encargado del Mercado Interior. ¿Demasiado alejado para saber nada? Monti ya era entonces un peso pesado de la política italiana. Presentado como técnico, está bien visto tanto por la derecha como por la izquierda. No se le escapa casi nada de lo que ocurre entre los bastidores del poder en Roma y en Milán. ¿Realmente no supo nada de aquellos manejos de «creatividad contable»?
Mario Monti se ocupaba en aquel entonces mucho de los servicios públicos, propugnando su privatización para asegurar “una competencia libre y no falseada”. Pero también supervisó los primeros textos sobre la liberalización de los servicios financieros y la regulación bursátil y bancaria. De ahí que le cortejaran los bancos y todo el mundo financiero. Lo mismo ocurriría más tarde, cuando fue nombrado comisario de Competencia de 1999 a 2004 y estaba facultado para dar luz verde o no a las grandes fusiones y adquisiciones orquestadas por los principales bancos internacionales.
Goldman Sachs lo contrata, nada más irse de Bruselas, justamente para hacerse con un hombre de talento. Y no es más que por simple negligencia, como recuerda Le Monde, que Monti olvida mencionar su función cuando, en 2010, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, le confía una misión de cara a una nueva profundización del mercado único. El excomisario propone acelerar el proceso, tanto con respecto a los productos como a los servicios y las finanzas. También insiste en la necesidad de acentuar la movilidad de los ciudadanos equiparando la fiscalidad y la protección social. No indica en qué sentido debería realizarse esta unificación, pero es fácil adivinarlo: en el sentido que “tranquilice a los mercados”.
“Lo más grave es que estos hombres no se han distanciado, a pesar de la crisis, del antiguo modelo. Resulta difícil creer que son capaces de imaginar un plan B. Seguirán dispensando, cada uno desde su puesto, una ortodoxia mortífera”, dice Pascal Canfin.
15/11/2011
Traducción: VIENTO SUR