Adam Hefty*

El pasado 2 de noviembre, Oakland vivió la jornada de acción tal vez más masiva y combativa del movimiento Occupy hasta la fecha. Posteriormente se han abierto importantes debates, tanto en Oakland como en el seno del movimiento Occupy, en internet, en asambleas generales y entre amigos y familiares en relación con el éxito de la huelga y el camino a seguir.

Empecemos por algunas cuestiones en las que probablemente hay acuerdo. Según cálculos conservadores de los medios establecidos, hubo de 5.000 a 7.500 manifestantes; activistas implicados calculan que hubo de 15.000 a 50.000. No se trató de una huelga general en sentido tradicional, pero en gran parte del centro de Oakland estuvo todo cerrado durante la jornada, bien en solidaridad con la huelga, bien ante la presencia de piquetes volantes. El puerto de Oakland estuvo cerrado durante casi todo el día, con la consiguiente pérdida de ingresos de decenas de miles de dólares. Diversas marchas que iban al lugar de acampada o venían de allí organizaron protestas delante de oficinas bancarias y empresas particularmente odiadas. Esa tarde, un grupo de personas partió del lugar de acampada para iniciar una segunda ocupación: la antigua sede de la Travelers’ Aid Society (TAS) [una agencia de ayuda social], un edificio que llevaba clausurado y vacío desde hacía algún tiempo. Poco después del comienzo de esta acción se presentaron en la zona centenares de policías antidistubrios, impidiendo la ocupación con una demostración de fuerza: detenciones, gases lacrimógenos, granadas cegadoras, balas de goma, etc.

Muchas personas tuvieron la impresión de que una jornada victoriosa había terminado con una especie de descalabro, pero circularon muchas teorías diferentes sobre las posibles causas de ello. ¿Fue demasiado lejos el proyecto de ocupar el edificio de la TAS? ¿Hubo problemas con su puesta en práctica, su explicación o la táctica empleada?

Las informaciones publicadas en la prensa establecida en los días siguientes exacerbaron esta sensación entre algunos; como era de prever, la mayoría de los reportajes se centraron en los daños materiales y los enfrentamientos callejeros. ¿Sirvió la destrucción de bienes de pretexto para la represión policial y ofreció un tema fácil a la prensa hostil? ¿O los policías siempre reprimirán y la prensa del sistema siempre mentirá, hagamos lo que hagamos? Son instituciones que escapan a nuestro control, por lo que culpar a los activistas de lo que hace la policía y la prensa es un tanto avieso. ¿Acaso una parte significativa del 99% en Oakland respondió negativamente a los destrozos en su ciudad, como parece que han pensado muchos; y si es así, cómo hemos de responder a ello? ¿Hasta qué punto el movimiento debiera tomar decisiones colectivas sobre cómo debe actuar y hasta qué punto tenemos que asumir el hecho de que diversos grupos antónomos de activistas dentro de un proceso amplio y masivo se autoorganicen y empleen distintas formas de lucha?

En lo que sigue haremos un repaso de estos debates.

El debate sobre los daños materiales

Buena parte del debate se centró en el «bloque negro», la destrucción de bienes, la «violencia», el control de los «violentos», la relación entre la acción en la calle y la represión policial, entre la acción en la calle y su reflejo en los medios establecidos, la respuesta del vecindario a diversas acciones y su apoyo a las mismas, etc. En ocasiones, al leer aportaciones a este debate, me he preguntado si es que había entrado en el túnel del tiempo y vuelto a salir en diciembre de 1999; de alguna manera volvemos a estar en el periodo post-Seattle…

Conviene señalar que algunas de las críticas formuladas han sido poco claras con respecto a lo que ocurrió y la secuencia temporal de lo ocurrido. Hay diferentes grupos de actividades que parecen ser especialmente controvertidas: 1) las pintadas en edificios seleccionados, la rotura de vidrios y los destrozos en grandes bancos y los supermercados Whole Foods, sobre todo durante la marcha anticapitalista de las 2 de la tarde; 2) la ocupación del edificio de la TAS después de las 10 de la noche y su ejecución, en particular la quema de barricadas; 3) las pintadas, roturas de escaparates y destrozos que hubo en los alrededores de la plaza Oscar Grant después de que la policía hubiera lanzado gases lacrimógenos contra la muchedumbre cerca del edificio de la TAS, pasada la medianoche y cuya relación con la ocupación no está clara.

1) Críticas a la destrucción de bienes

Davey D, periodista, historiador del hip hop y programador de radio, formula algunas objeciones a la destrucción de bienes que he podido escuchar a muchas personas en Oakland: provoca el rechazo de muchos vecinos, puede contribuir a la mala reputación de Oakland y (por tanto) se lo pone fácil a los medios establecidos para informar de los hechos bajo una luz negativa.

«Escuchamos y más tarde vimos un vídeo de un grupo de hombres vestidos de negro y con la cara tapada que pintaban con spray la palabra «Strike» (huelga) en la fachada del supermercado de alimentación Whole Foods. Posteriormente, esos mismos hombres enmascarados rompieron los cristales de los bancos Wells Fargo y Chase. Esto enfureció a muchos de los presentes, no porque sintieran pena por los bancos -que repararían rápidamente los daños causados-, sino porque entendían que lo que estaba sucediendo era un intento deliberado de socavar el significado de la huelga general. También consideraban que los actos de vandalismo perjudicarían todavía más la reputación de Oakland y reforzarían el tópico de que somos una ciudad dominada por la delincuencia…

Al escuchar las noticias sobre los sucesos violentos de la noche anterior, muchos se sintieron aturdidos, furiosos y consternados. Los telediarios de casi todas las cadenas se explayaron sobre el tema, incluido el Today Show de Nueva York, que hasta entonces había ignorado olímpicamente a Occupy Oakland pero que esa mañana tenía a un reportero sobre el terreno informando en directo. En las pantallas no aparecieron las 20.000 personas que cerraron el quinto puerto más grande de EE UU, sino unos hombres enmascarados vestidos de negro montando hogueras en medio de la calle y destruyendo comercios locales.»

Davey D concluye que el vandalismo pudo haber sido obra de agentes provocadores (una conclusión que pocos comparten, al menos a la vista del vandalismo selectivo durante la marcha anticapitalista, pues la gente lo ha defendido políticamente). Por otro lado, toda una serie de blogs publicaron críticas al bloque negro o a la destrucción de bienes desde posiciones antiautoritarias, anarquistas o por la justicia global.

He aquí una crítica matizada, formulada desde otro punto de vista: «En un día normal, el centro de Oakland muestra la típica imagen de escaparates vacíos e infraestructuras deterioradas que caracterizan la era posindustrial en EE UU. Quienes viven en el centro son en su totalidad de clase media, clase trabajadora o pobres, algunos desesperados y sin hogar; muchos, si no la mayoría, son negros o inmigrantes. Quienes trabajan en el centro también son en gran parte morenos y de clase media o pobres. Están empleados en organizaciones caritativas, pequeños comercios de barrio o en franquicias de grandes cadenas. La mayoría de quienes trabajan en las escasas oficinas del centro no ganan gran cosa y seguramente están contentos de tener un trabajo, tal como están las cosas. Si rompemos escaparates en el centro, está claro que aceleramos el deterioro físico y económico de esta zona, habitada por aquellas y aquellos que pretendemos defender. No soy capaz de hallar ni un solo argumento válido para derruir los hogares y lugares de trabajo de los habitantes de Oakland, que sin duda no son quienes deciden la política capitalista, ni siquiera en un plano estrictamente local.»

2) Debates sobre el proceso y la táctica durante la ocupación del edificio de la TAS

El debate se centra sobre todo en los daños materiales (en ocasiones mezclando la violencia deliberada y selectiva contra determinados bienes que hubo en la marcha anticapitalista con las escaramuzas que se produjeron durante el tenso enfrentamiento con la policía a altas horas de la noche), aunque parece que la ocupación del edificio de la TAS fue la causa inmediata que motivó la represión policial. Muchos estaban encantados con las perspectivas que se abrían con la segunda ocupación, esta vez de un espacio interior que podría ser útil para las reuniones y mitigar el frío del invierno inminente, además de simbolizar una acción directa contra los desahucios.

Sin embargo, una serie de críticas se ceban en ciertos detalles de la ejecución de la ocupación, a saber: 1) el espíritu de la ocupación, demasiado parecido a una especie de guateque u operación anarquista «para salir en la foto», en vez de un intento serio de recuperar un espacio; 2) el proceso que llevó a que la segunda ocupación se debió a la iniciativa de un grupúsculo autónomo y no a un voto de la asamblea general; 3) el momento y la táctica (altas horas de la noche, cuando la mayoría se habían dispersado; la sensación de que los ocupas huyeron sin tratar seriamente de mantener la posición). Ha habido debates sobre las quema y la defensa de las barricadas. Defensores de la ocupación señalan que el fuego de las barricadas ayuda un poco a disipar los gases lacrimógenos. No está claro que hubiera la posibilidad de mantener la posición ante los centenares de antidisturbios, salvo con una multitud de miles de personas que en ese momento no estaban allí.

He aquí dos aportaciones:

«Lo que más me preocupa es la táctica equivocada empleada para ocupar el edificio, en el sentido de que parecía más un golpe de efecto anarquista que no un acto comprometido y revolucionario encaminado a tomar efectivamente y mantener aquel espacio. Estoy harta de acciones directas que se llevan a cabo de manera que el final acaban siendo un número para la galería y nada más. Estoy harta de observar cómo se montan barricadas para abandonarlas en el mismo minuto en que la policía abre fuego. Además, la gente concentrada en los alrededores del edificio estaba terriblemente lejos antes incluso de que los policías hicieran acto de presencia. Como mujer y homosexual, lo único que yo quería en ese momento era largarme de allí, pues aquello parecía muy inseguro en muchos aspectos, y me parece que quienquiera que haya orquestado la toma del edificio decidió cosas que facilitaron la atmósfera general enloquecida.»

«O hacemos las cosas abiertamente, o que conmigo no cuenten. Si creemos en la democracia directa, ¿no debemos reconocer honestamente que esa decisión no se tomó por esa vía y que ahora lastra al conjunto del movimiento Occupy Oakland y al resultado de la huelga? Muchas personas que participaron en la jornada y se sintieron animados por la acción del puerto, ahora sentirán rechazo por lo que ocurrió, y eso debilita al movimiento (en el mejor de los casos). Además, yo no estuve allí porque no sabía lo que se había planeado; sinceramente todavía no sé qué pensar de aquella decisión, porque nunca tuve la oportunidad de reflexionar al respecto. Tal vez me hubieran convencido los argumentos esgrimidos a favor y tal vez yo hubiera estado allí para defender el espacio y evitar que la policía lo retomara, como hizo finalmente. Pero no estuve, como tampoco estuvo la mayoría de nosotros. Al actuar por su cuenta, las personas que tomaron esa decisión nos impidieron a los demás participar en ella, y aunque uno considere que no es más que un error táctico -las decisiones adoptadas por un grupo reducido solo obtendrán un apoyo reducido-, es un problema real, como se vio aquella noche.»

3) Llamamientos a «expulsar a los anarquistas» o buscar la cohesión táctica del movimiento

Al principio empezaron a circular una serie de llamamientos en Facebook a «expulsar» a las personas implicadas en la destrucción de bienes. Parece que la mayoría de ellos se han suavizado o han sido retirados ante la amplia oposición, pero por lo visto sigue existiendo un apoyo considerable a una propuesta de cohesionar las formas de lucha del movimiento, rechazando el principio de la «diversidad de formas de lucha».

«Esta propuesta es un llamamiento a responder concretamente a tres preguntas fundamentales con respecto al posible reconocimiento y aceptación oficial por parte de Occupy Oakland del principio de diversidad de formas de lucha:

1. ¿Qué formas de lucha se pretende excluir explítictamente? (Por ejemplo, ¿se rechazará el lanzamiento de objetos o cócteles mólotov, el uso del fuego, etc.?)
2. ¿Cómo impediremos efectivamente que se utilicen las formas de lucha rechazadas y se produzcan esas actitudes?
3. Si las formas de lucha rechazadas se aplican de todos modos, ¿cómo debemos distanciarnos de ellas?»

En el momento de escribir estas líneas también se habla de la creación de un «Occupy Oakland no violento» y llevar a cabo una ocupación separada.

4) Defensa del papel de los anarquistas en el movimiento, contextualizacion y justificación parcial de la violencia contra las cosas, etc.

Este «acoso» contra los «anarquistas» en el movimiento ha suscitado una serie de respuestas contundentes. En muchas de ellas se defiende el papel de los anarquistas y se señala que los militantes anarquistas y sus principios organizativos se sitúan en el corazón de nuestro movimiento desde que nació. La mayoría critican el papel de los pacifistas a ultranza que parecen querer controlar el movimiento, quizá incluso aplicando su propio tipo de violencia contra otros que rechazan sus ideas. Otras defienden que se acepte que grupos autónomos puedan emplear en actos masivos distintas formas de lucha, y otras más, finalmente, contextualizan o defienden parcial o plenamente la violencia contra las cosas como parte de la huelga.

Katie Woolsey critica la tendencia a calificar a los «anarquistas» y al «bloque negro» de categorías problemáticas y tratarlos de grupos «ajenos» al movimiento: «Las personas a quienes se tacha de ‘anarquistas’ y chavales del ‘bloque negro’ son los más valientes y generosos del movimiento. Están dispuestos a ponerse al servicio de la voluntad general. Esto no se puede negar. La comuna de Oakland había votado con anterioridad a favor de ocupar edificios. La reivindicación de locales abandonados y desahuciados no solo responde a la voluntad del movimiento Occupy, no solo la lleva inscrita hasta en su nombre, sino que además, en la práctica, es la única manera de que el movimiento sea capaz de mantenerse a lo largo del invierno sin quedar reducido a los más duros y resistentes entre nosotros, a los más dispuestos a sacrificar su salud y su comodidad. (Y es fácil imaginar quiénes se apuntarán probablemente.)»

Emily Brissette defiende la diversidad de formas de lucha como factor de fuerza del movimiento, rechazando los llamamientos simplistas a «ser pacíficos»: «Hemos de abrir espacio a una diversidad de formas de lucha; no, como han sugerido algunos, como un código para legitimar la violencia, sino como corolario necesario de la diversidad del propio movimiento. Hemos de hallar la manera de armonizar nuestras decenas de miles de voces, no silenciando a algunas, sino dando a cada una su ámbito de expresión. Hemos de aceptar que la transformación social acarreará conflictos, que no siempre nos aclamará nuestro público (ni siquiera aquel en cuyo nombre hablamos), y celebrar el crecimiento personal y colectivo que el conflicto puede generar. En suma, hemos de reconocer el poder que encierra nuestra capacidad de subvertir y quitarnos de encima el miedo.»

Para Lilprole, la violencia forma parte objetivamente de la lucha revolucionaria: «En una lucha revolucionaria habrá violencia. El Estado es violento y utilizará la violencia para destruir las amenazas que percibe. Protegerá la propiedad y el capital en la economía. Hemos de defendernos contra sus ataques y ser capaces de defender nuestro movimiento. En esta lucha, la gente se enfrentará a la policía y se meterá con las propiedades del enemigo. Cada vez más, la gente irá infringiendo la ley en grandes grupos. Irán a la huelga en gran medida sin apoyo sindical, ocuparán sus lugares de trabajo, los estudiantes ocuparán sus escuelas, la gente expropiará productos de las tiendas y se enfrentará a la policía. Todo esto son cosas que ya han ocurrido, en esta y otras luchas, y seguirá ocurriendo en cualquier lucha revolucionaria contra el capitalismo.»

5) ¿Y ahora?

Resulta un poco artificial subdividir todo este debate en categorías diferentes, pero ahora que se ha calmado un poco la excitación inicial han aparecido contribuciones que, sin dejar de abordar el debate general, ponen el acento en los siguientes pasos a dar, tanto por parte del movimiento a escala nacional como por parte de Occupy Oakland en particular.

Mike King se opone a que se convierta a los radicales en el chivo expiatorio: «La ocupación, el día 2 por la noche, de una antigua clínica para personas sin hogar -que sin duda no había cerrado por falta de necesidad- situada a la vuelta de la esquina de la plaza Oscar Grant, es probablemente la primera de muchas ocupaciones que habrá en Oakland. La asamblea general aprobó una propuesta que propugna la ocupación de viviendas y edificios vacíos. Este país está lleno de viviendas clausuradas y de gente que vive en las calles o en los sótanos de casas de parientes o duerme en el sofá de un amigo; de escuelas cerradas o carentes de financiación y de niños sin esperanza; y de fábricas abandonadas cuyos trabajadores despedidos están en la calle o en una celda.
El cambio social radical que se reclama públicamente ya no es simplemente un deseo, sino una necesidad. Ya no son unos pocos los que lo exigen, sino muchos. Este crecimiento amplía continuamente las posibilidades. El carácter ascendente del movimiento y el hecho de que sus ambiciones han sido siempre explícitamente radicales permite esperar que logre superar las divisiones internas y los intentos de sembrar confusión y dividir. Las acciones del día 2 fueron un éxito. O decidimos superar las diferencias que han surgido a través de un debate equitativo, la acción colectiva y la solidaridad, o esas diferencias nos dividirán y destruirán.»

Gavge Operaista ofrece varias ideas sobre cómo avanzar: «Hace falta encontrar una manera de expropias edificios, pues no solo es la vía más probable para acelerar el proceso de puesta en común, sino la acción lógica cuando comienza la temporada de lluvias. Los que ocuparon la TAS tuvieron sin duda la idea correcta, aunque no fueron capaces de defender su conquista frente a una respuesta policial de magnitud imprevista.

Occupy Oakland tiene que abordar mejor las cuestiones relacionadas con la raza y el género. Aunque la acampada es sumamente diversa, en la asamblea general se escuchan demasiado a menudo únicamente las voces y preocupaciones de hombres blancos y, en segundo lugar, de hombres en general. El Bloque Feminista proviene de un grupo de mujeres, transexuales y homosexuales y es de esperar que a partir de ahí podamos ampliar el discurso para incluir el trabajo reproductivo, doméstico y sexual, así como la hiperexplotación y la opresión de los homosexuales y transexuales en el capitalismo.
Hemos de evitar la pretensión de unificar el mensaje y cohesionar el movimiento. Lo que dio fuerza a la huelga general de Oakland fue el hecho de que se juntara una multitud y emprendiera la lucha, individuos y grupos con sus propias experiencias y sus propias posiciones personales en pos de necesidades y objetivos comunes. Tratar de establecer una visión unificada de Occupy Oakland, más que buscar la satisfacción de las necesidades y deseos de sus miembros mediante la expropiación y la confrontación directa con el capital, lo condenará tanto a tomar un cariz contrarrevolucionario como a no conseguir jamás recuperar algo que se parezca a la energía del 2 de noviembre.»

Para concluir

¿Qué conclusión podemos sacar de este repaso de un debate desordenado? Lo que tiene de interesante el momento actual es que el movimiento tiene la vitalidad suficiente para que los llamamientos a excluir a grupos de activistas o a escindir el movimiento choquen con una notable resistencia. Parece que hay un amplio consenso de que es preciso encontrar la manera de trabajar juntos. Probablemente haya que encontrar un terreno común entre el «todo vale», en términos de diversidad de formas de lucha en todas las acciones, y la expectativa de que todas las formas de lucha se decidirán democráticamente en asamblea general. Hemos de ser capaces de debatir sobre formas de lucha en vez de negarnos a conversar o amenazar con llamar a la policía si hay activistas que se salen de la fila.

El segundo extremo es poco realista y el primero entraña el riesgo de crear una situación en la que el movimiento se reduzca a quienes estén dispuestos a enfrentarse a la policía, que normalmente son bastante pocos. Al mismo tiempo, los defensores de la «no violencia» han planteado a veces su postura basándose en un sentido común que resulta ser bastante ahistórico. La mayoría de levantamientos sociales son caóticos y acarrean toda una serie de acciones, desde prácticas deliberadas llevadas a cabo colectivamente hasta acciones directas de pequeños grupos.

¿Cuál es el camino a seguir? No hay respuesta fácil a esta pregunta. La buena noticia es que cada ocupación en el país es potencialmente un lugar de innovación y experimentación. ¿Una oleada de huelgas generales sucesivas que va de ciudad en ciudad, aunque no se ajuste mucho a la antigua noción de «huelga general»? ¿Una oelada de ocupaciones de edificios? ¡Que florezcan 99 flores y que 99 escuelas de pensamiento compitan entre el 99 %!

Solidarity
www.solidarity-us.org/
*Traducción de Viento Sur
http://www.vientosur.info/