La derecha ha tratado de resaltar su indudable belleza física, y de atraerla al redil del buen comportamiento. Lo tiene todo para «triunfar», dice hipócritamente. Ella no se deja. «Es común que desvíen la atención de los temas de fondo planteando cuestiones superficiales como prioritarias. Objetivamente soy bonita y no tengo problema en decirlo, pero yo no decidí cuál iba a ser mi apariencia. Lo que sí decidí es cuál es mi proyecto político y mi trabajo con la gente» -respondía a una revista chilena del «corazón», que apuntaba también algunas de sus preferencias musicales: la trova, Serrat, Chinoy, Ismael Serrano.
Y ya que los medios no pueden cooptarla, entonces tratan de reducir el alcance social del movimiento al liderazgo (perverso u oportunista) de una persona, para luego demonizarla. Sobre este tópico respondía también: «La personificación del movimiento se debe a los políticos y los medios de comunicación. Es una estrategia que se utiliza muy frecuentemente con los que se levantan con reivindicaciones sociales. En Chile se aplica mucho, y creo que en otros países del mundo también. En Cuba se habla de castrismo, en Venezuela de chavismo. Todo se personifica con los supuestos líderes, y no se ve que es un proceso compartido por mayoría» .
Camila participó en la llamada «Rebelión de los Pingüinos» en 2006 (los estudiantes secundarios chilenos reciben ese sobrenombre por el uniforme negro y blanco que usan), y es la vocera de las actuales protestas contra el modelo neoliberal en la educación universitaria, un movimiento estudiantil que ha sacudido a toda la sociedad chilena. Aunque parte de iguales premisas -la resistencia al modelo privatizador y la necesidad de construir un mundo alternativo-, el chileno se diferencia de otros estallidos aparentemente similares, como el de Madrid o el de Nueva York: «El movimiento estudiantil chileno no parte de los indignados -ha dicho Camila a BBC Mundo-. No es un movimiento espontáneo, sino un proceso largo basado en un análisis profundo de lo que sucede en Chile, de la injusticia. Entendemos la lucha de los indignados, pero en Chile pasamos la etapa del descontento. Ahora, hay que mirar enfrente y construir una alternativa para el país.»
A pesar de su intensa agenda movilizativa, Camila Vallejo accedió a responder en exclusiva las preguntas que La Calle del Medio le hizo llegar para los lectores cubanos.
-Algunos «expertos» solían decir en los 90 que las nuevas generaciones de chilenos -después de años de dictadura-, eran conformistas, pasivas, individualistas, ¿este renacer de los movimientos sociales juveniles en Chile es inesperado?
-Efectivamente, gran parte de la juventud durante mucho tiempo asumió el rol que el modelo noeliberal le quiso imponer, actuando de manera absolutamente conformista y desconectada de la realidad nacional y de lo que ocurría en la política o en el mundo social, sumado al temor inculcado de manifestarse públicamente, a causa de las fuertes amenazas de represión que el gobierno aún desata sobre la población. Sin embargo, en Chile también tenemos una vasta historia de lucha social, de la cual los jóvenes constantemente han sido una parte activa y dinamizadora, aunque durante mucho tiempo eso se dio a contracorriente.
Sin embargo, este año la necesidad y deseo de manifestarse, de participar y exigir un espacio en la toma de decisiones caló muy hondo en la juventud, lo que aportó el inédito elemento de la masividad en las movilizaciones, desbordando lugares públicos como nunca antes se había visto en el país. Eso es nuevo y muy esperanzador, ya que parece ser que aquella juventud individualista está dejando de lado ese tipo de actitudes y está entendiendo que todos estamos llamados a realizar cambios y a trabajar por construir un futuro mejor para nuestro país.
Entonces así nos damos cuenta que en realidad muchos jóvenes tienen una opinión, que no estaban manifestando, pero que estaban esperando la ocasión para dar a conocer.
-Eres parte de una generación con varias experiencias movilizativas, desde los días de la llamada «Rebelión de los Pingüinos» en 2006, ¿cuanto ha madurado el movimiento estudiantil en Chile?; de aquella primera experiencia, ¿qué enseñanzas supo sacar?
-En primer lugar, algo que constantemente se destaca respecto de las diferencias y aprendizajes del movimiento de los Pingüinos del 2006 es el sentido amplio y ciudadano del actual movimiento. Es decir, ahora asumimos que los cambios en educación se realizarán por la acción conjunta de múltiples organizaciones sociales capaces de aunar sus fuerzas en favor de nuestro objetivo, y no sólo con el actuar aislado de los estudiantes, pues, dichos cambios son una preocupación nacional, y no sólo gremial, como se quería creer en años anteriores.
Por otro lado, en cuanto a la experiencia acumulada respecto de la relación entre los gobiernos y el mundo social, nosotros ya aprendimos que la unidad y la movilización son dos herramientas indispensables al momento de actuar, pues la derecha siempre buscará dividirnos de modo que seamos los mismos estudiantes quienes nos dividamos en torno a debates innecesarios. Además, ahora sabemos que ante cualquier ofrecimiento del gobierno debemos exigir garantías que nos permitan tener un mínimo nivel de confianza para iniciar las conversaciones que nos lleven a solucionar cualquier conflicto.
Por eso hoy el diálogo está paralizado, a causa de la intransigencia del gobierno y su incapacidad para ceder ante mínimas solicitudes. Sin embargo, seguimos movilizados, pues no nos detendremos hasta ver resultados concretos, lo cual constituye otro aprendizaje: no bajar los brazos antes de tiempo.
-Las transnacionales de prensa siguen hablando del «milagro económico chileno», ¿cómo viven los estudiantes ese «milagro»?
-Lamentablemente, lo que algunos llaman milagro, para muchos fue y sigue siendo una pesadilla. Tanto en el sentido político más duro de lo que significó la dictadura en Chile y las vidas que cobró para implantar el actual sistema neoliberal, como en el sentido económico, en cuanto a las violentas transformaciones que sufrió nuestra economía e incluso nuestro Estado, a fin de perpetuar negocios millonarios para algunas pocas familias de este país, a costa del empobrecimiento y creciente desigualdad en la distribución de la riqueza para la mayoría de la gente, además de afectar los servicios públicos que se vieron privatizados casi en su totalidad, desde el agua hasta la salud y la educación.
En este sentido, a las universidades existentes hasta el momento del golpe de estado se les quitó casi el 70% de financiamiento y debieron comenzar a cobrar altos aranceles para poder autofinanciarse a través del pago de las familias, lo cual hizo que el ingreso a la educación superior estuviera determinado por el nivel económico de los estudiantes. Además, en ese momento se permitió la creación de universidades e institutos técnicos privados cuya intención principal era lucrar y no educar, lo que provocó la proliferación de cientos de establecimientos de baja calidad, que lucraban con los sueños de progreso de familias completas.
A eso hay que sumarle que las escuelas públicas también se empobrecieron y que se permitió la creación de escuelas con “financiamiento compartido o subvencionado”, en los que se les permite a privados abrir colegios y recibir dineros del estado y de las familias para sostener tanto la escuela como el bolsillo del dueño, lo cual debilitó gravemente la educación pública y significó que las personas más pobres sólo pudiesen acceder a una educación de baja calidad que no le permite entrar a la universidad ni mejorar su condición de vida. Frente a todo eso es que hoy nos rebelamos como estudiantes y como sociedad en general, presentando nuestras demandas, reflejo de una concepción social de cómo debería ser la educación en Chile.
-Por las consignas que los estudiantes enarbolan, es evidente el regreso de Salvador Allende, de sus sueños truncos, ¿los jóvenes chilenos empiezan a revalorizar el pasado?, ¿cómo sería el Chile de sus sueños?
-No podría asegurar que sucede en todo el movimiento, pero creo que entre muchos integrantes del movimiento hay una alta valoración de Allende como el único Presidente que llevó a cabo un proyecto popular de gobierno. Eso es algo muy emotivo, pues ahí se produce un punto de encuentro entre las nuevas generaciones y las generaciones pasadas, que vivieron aquel hermoso esfuerzo de construir la vía chilena al socialismo, brutalmente coartado por la dictadura. Sin embargo, aquellos gestos que nos permiten recordar, reflejan a la vez la actual necesidad de tener un gobierno ligado estrechamente a la gente, que lleve un programa ciudadano y no funcional a los grandes conglomerados de poder nacionales y trasnacionales que hoy dominan el país.
En ese sentido, más allá de tan sólo revalorizar el pasado, yo creo que hoy somos parte de la construcción de un futuro distinto, a cargo de presentar un proyecto social para la educación y para todas las otras necesidades con las que carga nuestro país. Esto, claramente involucra a todo tipo de actores, desde los estudiantes a los trabajadores, pobladores, dueñas de casa, etc. quienes tenemos el deber de no abandonar este proceso que está en ascendencia, lo que hoy llamamos «La Primavera del Pueblo de Chile», que con justa razón estamos fortaleciendo, pues llegó para quedarse.
-¿Han recibido el respaldo de otras federaciones latinoamericanas de estudiantes? La Federación de Estudiantes Universitarios de Cuba también emitió un comunicado de solidaridad, ¿se sienten parte de un movimiento continental?
-Afortunadamente el apoyo internacional proveniente de jóvenes de todo el mundo ha sido incondicional y muy gratificante; nos ha permitido conocer el alcance de lo que pasa en Chile y a la vez nos ha abierto numerosas puertas de solidaridad internacional. Hemos aprendido de la experiencia de muchos compañeros alrededor del mundo y de América Latina, hemos intercambiado apreciaciones y conocimientos tanto de educación como de las vivencias en los movimientos sociales, principalmente a través de instancias de comunicación como lo son las redes sociales, pero también de manera concreta, como sucedió en el (encuentro de la) OCLAE, congreso al que asistieron cientos de compañeros chilenos con la intención de dar a conocer nuestra lucha, pero también de afianzar aquel sentimiento de unidad latinoamericana muchas veces difícil de practicar en nuestro país, pero que en momentos como estos es tan necesario y parece salir a flote de manera natural, al reconocer en tantos estudiantes aquella convicción de que la lucha que hoy estamos dando en Chile, mañana podría darse en cualquier otro país hermano, y no dudo que en la medida de su justeza nosotros estaremos apoyándolos de manera recíproca.