Desde el tristemente célebre Viernes negro (Febrero de 1983), cuando el Gobierno del también célebre y triste: Luis Herrera Campíns, permitió la salida de miles de millones de dólares en muy pocos meses y debió tomar la decisión de imponer el control de cambios. Pero no ha cesado la extracción por parte de los comerciantes, industriales, banqueros venezolanos y por supuesto de las transnacionales instaladas aquí, de enormes cantidades de dólares, estimándose en más de cien mil millones de dólares, los depósitos de venezolanos en bancos extranjeros.
En el año 2003, ante la salida masiva de divisas, siempre impulsada por los mismos actores, ya que es difícil que un obrero o cualquier empleado, pueda comprar dólares en cantidad suficiente para hacer tambalear la moneda nacional y producir una devaluación en veintiocho años desde cuatro bolívares con treinta céntimos hasta cuatro mil trescientos bolívares (cuatro treinta bolívares fuertes) por cada dólar (mil veces).
A través de CADIVI (Comisión de Administración de divisas) el Gobierno nacional, ha entregado a los importadores, las divisas necesarias para efectuar las importaciones de los productos tanto alimenticios como de las materias primas y partes para la industria ensambladora de nuestro país (como es la casi totalidad de ésta).
Un sector que siempre ha disfrutado de divisas preferenciales, cada vez que ha existido control de cambio, es el automotriz. Pero desde que éste se estableció en el año 2003, los precios de los automóviles se han incrementado enormemente, al igual que el de los repuestos para automóviles, utilizados en sus reparaciones.
De allí viene la pregunta inicial: ¿Dónde están los dólares? Parodiando al refranero presidente antes mencionado, cuando dijo: ¿Dónde están los reales? Porque si el sector automotriz, importador de partes y repuestos para ensamblar los vehículos en Venezuela y reparar los mismos, ha recibido una gran cantidad de dólares, al precio regulado (primero a un mil seiscientos, luego a un mil novecientos veinte bolívares y ahora a cuatro bolívares fuertes con treinta céntimos por cada dólar), no se explica cómo se han incrementado en forma desmedida, tanto el precio de los vehículos como el de los repuestos, como si estuviesen adquiriendo las divisas en el ilegal “mercado negro” que se ha creado y que al parecer es tan difícil de combatir, por la incapacidad histórica del Estado de combatir éste delito, lo cual ha sido siempre su gran debilidad.
Pero éste fenómeno no es exclusivo del sector, porque hasta en el área alimenticia, a pesar del presumible control de precios, que ha querido establecer el Gobierno nacional, ha sido afectado por la siempre presente inflación que existe en el país.
Un ejemplo que podemos exponer, es el de la sal común. Antes del control de precios el kilogramo de sal costaba menos de doscientos bolívares. El control de precios lo elevó violentamente a cuatrocientos bolívares por kilogramo. Ello significa más que duplicar el precio de la sal, la cual es netamente venezolana, porque en nuestro país no se importa sal y debemos recordar la película: “Araya”, donde se aprecia la explotación del ser humano, por las compañías que extraen la sal, lo cual no debe haber cambiado mucho, desde la época cuando se filmó dicho documental.
El ejemplo anterior nos hace pensar que quienes “negocian los precios”, por parte del Gobierno, con aquellos que producen o empaquetan los productos alimenticios (y todo lo demás) deben ser muy ineptos o estar confabulados con los industriales, para elevar ficticiamente los precios. De una u otra manera, sea por incapacidad o por simple corrupción, estos funcionarios cualquiera sea su nivel, no son dignos de permanecer en sus cargos y deberían ser investigados y juzgados por el daño que están causando a la población venezolana.
No existe justificación alguna, para que los precios se hayan elevado tan desproporcionadamente, si no existiera el factor especulativo que siempre ha imperado en el país, tanto en la industria como en el comercio. Esto se debe a que en Venezuela, por parte del Gobierno, no existe un buen sistema de análisis de costos y limitación de ganancias. Los márgenes de ganancia en nuestro país, son de los más altos del mundo, ya que generalmente industriales y comerciantes obtienen una ganancia bruta del 100% y a veces superior, sobre el capital invertido y pretenden recuperar dicho capital en un máximo de dos o tres años, de manera distinta a como sucede en el resto de los países, donde para recuperar la inversión inicial, transcurren muchos años (una década o más). Las transnacionales instaladas en el país utilizan las mismas técnicas, lo cual les está vedado en sus países de origen.
En los Estados Unidos de América, por ejemplo, una ganancia bruta sobre capital invertido, jamás supera al 30%, pues de ser así es considerado por el Gobierno, como un delito contra el consumidor, perseguido y penado con el sistema más perfecto para realizarlo, como es el Impuesto sobre la Renta, donde a medida que aumenta la ganancia se incrementa el porcentaje de cancelación del Impuesto (progresivo), lo cual desestimula a las empresas a incrementar sus ganancias, además de la censura moral y económica, que es quizás lo más importante, de la población en contra de dichas empresas.
Es así como el consumidor estadounidense “castiga” a las empresas o comercios que “se aprovechan de él”. Nosotros que somos tan dados a copiar lo extranjero y en especial lo estadounidense, deberíamos utilizar este tipo de conducta, respecto a los comerciantes y empresarios, que en Venezuela, tan a menudo, defraudan al desprotegido consumidor. Y nosotros los consumidores poseemos un arma sumamente poderosa, como es no comprar los productos de las empresas y comercios que utilicen éste tipo de práctica (tan común, repetimos, en nuestro país).
Para lograr éste cometido, es imprescindible la educación de la población, primordialmente a través de la educación formal, pues la educación no formal, es contraria a educar a la población en dicha materia, puesto que más bien educa hacia el consumismo y aplicar la educación en este sentido sería contrario a sus propios intereses, los mercantilistas y explotadores que ellos representan en su máxima expresión.
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