Esas esperanzas nunca tuvieron asideros que fueran más allá de lo simbólico: cambio de cara, de color de piel, de tono del discurso, y pare usted de contar. Harto se ha dicho que en la poderosa nación del Norte gobiernan los halcones que dirigen el Pentágono, por encima de las opiniones del Mandatario. Bush, en ese caso, fue un eficiente servil de esa instancia. Obama, más bien pareciera un tonto útil o un cínico manipulador de una imagen prefabricada, que sólo disfraza más de lo mismo.
Apenas llegó, anunció el retiro de las fuerzas de su país en Irak, pero no le puso fecha. Sólo les fijó un cambio de itinerario, reforzadas en número y en ferocidad, hacia Afganistán, donde siguen su cruento accionar, bajo la eterna excusa de la lucha contra el terrorismo. Bush no ha sido enjuiciado como criminal de guerra, como genocida, por iniciar en Irak un exterminio bajo premisas falsas, y Obama sigue la misma línea, tras el fantasma de un Bin Laden que ya casi nadie cree que exista.
Por si fuera poco, esta semana anunció la extensión del condenable bloqueo a Cuba. La precaria situación económica que vive esa isla, producto de un boicot que lleva ya cinco décadas, es utilizada por la oposición venezolana para decir que el mismo destino le espera Venezuela. Se abstienen de decir que la culpa de ello la tiene Estados Unidos.
En Colombia se han instalado no menos de siete bases militares, aunque muchos aseguran que son bastante más. Allí, EEUU auspicia la consolidación y apertrechamiento de un ejército de 400 mil hombres, superior al de Brasil. Esta semana la Secretaria de Estado, mano derecha de Obama, tuvo el descaro de expresar preocupación por la compra de armas rusas por parte de Venezuela. Los que creen en Obama, vayan pensando en aterrizar.
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