La Jornada


El presidente Barack Obama dirigió un mensaje a estudiantes con motivo del primer día de clases, en el cual resaltó la importancia de la educación, lo que fue utilizado por grupos derechistas para acusar al mandatario de pretender adoctrinar a los menores. En la imagen, alumnos del nivel básico atentos al discurso en un plantel de Nashville, Tennessee

Nueva York, 8 de septiembre. Con la advertencia de que el presidente Barack Obama urde un complot «socialista», sectores sociales de la derecha y políticos conservadores han desatado una ofensiva para intentar derrotar las iniciativas de reforma del primer presidente afroestadunidense, al combinar racismo y antisemitismo con un frío cálculo político para «quebrar» esta presidencia.

El tema no importa; puede ser la reforma de salud, la educación pública, la inmigración, el estímulo económico, Honduras o cualquier otra iniciativa de este aún nuevo gobierno: el Partido Republicano se niega a colaborar (con excepciones de muy pocos legisladores moderados) con el presidente, mientras la derecha social, animada por voces cada vez más extremistas de comentaristas, reverendos y políticos ultraconservadores, se manifiesta contra todo lo propuesto por Obama.

Hoy el presidente dirigió un mensaje a los estudiantes del país con motivo del inicio del año escolar, cuyo mensaje era simplemente «trabajen duro» y «superen los desafíos» al buscar la excelencia académica. Desde que se anunció el discurso, hace unos días, se movilizaron no pocas agrupaciones de padres de familia en diversos puntos del país expresando alarma de que éste era un intento por «indoctrinar» a sus hijos.

Rechazo al mensaje del presidente a estudiantes

«Yo no quiero que nuestras escuelas sean entregadas a un movimiento socialista», declaró un padre en Texas, reportó el New York Times. Tal fue la respuesta contra el mensaje, que en varios distritos escolares se suspendieron planes de que estudiantes escucharan el discurso del presidente en vivo, como se había propuesto.

El presidente estatal del Partido Republicano en Florida se declaró «pasmado de que se utilicen dólares de los contribuyentes para difundir la ideología socialista del presidente Obama». Los sitios de Internet y programas de radio de la ultraderecha nutrieron todo esto, unos provocando llamadas de padres preocupados a funcionarios escolares, y otros insistiendo en que sus hijos no asistirán a clases hoy si eran obligados a escuchar el discurso del presidente.

Estas expresiones se multiplican e intensifican en torno al tema de la reforma del sistema de salud en este país, la pieza central de las propuestas políticas del nuevo gobierno. La estrategia de los republicanos conservadores se reveló en comentarios del senador Jim DeMint en una teleconferencia de estrategia con sus colegas y activistas conservadores a mediados de julio, cuando declaró: «si logramos parar a Obama en esto (la reforma de salud), eso será su Waterloo. Lo quebrará».

O sea, el punto no es el debate en sí sobre una reforma, sino la estrategia para «quebrar» el gobierno de Obama.

La derecha ha proyectado la propuesta como otra medida «socialista» de Obama, y ha intentado generar una «resistencia» para defender la «libertad». En cientos de foros organizados por legisladores en sus distritos para escuchar la voz ciudadana, la derecha ha logrado imponer un discurso que llega a niveles histéricos y absurdos a través de sus bases. A tal extremo ha llegado que en múltiples instancias se han presentado ciudadanos que dependen del Medicare, el eficiente sistema gubernamental de seguro médico para los ancianos, para denunciar a todo volumen la «intervención» del gobierno en el sector salud.

En ciertos lugares han aparecido ciudadanos armados en los mítines contra las iniciativas de Obama. En agosto, una docena de hombres con rifles AR-15 y pistolas Beretta de 9 milímetros se presentaron entre manifestantes contra Obama, afuera de donde ofrecía un discurso el presidente en Arizona, reportó Los Angeles Times. Ese mismo mes, en un foro sobre la reforma de salud encabezado por un representante demócrata, un hombre acudió con una pancarta en la que se leía «Muerte a Obama».

Un reverendo bautista en Arizona está bajo investigación del Servicio Secreto porque hace un par de semanas declaró a sus fieles que oraba por la muerte del presidente. El reverendo Steven Anderson agregó, en comentarios a una televisora local: «me gustaría ver que Obama muriera de causas naturales. No quiero que sea un mártir. No necesitamos otro día feriado. Me gustaría verlo morir, como Ted Kennedy, de cáncer del cerebro». Otro reverendo, Wiley Drake, en Buena Park, California también informó que hace «oraciones» por la muerte de Obama.

Mientras tanto, legisladores y otros políticos conservadores no sólo no han denunciado este tipo de cosas, sino que las nutren, con declaraciones como las del senador Richard Shelby de que Obama «obviamente» desea convertir en país socialista a Estados Unidos.

La derecha, tan debilitada después del desastre del gobierno de George W. Bush, está logrando trabar, si no es que descarrilar, al nuevo gobierno. Como se perfilaba, los llamados «grupos de odio» están floreciendo en el país con la llegada al poder de Obama. El Southern Poverty Law Center (SPLC), especializado en monitorear a la extrema derecha, advierte que han aparecido por lo menos otros 50 grupos de odio desde la llegada de Obama a la Casa Blanca, y se han multiplicado las amenazas contra él en los sitios de Internet y otros medios de estas agrupaciones.

Cuando James Von Brunn entró disparando al Museo del Holocausto en Washington, en junio pasado, y mató a un guardia, todo indicaba que se trataba de las acciones de un loco. Resulta que Von Brunn es un supremacista blanco y antisemita que pensaba que Hitler no había matado suficientes judíos. En su automóvil se descubrieron apuntes donde repetía que Obama había sido creado por los judíos para tomar el poder contra los blancos y cristianos.

Un loco, sí, pero nutrido por un movimiento ultraderechista que se proyecta a través de medios masivos, y que se expresa desde el nivel local hasta la cúpula y que día con día promueve y da legitimidad a estas ideas.

Tal vez los actos de violencia de integrantes de grupos de odio más sangrientos de los últimos años han sido los realizados por activistas extremistas antiaborto, que han asesinado a varios médicos (incluso a George Tiller, abatido en una iglesia en junio), enfermeras y otros en clínicas que practican legrados. Por otro lado están los innumerables actos de violencia, incluso asesinato, de latinos, sobre todo inmigrantes latinoamericanos.

Nuevos informes, como el del Leadership Conference on Civil Rights Education Fund, reportan que la combinación de la crisis económica y la ola anti inmigrante han contribuido al incremento de los crímenes de odio, los cuales llegan a unos 7 mil 500 por año (los reportados), o sea, uno casi cada hora.

Así, por un lado reaparecen y se fortalecen las «milicias» ciudadanas, los «vigilantes» antimigrantes como los Minutemen, y los cristianos fundamentalistas, y por otro políticos de perfil nacional que buscan «quebrar» el gobierno, con acusaciones constantes de que es «socialista» y hasta de que, en asuntos internacionales, está de lado de los Castro y los Chávez, como en torno a Honduras.

El potencial de violencia en torno a esto preocupa a especialistas y las propias autoridades locales y federales, y se reporta extraoficialmente de un incremento en amenazas de muerte y complots contra el presidente.

Algunos recuerdan que el peor acto terrorista en este país antes del 11 de septiembre fue realizado contra el edificio del gobierno federal en la ciudad de Oklahoma por el veterano de guerra Timothy McVeigh y sus compañeros, todos ligados a estos movimientos ultraderechistas.

«Creo que el presidente en efecto ha detonado temores entre un número bastante grande de personas blancas aquí, de que de alguna manera está perdiendo a su país, que ha perdido la batalla. Que de alguna manera les ha quitado la nación que sus antepasados cristianos blancos crearon», dijo recientemente Mark Potok, uno de los directores de SPLC, a ABC News.