-China emergió como un actor central en el mapa global. ¿Cuál es la estrategia detrás de esa inserción?
-Hay un debate que los mismos ciudadanos se plantean y es respecto de qué es China hoy. Tratan de caracterizarse con una identidad renovada, pero asentada sobre su larga tradición. Y, luego también, de proyectar esa imagen al mundo y un poder sobre éste. En términos generales, los chinos viven un fenomenal y largo proceso de recomposición y reconstrucción de una posición que China detentó hasta mediados del siglo XIX, cuando era un imperio. Los chinos evalúan esa transición como una reconstrucción del brillo de su primacía. El gobierno es consciente de los desafíos que representa el nuevo poder del país en el mundo. La cuestión clave es administrarlo. Por caso, a China se le pide cada vez más protagonismo. Se le pregunta, por ejemplo, por qué no tiene una postura más agresiva con relación al sistema financiero internacional. Pero ellos toman una posición prudente, porque son conscientes de sus propias limitaciones. Evalúan que este proceso de expansión y adquisición de predominio sobre el mundo debe ser calibrado.-¿Cuáles son las limitaciones?
-Los chinos aprendieron de la historia mundial y de su propia historia. La conclusión es que la sobreexpansión de las capacidades de los poderes imperiales se convierte en el epicentro de la decadencia de esos poderes. Pero, además, todavía hay mucha reluctancia de aceptar a China como un gran poder internacional. El gobierno chino es cauto, sabe que todavía es una economía en desarrollo, con niveles de pobreza importantes y que es una nación dependiente de las importaciones de energía y de alimentos.
-Más allá de la cautela asiática, el ascenso de China es percibido como un desafío para el poder de Estados Unidos, ¿cómo se miden fuerzas?
-China representa el país que va a sobrepasar a Estados Unidos, en términos económicos. Y, en realidad, lo que los chinos están diciendo es que ellos no desean hacerlo. Por caso, no quieren jugar el rol hegemónico de gendarme del mundo de los estadounidenses, además saben que no cuentan con la capacidad militar para eso. En efecto, tienen mucho más para ganar si recrean el tradicional vínculo que tuvo el imperio con el resto de su periferia y otros países, que fue a través del comercio. China es un exitosísimo caso de cultura mercantil. Ésa es la visión de cómo China quiere insertarse a escala internacional. Evidentemente, para Estados Unidos problematiza muchas cosas.
-Por ejemplo, ¿su declinación como super potencia?
-Si asumimos que eso es así, sí. Hoy, la economía china en términos de influencia global es muy importante. Pero, a la vez, Estados Unidos y China son los dos grandes balanceadores -si vale el término- de la economía mundial. En realidad, existe una mutua interdependencia. Por eso, en la puja entre ambos se perciben más elementos de cooperación que de conflicto. China, por ejemplo, fue uno de los primeros que se acopló a la lucha contra el terrorismo internacional y es un actor importante en la moderación de varios conflictos.
-Hace un tiempo participó del seminario “América Latina y China: ¿opción estratégica o nuevo colonialismo?”. ¿Es válido pensar la relación en esos términos?
-Puede que haya sido un título bastante marketinero. Diría que hay que poner la cuestión en contexto. Para ello, subrayaría que China tiene claros intereses y una estrategia concreta y exitosa en su vinculación con nuestra región. Les interesa el comercio complementario, las inversiones para acceder a materias primas y recursos. Todo ello, en un contexto de creciente amistad política. Desde el lado latinoamericano, no hay una visión unificada sobre qué hacer con China porque somos muchos países y hay muchos intereses en juego.
-¿Es un problema el intercambio de sigual?
-Sí, se presenta un escenario de competencia pura. Es decir, nosotros importamos de China productos manufacturados que contienen un mayor valor agregado y de contenido tecnológico que nuestras exportaciones. Hay que tener en cuenta que las tres cuartas partes de las exportaciones latinoamericanas a China son materias primas, en tanto importamos informática, automóviles, etcétera. Entonces, si bien cuantitativamente el comercio se ha expandido, en términos cualitativos comienza otra vez a aparecer el dilema de la reprimarización exportadora de la región. Pero, lo cierto es que somos nosotros los que tenemos que aprender de nuestra propia historia.
-¿Cómo se traduce esta situación para la Argentina?
-La Argentina estableció una relación cada vez más intensa con China. Creo que hemos sabido dar respuesta a los cambios del sistema económico mundial, aprovechando las ventajas que este país asiático nos otorga. Desde mi visión, me gustaría que el comercio estuviera más diversificado. Entiendo que es muy difícil para un país como el nuestro, amén la asimetría de poder con China, imponer condiciones. Todas las naciones de la región aprovechan la ola beneficiosa de la demanda de los commodities y de las materias primas. En realidad, la clave es lo que cada país haga con esos excedentes.
-¿Qué opciones se plantean?
-Por ejemplo, los pueden aplicar a la seguridad social, a comprar armamentos, etcétera. Pero, también, los países pueden desarrollar parques tecnológicos para que, en la segunda o tercera década del presente siglo, aun cuando se siguieran vendiendo materias primas, éstas sean cada vez un componente menos importante del intercambio. Para entonces, se podría contar con una base tecnológica de primerísimo nivel en sectores de punta. La Argentina ha tenido avances en este sentido, como en biotecnología y energía nuclear. Será cuestión de profundizar ese camino. Es decir, comparto la visión de los críticos con relación a algunos aspectos del vínculo con China, pero también veo elementos positivos en tanto los países sepan reinvertir las ganancias. Peor sería que China o la India no mantuvieran la demanda.
-¿Es posible una respuesta regional, por ejemplo, desde la Unasur?
-Me conformaría que fuera desde el Mercosur, donde hay muchas asignaturas pendientes. Se trataría de una estrategia mancomunada de coordinación de políticas macroeconómicas. Desde el lado chino, la tensión que se genera con su socio latinoamericano por el déficit comercial se resuelve en parte por el lado de las inversiones, que si bien están focalizadas en los sectores extractivos (minero, agroalimentario, energético) también está el caso de las empresas chinas transnacionales y estatales que están invirtiendo en otras industrias como la automotriz o la electrónica, por ejemplo, además de la cooperación financiera. Insisto, la cuestión es aprovechar el contexto para construir sociedades más equitativas.
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Desde adentro
El sinólogo Sergio Cesarín subraya otros aspectos que caracterizan la actual “fase de transición” del país que se perfila como la futura primera potencia planetaria.
Crecimiento e inequidad:
“Con el correr de los años, el desarrollo de su economía sigue siendo elevado (este año se estima un alza del 9 por ciento), lo cual refleja lo sostenible del proceso. Sin embargo, dos cuestiones preocupan al gobierno chino: la calidad de ese crecimiento y la redistribución del ingreso. Dos ejes que hay que mejorar y sobre los que se están implementando correcciones. El crecimiento con equidad es uno de los planteos del próximo plan quinquenal”.
El Partido Comunista Chino, como única fuerza política:
“La base de legitimación primaria del PCCh es que libró y ganó una revolución que, entre otras cosas, les dio a los campesinos la reforma agraria. Aunque, hoy, el gobierno legitima su rol de liderazgo sobre la base de la promoción y desarrollo económico. Así, representa la garantía del beneficio. Sin embargo, los líderes de ese país reconocen que China sí o sí tiene que virar hacia un sistema de mayor pluralismo político”.
La herencia de Mao Tse Tung:
“En términos ideológicos, podría decirse que sólo en los discursos oficiales, o documentos intrapartidarios, se percibe que aún perdura algún núcleo duro de ideas marxistas, más bien para calmar a los cuadros militantes más conservadores. Pero, en la praxis política prima una visión más sofisticada y pragmática. China se encuentra en una larga transición desde una sociedad agrícola hacia un modelo de sociedad urbana industrial. Cómo el sistema político administra la emergencia de las nuevas demandas es su gran desafío”.