Eudomar Tovar, titular del Consejo Monetario del ALBA, cuenta la experiencia del sucre y analiza lo que falta para una nueva arquitectura financiera regional.
Raúl Dellatorre
Página12

En el marco del encuentro de ministros de Economía de la Unasur que tuvo lugar el mes pasado en Buenos Aires se planteó la necesidad de analizar la experiencia del sucre, sistema de unidad de cuenta de los países del ALBA, para estudiar qué podría aportar al proceso de integración la adopción de un instrumento similar a nivel regional. En las opiniones que se escuchan sobre la cuestión, aparecen por un lado las prevenciones de quienes señalan “la amarga experiencia” en que se ha convertido la moneda única europea, el euro, y por otro lado la posición de quienes sostienen que es una herramienta indispensable y urgente para preservarse de eventuales ataques de capitales especulativos contra la región. Lo que está sucediendo en estos días en Brasil, con el real, podría resultar una advertencia. Y en el medio del debate, pocos saben qué es el sucre, cómo funciona y qué soluciones podría aportar.

En una entrevista con Página/12, Eudomar Tovar, titular del Consejo Monetario Regional del ALBA, máxima autoridad en este acuerdo de políticas monetarias entre cinco países de Sudamérica y el Caribe (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua), respondió a esos interrogantes. Según Tovar, el proyecto del sucre no es una propuesta de moneda única, pero evalúa que la adopción de un instrumento de unidad de cuenta similar en la región sería “un paso importante para el desacople progresivo de las hoy llamadas monedas fuertes y prevenirse de los embates que seguramente vendrán en esta etapa de la crisis financiera global”.

–Antes que nada, tratemos de pasar en limpio qué es el sucre, cómo funciona. ¿Es una moneda única para los cinco países del ALBA?

–No funciona como moneda única, sino como unidad de cuenta para el comercio entre ellos. Permite comerciar sin uso de divisas entre los países que la integran. El exportador e importador se tienen que poner de acuerdo en hacer la operación en sucres, cada uno autoriza a su banco y entonces los bancos centrales hacen la liquidación en sucres entre sí, en una especie de cuenta corriente nominada en esa unidad. Mientras tanto, el importador pagó al banco en su moneda local y el exportador cobró del suyo en su propia moneda. No hay movimiento de divisas.

–Pero hoy el sistema convive con las operaciones en dólares que hacen otros exportadores e importadores del mismo país.

–Sí. Es un sistema optativo. Pero Venezuela ya está avanzando hacia tener el 50 por ciento de sus operaciones comerciales con Ecuador y Bolivia en sucres, y Bolivia está tendiendo a tener el 40 por ciento del intercambio en sucres con el resto de los países que integran el ALBA.

–Pero el sucre no es una moneda que circule, que se use como medio de pago entre el público. ¿Es una moneda virtual? ¿Se atesora?

–Es una moneda virtual, una unidad de cuenta, pero no en una cantidad ilimitada. El Consejo Monetario Regional (que Tovar preside) es la autoridad máxima, diríamos, que se encarga de asignar los sucres, en función del PIB y el nivel de comercio exterior de cada país. Por ejemplo, Venezuela tiene asignados 67,2 millones de sucres, Ecuador 24 millones, los otros tres países alrededor de 20 millones cada uno. A medida que cada uno exporta e importa, el banco central va registrando en su cuenta en sucres la operación. Se liquidan diariamente, pero la compensación se hace cada seis meses, y ahí el país deficitario debe abonar, en su propia moneda, al Consejo Monetario la diferencia para volver a tener los mismos sucres.

–¿Y qué ventajas tiene el exportador o importador que opera en sucres?

–Que tiene menores costos de transacción, mayor liquidez por la inmediatez de la liquidación. Y mayor sencillez en la operación, lo que hace accesible el comercio exterior a unidades más pequeñas. Es notable cómo, a medida que el instrumento se va conociendo, va aumentando el número de operadores.

–Y al país importador o exportador, ¿qué ventajas le otorga?

–Al importador le permite un ahorro de divisas. No tener dólares suficientes deja de ser una restricción para poder importar. O, si los tiene, los puede destinar a otros fines o actividades. Por ejemplo, promover el desarrollo de actividades productivas, o en materia de educación o salud para el que puede necesitar recursos externos. Para el exportador, pero también para el importador, le da otras ventajas derivadas de ir logrando un desacoplamiento progresivo de las llamadas monedas fuertes.

–Por ejemplo, si un país de la región sufre un ataque especulativo contra su moneda, al estar asociado a un sistema de unidad de cuenta regional ¿evitaría el impacto en su comercio exterior?

–Depende en qué medida tenga adaptado el comercio al uso de la moneda de cuenta regional. Pero para todo el circuito de operaciones de intercambio liquidadas en monedas locales, no hay posibilidad de entrada especulativa de fondos, porque no hay divisas operando en el sistema. El comercio puede seguir operando aunque el país importador se quede sin dólares. Pero el sistema de unidad de cuenta regional no lo preserva de una entrada o salida masiva de fondos de corto plazo con fines especulativos, que sí tienen impacto sobre la balanza de pagos y pueden llevar a una devaluación. Ahí se necesitan otras medidas de prevención.

–Estamos hablando de medidas de control a los capitales especulativos, en ese caso…

–Sí, de control al ingreso y salida, exigencia de tiempos mínimos de permanencia, medidas de carácter impositivo. Esos son los aspectos que tenemos que cuidar en el corto plazo.

–En el actual contexto, un ataque especulativo sobre alguna de las principales economías de Latinoamérica no es para descartar. ¿En qué punto estamos en cuanto a las medidas de prevención que se han tomado como para evitar un impacto importante?

–Hoy América latina está en ventaja con respecto a otros momentos históricos para protegerse de una crisis como la actual, pero no hay forma de evitar que esta crisis nos impacte. En los ’80 hubiera sido muy difícil impedir un impacto pleno. Pero las políticas fiscales y de carácter monetario que han aplicado los últimos gobiernos fortalecieron las economías de la región, lo que nos ha permitido crecer en medio de la crisis. Eso, sumado a otras medidas prudenciales que se han ido adoptando, nos permitió no interrumpir el proceso de crecimiento y de integración. Pero hay otros instrumentos o instituciones que no se han desarrollado todavía, que hacen que no estemos totalmente desacoplados de la crisis que se está generando en Europa. El encuentro del Consejo de Ministros aquí, en Buenos Aires, definió algunas recomendaciones que son muy importantes, sugirió analizar posibles iniciativas, como el uso de la Corporación Andina de Fomento, avanzar con la puesta en marcha del Banco del Sur, o traspolar la experiencia del sucre. Poner en marcha mecanismos exitosos para remozar mecanismos viejos.

–¿Llegamos a tiempo o la crisis avanza más rápido que la discusión de esas iniciativas?

–El tema de utilizar la vieja estructura de organismos reforzada o ir directamente hacia la formación de la nueva arquitectura financiera es uno de los ejes del debate actual, justamente. Reconozcamos que es fabuloso que la Unasur tome iniciativas que van en el sentido correcto, más allá de que no sean suficientes para evitar que la crisis nos impacte. Lo inmediato sería resolver cómo disponer de los 565 mil millones de dólares que representan las reservas internacionales sumadas de los países miembros de la Unasur, para ser utilizados como un fondo de reservas que atienda problemas internos derivados de ataques especulativos. Si dispusiéramos de eso, quizá no evitaríamos totalmente el impacto, pero seguramente tendríamos un colchón, un amortiguador, un escudo más que importante.