La agencia espacial estadounidense se mostraba, no obstante, tranquila, e insistió que el riesgo «es extremadamente débil» de que un humano de los 7 millones que pueblan el planeta sea impactado por una de las 26 piezas del satélite que sobrevivirán a su paso por la atmósfera en el reingreso.
Hay una posibilidad entre 3.200 de que alguien, en algún lugar del mundo, sea golpeado por uno de los restos, en un planeta donde 90% de la superficie está deshabitada, lo que equivale a una probabilidad de 0,03%.
«Es demasiado pronto para predecir la hora y la zona de regreso a la atmósfera con mayor precisión», dijo la agencia, que prometió estimaciones más exactas en las próximas 24 horas.
La parte más grande del satélite, llamado «Upper Atmosphere Research Satellite» (Satélite de Investigación de la Alta Atmósfera, UARS), debería quemarse en su ingreso a gran velocidad en las capas densas de la atmósfera terrestre.
El UARS es el mayor satélite de la NASA que cae en la atmósfera desde que, hace tres décadas, se estrelló el Skylab en el oeste de Australia en 1979.