Heinz Dieterich

1. Post-Fidel, post-Mao, post-Stalin

La política de “reforma y apertura” de Raúl Castro significa en muchos aspectos la ruptura con el modelo de la Revolución Cubana, creado por Fidel. Se trata de una transición semejante a la que ocurrió en la URSS después de la muerte de Stalin y en China después de la muerte de Mao. Conlleva el mismo peligro de involución capitalista y la misma fuerza de inevitabilidad, porque la ley evolutiva de la sociedad humana la impone: el eclipse del mito fundador inicia la dispersión de sus seguidores. La fuerza gravitacional de esta ley  atrapa por igual a divinos (Jesús, Mohammed) y seculares (Marx, Stalin, Mao).

2. Fidel implantó el modelo soviético

El modelo de dominación revolucionaria implantado en Cuba por Fidel fue el modelo de Stalin. En lo económico se trataba del modo de producción soviético, un modo de producción sui generis no-capitalista. En lo político, la superestructura descansaba sobre la dominación monolítica del Partido Comunista que bloqueaba todo vestigio de democracia participativa y esfera pública autónoma. El carácter de clase de este modelo, que se desviaba en ambas características cualitativamente del Proyecto Histórico de Marx y Engels, nunca fue discutido científicamente en la opinión pública cubana.

3. El discurso fidelista

“La Revolución cubana es más fidelista que socialista”, solían comentar orgullosamente los compañeros cubanos, abstrayendo de la configuración objetiva y auto-evidente del proyecto. No era “stalinista” en el sentido habitual del término, porque no ejercía el terrorismo como razón de Estado. Pero sí, era copia política-económica fiel del modelo soviético. Por eso, Fidel nunca ha hecho una crítica seria al stalinismo en la URSS, ni siquiera cuando colapsó dramáticamente. Optó por el discurso oficial, de que el  experimento cubano era una innovación socialista sui generis no encontrable en otras latitudes. Del alto precio —en conciencia política, canonización del marxismo, mediocridad de las ciencias sociales cubanas y chovinismo infundado de tanto funcionario stalinista—  que tuvo tal decisión, probablemente lo absolverán las circunstancias históricas bajo las cuales tuvo que luchar. Hoy día, sin embargo, esos lastres se encuentran entre los más altos peligros para la sobrevivencia de la Revolución.

4. ¿Fidel inició la desfidelización?

Posiblemente sin querer, Fidel inició la transición post-soviética en su famoso discurso de la Universidad de La Habana (2005). Cuando dijo, por ejemplo, que  los directores de las empresas estatales trabajaban sin disciplina, abrió la caja de pandora. Si analizamos ese enunciado (y otros) con el método crítico del amigo Noam Chomsky, que consiste en desenvolver las implicaciones y contradicciones internas de una proposición, queda claro que Fidel hizo objetivamente un juicio severo al Partido y a sí mismo. Porque era el Partido Comunista que nombraba a los directores y el máximo responsable del PCC era él.

5. Fidel y la evolución post-soviética

El discurso de Fidel demostraba a las claras que el modelo soviético-cubano estaba estructuralmente agotado. Esto implicaba para las fuerzas internacionales de solidaridad que ayudaran a buscar alternativas. La alternativa estructural era, por supuesto, el paradigma del Socialismo científico y democrático del Siglo 21. El rechazo de Fidel a esa solución lo sostenía en el argumento de que el S21 era “comunismo” y que, por lo tanto, no podía construirse en las condiciones de Cuba. Era un argumento de blindaje al interior del Partido, a mi juicio objetivamente falso, que prolongó el inmovilismo de la Revolución ante el colapso del modelo del Socialismo del Siglo 20.

6. El stalinismo ante la desfidelización

Manuel Becerra, director del célebre diario mexicano “Uno más Uno”, prohibía que en el periódico se atacara a la Revolución Cubana, Sandinista o Salvadoreña. “No se agrede a una Revolución bajo asedio”, solía decir. Siendo columnista del diario, coincidí plenamente con esta norma y la sigo sosteniendo hasta el día de hoy, mientras una  Revolución no recurre al terrorismo de Estado. Por congruencia ética y para no violar mi compromiso de solidaridad con la Revolución Cubana, consulté entonces con algunos amigos líderes de la Revolución, si les parecía legítimo analizar públicamente las profundas implicaciones del discurso de Fidel. Su respuesta fue afirmativa. Al publicar el análisis en mi obra Cuba después de Fidel, los plumíferos stalinistas del nivel medio del Partido —cuyo delgado barniz de “Hombre Nuevo” se desvanece ante cualquier intento de debate serio— desataron la furia de sus  insultos públicos. En posterior visita a Cuba, un ministro me dijo que no los tomara en cuenta; que un ochenta por ciento de los líderes estaban de acuerdo con mi análisis. Y, efectivamente, después de una gestión a alto nivel se paró a la jauría.

7. Ser Fidelista hoy

Pero, las cosas caen por su propio peso y la verdad es sólo cuestión de tiempo. En septiembre del 2010, Fidel dijo públicamente a un periodista gringo, lo que debía haberse planteado años antes en la isla: “El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”. Le tocó entonces a Raúl tratar de salvar el barco que sigue en peligro de hundirse. Fidel ha cumplido su misión revolucionaria con logros heroicos y casi sobrehumanos en defensa, educación, salud y biotecnología. Rendirle homenaje hoy, significa ayudar a Raúl en la transición evolutiva con la cual trata de salvar a la Revolución.

8. Dos frentes de des-fidelización de Raúl

Los dos frentes de des-fidelización del modelo son la introducción de la economía de mercado, con la esperanza de su posible control por el Estado, y la crítica situación del Partido. El trabajo por cuenta propia crea una pequeña burguesía en Cuba, revierte la política del “período gris” y atenta contra la advertencia de Lenin, de que la pequeña burguesía es el enemigo más peligroso del socialismo. Es obvio, sin embargo, que Raúl en este momento no tiene otra alternativa económica que la que trata de instrumentar.

En cuanto a la crítica pública al Partido, nadie ha sido más severo que Raúl. Es un acierto y una necesidad política de vida o muerte, porque el tabú de criticar al Partido monolítico –que es parte esencial del modelo de Stalin–  generó el caldo de cultivo para la multiplicación de oportunistas y stalinistas dentro de lo que debía ser el demiurgo de la nueva sociedad. La demanda de Mariela Castro (hija de Raúl) de investigar eventuales hechos de discriminación sexual en las históricas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) y el llamado Quinquenio Gris, abrirá otro frente de crítica al modelo del pasado.

9. El peligro de la Des-Fidelización

La des-fidelización en Cuba implica el peligro de un vacío ideológico que en la Unión Soviética fue factor fundamental de su destrucción por el imperialismo. Cuando Khruchev reveló los crímenes del terrorismo de Estado de Stalin (1956), destruyó el mito fundador de la Unión Soviética que le daba la necesaria legitimidad, identidad y cohesión ideológica. Pero, el Partido Comunista de la URSS nunca supo sustituir ese centro de gravitación ideológica del sistema y se volvió presa fácil de las promesas del inepto Rasputín Gorbachev, del burócrata contrarrevolucionario Yeltsin y de la decidida intervención ideológica de Washington.

En la transición china las fuerzas procapitalistas y Washington trataron de lograr el mismo efecto, convirtiendo la necesaria transformación del modelo del Socialismo del Siglo 20 en la destrucción de cualquier forma de socialismo, mediante la exorcización de la obra entera de Mao. Fue Deng Hsiao Ping quién paró la satanización del fundador de la China socialista, afirmando que Mao se había equivocado en un 30 por ciento de sus obras, pero que en el restante 70 por ciento estaba en lo correcto. Impidió, de esta manera, la destrucción y satanización del mito fundador.

10. La lección para Cuba

La lección de ambas experiencias para Cuba es clara. Aprender de los errores del Partido y su liderazgo histórico, evolucionar el modelo de Stalin hacia el Socialismo científico y democrático del Siglo 21, e impedir que las fuerzas procapitalistas internas y externas produzcan las condiciones necesarias para que los Gorbachev y Yeltsin tropicales tomen el poder. Es una tarea gigantesca, pero en el poder en Cuba está ahora el único líder que puede lograrlo: el hermano de Fidel.