Mientras avanzan procesos e investigaciones contra la mayoría de sus ministros, contra sus hijos acusados de reunirse con paramilitares, contra el general Mario Montoya por la falsa rendición de un frente guerrillero inexistente, y contra el propio Uribe en los casos por el espionaje de políticos y personalidades de la oposición; el último político de importancia fiel a los mandatos del antiguo soberano acaba de caer estrepitosamente debido a intrigas al interior del alto gobierno: el pereirano Rodrigo Rivera, al frente de las fuerzas armadas, “renunció” en un episodio polémico que representa la ruptura definitiva del nuevo mandatario con su antecesor, a un año de haber asumido la presidencia.
Acorralado por todos lados, después que ha perdido las mercedes de los norteamericanos, Uribe es un polluelo indefenso ante las bestias feroces de la política colombiana, que seguramente se dispondrán a sacrificarlo después del enorme favor que les hizo en la última década.
El imperialismo norteamericano, con su hipocresía habitual, acostumbrado a burlarse desvergonzadamente del mundo entero, ahora reprocha y exige claridad sobre los espionajes ilegales que Uribe Vélez realizó a sus anchas con el dinero, la ayuda y los equipos técnicos traídos desde el país del norte. Quieren juzgar a Uribe por espionaje… ¡¡¡Cómo si el gobierno norteamericano no llevara un siglo haciendo lo mismo a escala planetaria!!! ¿Y qué tiene para decir el Washington Post o Los Ángeles Times sobre las últimas revelaciones escandalosas de Wikileaks y el espionaje ilegal que hace el imperio a todo y a todos, cínicamente, desvergonzadamente sin recato alguno?
Esa hipocresía es la misma que llevó a un conocido presidente norteamericano a llamar “héroes” en los 80 a los terroristas islámicos de Oriente Medio que hoy son la materialización absoluta del mal. En ese entonces los terroristas islámicos eran asimilables con los “padres de la patria” norteamericana, aunque sea difícil imaginar a Jefferson y Lincoln de turbante y piel morena. Los genocidas de la Contraguerrilla en Centroamérica fueron llamados “luchadores por la libertad” y el Chile de Pinochet con sus 30.000 víctimas era el modelo a seguir en la región.
Ahora que van a dar con el mojigato Uribe a la basura, vale la pena recordar que hay pocos como él. Y bien pocos. Los servicios que Uribe le prestó al imperialismo en la zona son incontables, harían falta una serie de artículos completa para analizarlos y explicarlos. Sólo de sopetón vienen al recuerdo los intentos de derrocar o desestabilizar gobiernos vecinos democráticamente electos (y no una ni dos veces); la agresividad con que acometió el Plan Colombia -que bien puede ser la intervención militar extranjera directa e indirecta más grande en el continente durante épocas recientes- así como numerosos favores y ayudas diplomáticas que van desde su apoyo a Israel hasta el envío de mercenarios colombianos a Afganistán. Fiel a la tradición, el caudillo Antioqueño fue un digno representante del “Caín de América”, el mismo Estado lacayo que envió tropas a Corea en los 50 y que se puso del lado de Inglaterra en la confrontación de las Malvinas.
Así paga el diablo a quien bien le sirve. Una vez más, siguiendo la tradición centenaria de la doctrina del “Mirar al Norte”, la oligarquía colombiana ha esperado la señal de los amos de siempre para deshacerse de su matón, el mismo que hace sólo cinco años era modelo de “democracia” y regentaba el estado ejemplar en un continente que al menos nominalmente, giraba a la izquierda. Ya lo verán: en esta sucesión de zancadillas y trampas en la que enredan al ex-presidente no tardarán en aparecer grabaciones o pruebas fehacientes de sus reuniones con la familia de paramilitares Castaño Gil o con el asesino Salvatore Mancuso en sus latifundios de la costa. Lo que dijo la izquierda colombiana en el 2002, sólo que entonces tuvo que pagarlo con sangre.
Bye, bye Uribe. Nos alegra tu ruina pero nos queda la certeza de que la justicia no llega por donde debe llegar, ni para todos los que la merecen.