Cuando se cumplen 3 años del inicio de la mayor crisis económica internacional desde el final de la segunda guerra mundial, todos los datos muestran que el mundo capitalista desarrollado está entrando en una nueva recesión.
Así, el crecimiento económico de la Unión Europea pasó del 0,8% del primer trimestre del año al 0,2% en el segundo trimestre, destacando el misérrimo crecimiento del 0,1% de Alemania y el estancamiento de la economía francesa. En EEUU, el crecimiento pasó del 0,5% del primer trimestre del año al 0,3% en el segundo; y en Japón, la tercera economía mundial, la actividad económica se redujo un 0,3% en el segundo trimestre, tras caer otro 0,9% en el primero. Los 24 países más desarrollados del mundo, agrupados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), crecieron apenas un 0,2% en el segundo trimestre del año, tras hacerlo un 0,3% en el primero (Diario español El País, 23/08/2011).
Deudas públicas insoportables
Esta situación confirma las perspectivas que trazamos los marxistas a comienzos del 2009, cuando explicamos que estos países arrastrarían durante años un crecimiento económico raquítico y recesiones periódicas, lastrados por el peso insoportable de las deudas públicas, el alto desempleo, y los recortes en el gasto público, que reducen el consumo general de la sociedad y el mercado capitalista.
La burguesía se desliza al precipicio con los ojos abiertos y no sabe qué hacer. Aunque la inyección de decenas de billones de dólares a los bancos y grandes empresas evitó un colapso como en la crisis de 1929, llevó a muchos estados nacionales a la bancarrota, como Islandia y Grecia, y esta amenaza pende sobre otros: Portugal, Irlanda, Italia, España ¡Y los propios EEUU! que es el país más endeudado del planeta, con 14,2 billones de dólares, equivalente al 100% de su PIB.
De hecho, EEUU evitó la cesación de pagos a comienzos de agosto porque el Congreso acordó elevar el nivel de endeudamiento del país. Es la décima vez que lo hace desde el 2001. Pero el acuerdo va a tener un doloroso precio para los trabajadores norteamericanos y sus familias: Obama y los Republicanos acordaron recortes en el gasto estatal por valor de 2,7 billones de dólares.
El problema central es que las potencias imperialistas retrasaron artificialmente la recesión durante años, por miedo a sus efectos sociales, utilizando métodos durante el boom económico que sólo deben utilizarse durante una recesión, como fueron el endeudamiento público y la reducción de los tipos de interés. Así, llegaron a la recesión completamente endeudados, lo que agravaron posteriormente con el rescate de sus bancos y empresas con fondos públicos. Ahora, están obligados a introducir durísimos programas de ajuste en el gasto público.
El problema es que al reducir los gastos estatales y la demanda empeoran la crisis, como pasa en Grecia. Así que están atrapados.
Europa
Aunque el colapso de Grecia fue evitado a última hora con los aportes del Banco Central Europeo (BCE), su deuda seguirá siendo alta y no podrá pagarla. Tarde o temprano entrará en cesación de pagos y pondrá en problemas a los bancos alemanes y franceses que fueron sus prestamistas principales.
Es probable que Grecia sea expulsada del euro y vuelva a su vieja moneda nacional, la dracma, que quedará muy devaluada desde el comienzo y llevará a Grecia a la hiperinflación. El BCE también rescató a Irlanda y Portugal, pero no podrá hacerlo con economías más grandes como las de España e Italia. De esta manera, la crisis de Grecia puede llevar al colapso del euro, ya que otros países europeos podrían encontrarse en poco tiempo en una situación similar a la de Grecia.
China
Asia no puede esta vez salvar a EEUU y Europa, comprando las mercancías de estas regiones, porque tiene sus propias mercancías que vender. Es cierto que China todavía muestra un crecimiento vigoroso, del 9,5%. Fue el único país donde las medidas keynesianas del gasto público funcionaron en la crisis del 2008/2009 porque carecía de una deuda pública significativa. Pero la nueva reducción de los mercados europeo y norteamericano que se plantea ahora alimenta en China la tendencia a una crisis de sobreproducción, que se ve agravada por el aumento interno de los precios, un 6,5% anual.
El fuerte aumento de los precios de consumo básicos (17% anual en los alimentos y 14% anual en la energía) prepara un vendaval de lucha de clases en China, atizado por la pérdida del poder adquisitivo de los salarios que se suma a una conflictividad social creciente. Una crisis en China arrastraría a Latinoamérica, que se ha convertido en los últimos años en un proveedor principal de materias primas y de productos industriales semielaborados para aquel país.
Una crisis de sobreproducción
El problema de fondo es el sistema capitalista, que se basa en la explotación de los trabajadores para apoderarse de la plusvalía, el trabajo no pagado al obrero. Mientras esta plusvalía se reinvierte para conseguir más dinero y se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad, el sistema funciona. Pero el capitalismo ya alcanzó sus límites. La búsqueda de ganancias lleva a la crisis de sobreproducción en un mercado capitalista encorsetado por la capacidad limitada de compra de la sociedad.
Es cierto que la masa de ganancias se desplomó en el 2009 después del colapso masivo del comercio mundial. Pero se recuperaron desde entonces con la “reactivación” que comenzó en el invierno de 2009. Así, este año “la mayor parte de la gran banca europea incrementará los beneficios de 2010”, según el diario español El País (21/06/2011). Y añade: “Se espera que los veinte bancos europeos de mayor capitalización alcancen un beneficio de 107.400 millones de euros en 2012, un 6% más que los resultados récord de 2006, y 31,5% más que en 2011” (Íbidem).
En los EEUU, las ganancias de las 500 compañías – excluidos los bancos – medidas por la consultora Standards & Poors se incrementaron un 18.7% el último año, según Morgan Stanley. Las ganancias de las empresas en los EEUU saltaron hasta los 528.000 millones de dólares. Esta “recuperación” es a costa de la clase trabajadora. A pesar del aumento de las ganancias los salarios reales sólo se elevaron 68.000 millones de dólares desde que comenzó la recuperación. Mientras que las ganancias empresarias en Alemania se incrementaron en 113.000 millones de euros, los salarios solo lo hicieron en 36.000 millones. En Gran Bretaña, el cuadro es peor, ya que las ganancias se elevaron en 14.000 millones de libras y el salario agregado real cayó en 2.000 millones de libras. La parte de las rentas del trabajo en el ingreso nacional ha estado declinando en los países de la OCDE desde 1980, lo que explica la prolongada suba de ganancias durante este período ((Datos extraídos de Rob Sewell, Otro día, otra crisis, 24/08/2011. www.marxist.com).
Como vemos, las grandes empresas tienen ganancias enormes pero no las reinvierten porque no confían en vender todas las mercancías que podrían producir. Prefieren destruir fuerzas productivas: cerrar fábricas, despedir trabajadores, y reducir los avances sociales de las masas trabajadoras.
Derribar el capitalismo
De la misma manera que el colapso de la economía argentina, a fines del 2001, tuvo consecuencias revolucionarias, veremos desarrollarse los mismos procesos en un país tras otro. En Europa, e internacionalmente.
La clase obrera de todos los países se enfrenta a políticas de ajuste y ataques sin precedentes. Las conquistas duramente atesoradas del pasado no pueden ser ya toleradas por los capitalistas y sus agentes en los gobiernos. La continuidad del capitalismo condena a la clase trabajadora de todo el mundo a la degradación y a condiciones de barbarie. Las trabas que conspiran contra el progreso y el desarrollo humano son la propiedad privada de los grandes bancos, monopolios y latifundios, y la existencia de las fronteras nacionales. Deben ser derribadas. Y esto plantea la necesidad de dar una lucha organizada dentro del movimiento de masas para conseguirlo.
Sobre la base de un plan socialista de producción podrían ser aprovechados completa y armónicamente los recursos de la sociedad en beneficio de la inmensa mayoría, y con ello una expansión de las fuerzas productivas y del bienestar material y cultural de la humanidad a un nivel impensable bajo el capitalismo.