Asia Times

El complot para derrocar a Gaddafi se perfeccionó en diciembre 2010
Nicolás Sarkozy tenía una bolsa llena de motivos para vengarse de Muammar Gaddafi.

Bancos franceses le dijeron a Sarkozy que Gaddafi estaba a punto de transferir sus miles de millones de euros a bancos chinos. De este modo el líder libio no podía de ninguna manera ser en un ejemplo para otras naciones árabes sobre los fondos soberanos. 

Corporaciones francesas le dijeron a Sarkozy que Gaddafi había decidido no comprar más aviones Rafale, y no contratar a los franceses para construir una planta nuclear; el líder libio estaba más preocupado por invertir en servicios públicos.

La gigante petrolera Total quería un pedazo mucho más grande de la torta petrolera de Libia — la cual estaba siendo comida en gran parte por Europa, por la italiana ENI, especialmente porque el primer ministro Silvio Berlusconi, un fanático confeso de Gaddafi, había cerrado un acuerdo complejo con el mandatario libio.

De este modo el golpe militar fue perfeccionado en París en diciembre; las primeras manifestaciones en Cyrenaica en febrero, enormemente instigadas por los conspiradores, fueron frustradas.

El auto promocionado filósofo Bernard Henri-Levy voló a Benghazi para conocer a los “rebeldes” y telefoneó a Sarkozy, virtualmente ordenándole que los reconozca a principios de marzo como legítimos (no era necesario un estímulo para Sarkozy).

El Consejo Nacional de Transición fue inventado en París, pero las Naciones Unidas también debidamente se lo tragó como el “legítimo” gobierno de Libia, solo que la OTAN no tenía un mandato de la ONU para ir de una zona de exclusión aérea a un bombardeo “humanitario” indiscriminado, culminando con el actual asedio a la ciudad de Sirte.

Los franceses y los británicos redactaron lo que se convertiría en la Resolución 1.973 de la ONU. Washington alegremente se unió a la fiesta. El Departamento de Estado negoció un acuerdo con el Rey saudí a través del cual los sauditas garantizarían un voto de la Liga Árabe como un preludio para la resolución de la ONU, y a cambio serían dejados tranquilos para reprimir cualquier protesta pro-democrática en el Golfo Pérsico, como lo hicieron, salvajemente en Bahrain.

El Consejo de Cooperación del Golfo (GCC por sus siglas en inglés) también tenía toneladas de razones para deshacerse de Gaddafi. Los sauditas amarían acomodar a un emirato amigable en el norte de África, especialmente deshaciéndose de la mala sangre entre Gaddafi y el Rey Abdullah. Los Emiratos querían un lugar nuevo para invertir y “desarrollar”.

Qatar, muy amañada con Sarkozy, quería hacer dinero — como el manejo de las nuevas ventas de petróleo de los “legítimos” rebeldes.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton puede estar muy amañada con la Casa Saudí o con los criminales al-Khalifas de Bahrain. Pero el Departamento de Estado fuertemente condenó a Gaddafi por sus “políticas nacionalistas en aumento en el sector petrolero”, y también por “Libianizar” la economía.

Gaddafi, un jugador astuto, debería haber visto el escrito en la pared. Desde que el primer ministro Mohammad Mossadegh fue derrocado fundamentalmente por la CIA en Irán en 1.953, la regla es no enemistarse con las grandes petroleras globalizadas. Sin mencionar el sistema banquero/financiero internacional, promoviendo ideas subversivas tales como el voltear su economía para el beneficio de su población.

Si usted es partidario de su país, usted automáticamente está en contra de aquellos que mandan: bancos occidentales, mega-corporaciones y “oscuros” inversionistas para beneficiarse de lo que sea que su país produce.

Gaddafi no solo cruzó todas estas líneas rojas, también trató de escabullirse del petrodólar; él trató de vender la idea a África de una moneda unificada, el dinar de oro (la mayoría de los países los apoyaron); él invirtió en un proyecto multibillonario — el Gran Río Artificial, una red de tuberías distribuidas bombeando agua fresca desde el desierto hasta la costa mediterránea — sin doblar sus rodillas en el altar del Banco Mundial; él invirtió en programas sociales en países pobres del África subsahariana; él financió al Banco Africano, permitiendo así la superación de las naciones para evitar, una vez más, al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional; él financió un amplio sistema africano de telecomunicaciones que evitó redes occidentales; él aumentó la calidad de vida en Libia. La lista es interminable.

Fuente: Pepe Escobar, Asia Times

Traducción: Ivana Cardinale