Nicolás Fernández
El triunfo electoral de la Presidenta Cristian Fernández en las elecciones primarias del pasado 14 de agosto, muestran un apoyo electoral a las políticas generales impulsadas por el Poder Ejecutivo Nacional caracterizadas por un conjunto sucesivo de medidas aisladas en un principio del gobierno de Néstor Kirchner en alianza con los actuales opositores, Eduardo Duhalde y Grupo Clarín.
Kirchner, designado por Duhalde como candidato a presidente en 2003, con mucha sagacidad primero, se quitó de encima a Duhalde, y 4 años después, tras el triunfo de Cristina y subsecuente embestida desestabilizadora del campo, Duhalde, la derecha y las transnacionales de Estados Unidos, comenzó un distanciamiento y confrontación contra el grupo del referente empresarial mediático que lidera TN, Clarín, Radio Mitre y sus derivados en todo el país, el Sr. Magneto.
De acuerdo al otrora jefe de gabinete, enlace de Clarín y componente de la mesa chica de Néstor y Cristina, Alberto Fernández: “este no es un gobierno revolucionario” (dicho nunca desmentido ni por Néstor ni por Cristina) poseedores de fortunas varias veces millonarias desde su actividad privada como abogados a partir de la década del 70). De hecho no hay investigaciones políticas, económicas y sociales, ni definiciones de políticos o referentes sociales alineados con el kirchnerismo, que indiquen esta condición “la de revolucionario”, del gobierno de Cristina Kirchner.
Argentina es un país de estructura original agrícola ganadera colonial, que inició un proceso de industrialización incipiente inducido por el imperio británico a principios del siglo XX, profundizándose durante los gobiernos de postguerra mundial del General Perón entre 1945 y 1955. En base a este desarrollo, y a pesar de la influencia y control del gobierno y empresas transnacionales en el mercado nacional, se logró cierto nivel de industrialización que concluyó fatídicamente con el golpe cívico-militar-imperial de 1976, cuando se instauró a sangre y fuego un modelo político, económico y social basado en el exterminio de la clase política, sindical y social que formaban parte de la vanguardia revolucionario, con altos niveles de conciencia, coraje, intelectualidad y acción, envidiable para cualquier actual funcionario del gobierno, que aunque hayan sido parte de ese proceso, no han podido incidir en la aplicación de la agenda revolucionaria inconclusa.
Hay quienes aseguran dentro de las filas de la militancia que el gobierno Kirchner en sus dos vertientes, el de los compañeros Néstor y la compañera Cristina, es socialdemócrata con impronta neokeynesiana cepalina. Ante un capitalismo global que entró en una nueva “autocrisis”, las medidas de gobierno como los de Lula o Kirchner, parecieran ser “diferentes”, aunque los niveles de anafabetismo, pobreza e indigencia permanecen todavía en niveles poco óptimos para gobiernos que se asemejan a algo revolucionario.
De acuerdo a estudios realizados en Argentina a partir del último censo de 2011, el 55,2% de la población de 15 o más años de edad, tiene como máximo nivel educativo alcanzado la escuela secundaria incompleta. La población total asciende a 40.091.359, de ella el 72,2% corresponde a mayores de 14 años. Esto supone que son 30.950.529 ciudadanos los que componen el tramo de 15 años o más”.
Un análisis de población efectuado en mayo de 2011 por la consultora del especialista Artemio López se reveló la preocupante escalada del nivel de deserción escolar, apoyado en un relevamiento efectuado por el Indec en 2005.
De acuerdo a la lectura del analista “el gobierno nacional ha desplegado politicas sociales de eficacia para combatir la pobreza y la indigencia. La Asignación Universal por Hijo es su emblema y logró reducir a valores similares a los del año 1980 ambas carencias”.
Asimismo explica que “en líneas generales hoy hay consenso en que los niveles de pobreza se ubican en torno al 22% de la población y la indigencia en el 5,5%”.
De este modo, “los datos oficiales muestran que sobre 30.950.000 habitantes, 17.115.000 residentes tienen como máximo nivel educativo alcanzado el de secundaria incompleta, privación extensa y muy profunda que garantiza a futuro, de no alterarse generacionalmente esta frecuencia (y no está sucediendo), un tipo de inserción laboral y nivel ingresos con un perfil muy precario”.
La profundización del modelo, concepto tan reiterado por la presidenta Cristina Kirchner, deberá sin dudas incluir el cobro de impuestos a las transacciones financieras, una verdadera “revolución” en materia educativa que elimine de una vez la deserción escolar primaria y secundaria y otorgue becas a quienes quieren ingresar a la universidad, pero que por motivos económicos no lo pueden hacer.
Al mismo tiempo, sería de suma importancia comenzar a introducir el concepto de conocimiento, categoría superior de educación en la currícula universitaria (una persona puede ser educada bajo un modelo de educación neoliberal, individualista y alejado de las reales necesidades de la población) formato que aún continua vigente en las Universidades Nacionales Argentinas como enclaves autónomos de pseudo-conocimiento desconexo del proyecto nacional y popular esbozado por el gobierno.
De todas formas y a pesar de los medios de comunicación, la sensación mediática de inseguridad, supuesta falta de transparencia y creación de negocios detrás de la política, la queja por los aumentos de los precios de los alimentos y la mayor influencia de la creación política de “La Cámpora” (“ogro” político de los luchadores y aliados al gobierno nacional), se puede ganar elecciones de manera aplastante, en un país capitalista, claro está, sin ser revolucionario ni pretender serlo.
