Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
En algún lugar de este planeta, un comando estadounidense está llevando a cabo una misión. Repitan ahora eso mismo setenta veces y ya han hecho bastante… por hoy. Sin que el pueblo estadounidense sepa nada, una fuerza secreta dentro del ejército de EEUU está emprendiendo toda una serie de operaciones en una mayoría de países del mundo. Esta nueva elite de poder en el Pentágono está librando una guerra global cuyo tamaño y alcance no se habían revelado nunca hasta ahora.
Después de que un SEAL [el cuerpo de los Focas] de la Marina de EEUU le metiera una bala en el pecho y otra en la cabeza a Osama bin Laden tras asaltar el recinto donde se hallaba en Pakistán, una de las unidades más secretas de operaciones encubiertas del ejército estadounidense se encontró de repente con que su misión se había convertido en el centro de la atención pública. Algo muy poco común. Aunque se sabe bien que las Fuerzas de las Operaciones Especiales de EEUU están desplegadas en las zonas de guerra de Afganistán e Iraq y cada vez está más claro que esas unidades actúan en zonas conflictivas difíciles, como Yemen y Somalia, la extensión total de su guerra, de amplitud mundial, ha permanecido profundamente oculta en las sombras.
El pasado año, Karen De Young y Greg Jaffe, del Washington Post, informaron de que las Fuerzas de las Operaciones Especiales de EEUU estaban desplegadas en 75 países, subiendo hasta esa cifra desde los 60 que eran a finales de la presidencia de George W Bush. El portavoz del Mando de dichas Operaciones Especiales Tim Nye me dijo que, para últimos de este año, la cifra probablemente llegará a 120. «No paramos de movernos, no se trata solo de Afganistán o de Iraq», dijo recientemente. Esta presencia global –apropximadamente en el 60% de las naciones del mundo y muchísimo más amplia de lo que anteriormente se reconocía- proporciona una nueva y sorprendente prueba de la existencia de una creciente elite de poder clandestina dentro del Pentágono que está emprendiendo una guerra secreta por todas las esquinas del planeta.
El surgimiento del «ejército secreto» del ejército.
Surgido a partir del fallido asalto de 1980 que trató de rescatar a los rehenes estadounidenses en Irán y en el cual murieron ocho soldados estadounidenses, el Mando de Operaciones Especiales estadounidenses (SOCOM, por sus siglas en inglés) se creó en 1987. Una vez que el ejército regular superó el recelo y la escasez de fondos de los años post-Vietnam, las Fuerzas de Operaciones Especiales se encontraron de repente con que tenían casa única, presupuesto estable y un comandante de cuatro estrellas como defensor.
Desde entonces, el SOCOM ha crecido en proporciones alarmantes como fuerza combinada. Está compuesto por unidades de todas las ramas del ejército, incluyendo los «Boinas Verdes» y los Rangers, los SEAL de la Marina, los Comandos de la Fuerza Aérea y los equipos de Operaciones Especiales del Cuerpo de Marines, además de tripulaciones especializadas de helicópteros, equipos de barcos, personal de asuntos civiles, cuerpos de rescate paramilitares e incluso controladores del tráfico aéreo de batallas y meteorólogos de operaciones especiales; el SOCOM lleva a cabo las misiones más secretas y especializadas de los EEUU.
Esas misiones incluyen asesinatos, ataques contraterroristas, misiones de reconocimiento de amplio alcance, análisis de inteligencia, entrenamiento de tropas extranjeras y operaciones de contra-proliferación de armas de destrucción masiva.
Uno de sus componentes claves es el Mando de Operaciones Especiales Conjuntas, o JSOC (por sus siglas en inglés), un subcomando clandestino cuya principal misión es el seguimiento y asesinato de supuestos terroristas. Al presentar sus informes al presidente y actuar bajo su autoridad, el JSOC mantiene una lista negra global que incluye también a ciudadanos estadounidenses. Lleva desarrollando una campaña de «caza y captura» extra-legal que John Nagl, un antiguo asesor de contrainsurgencia del general de cuatro estrellas y próximo director de la CIA, David Petraeus, llama «una maquina de matar contraterrorista de escala casi industrial».
Ese programa de asesinatos es desarrollado por unidades de comandos como los SEAL de la Marina y la Fuerza Delta del Ejército, así como también mediante ataques de aviones no tripulados, formando parte de las guerras secretas en las que la CIA está implicada en países como Somalia, Pakistán y el Yemen. Además, el comando dirige y controla una red de prisiones secretas, quizá hasta veinte sitios negros, solo en Afganistán, que utilizan para interrogar a objetivos muy valiosos.
Industria en crecimiento
De una fuerza de unos 36.000 miembros a principios de la década de 1990, el personal del Mando de Operaciones Especiales ha crecido hasta llegar a los 60.000, de los cuales una tercera parte son miembros de carrera del SOCOM; el resto tienen otras especialidades ocupacionales militares y van turnándose por todo el Mando.
El crecimiento ha sido exponencial desde el 11 de septiembre de 2001, cuando el presupuesto base del SOCOM casi se triplicó de 2.300 millones de dólares a 6.300 millones. Si se añade la financiación para las guerras en Iraq y Afganistán, actualmente se ha más que cuadruplicado llegando hasta los 9.800 millones de dólares a lo largo de estos años. No es sorprendente que la cifra de su personal desplegado en el extranjero se haya cuadruplicado también. Nuevos incrementos y operaciones ampliadas aparecen por el horizonte.
El teniente general Dennis Hejlik, el anterior jefe del Mando de Operaciones Especiales de las Fuerzas del Cuerpo de Marines –la última de las ramas del ejército en incorporarse al SOCOM en 2006- indicó, por ejemplo, que preveía duplicar su antigua unidad de 2.600 efectivos. «Les veo como una fuerza que un día tendrá unos 5.000 miembros, el equivalente a la cifra de SEAL que hay en el campo de batalla. Entre 5.000 y 6.000», dijo en un desayuno celebrado en el mes de junio con periodistas del área de la defensa en Washington. Los planes a largo plazo están exigiendo ya que la fuerza aumente en 1.000 efectivos.
Durante su reciente audiencia de confirmación en el Senado, el Vicealmirante de la Marina William McRaven, el entrante jefe del SOCOM y saliente jefe del JSOC (el que mandaba durante el ataque a bin Laden) aprobó una rápida tasa de crecimiento del 3% al 5% en un año, mientras peleaba por lograr aún más recursos, incluyendo más aviones teledirigidos y la construcción de nuevas instalaciones para operaciones especiales.
Un ex SEAL, que todavía en ocasiones acompaña a las tropas al campo de batalla, McRaven, manifestó que pensaba que como las fuerzas convencionales estaban disminuyendo en Afganistán, las tropas de operaciones especiales deberían tener cada vez un mayor papel. Iraq, añadió, saldría beneficiado si las fuerzas estadounidenses continuaban trabajando allí una vez superado el límite de diciembre de 2011 para una retirada total de las tropas estadounidenses. También aseguró al Comité de Servicios Armados del Senado que «como antiguo comandante de la JSOC, puedo decirles que trabajamos muy duro en Yemen y en Somalia».
Durante un discurso en el Simposio Anual sobre Conflictos de Baja Intensidad y Operaciones Especiales de la Asociación Industrial de la Defensa Nacional celebrado a primeros de año, el Almirante de la Marina Eric Olson, el jefe saliente del Mando de Operaciones Especiales, señaló una imagen de satélite obtenida por la noche. Antes del 11-S, se consideraban zonas claves las porciones iluminadas del planeta –en su mayoría naciones industrializadas del norte global-. «Pero el mundo ha cambiado mucho en la última década», dijo . «Nuestro enfoque ha cambiado en gran medida hacia el sur… sin duda dentro de la comunidad de operaciones especiales, mientras abordamos las amenazas emergentes desde lugares no iluminados».
Con ese fin, Olson lanzó el «Proyecto Lawrence«, un esfuerzo para aumentar las habilidades culturales –como formación avanzada en lenguas y mejores conocimientos de la historia y costumbres locales- para las operaciones en el extranjero. El programa se llamó así por el oficial británico, Thomas Edward Lawrence (más conocido como «Lawrence de Arabia»), quien se unió a los combatientes árabes para emprender una guerra de guerrillas en Oriente Medio durante la I Guerra Mundial. Mencionando a Afganistán, Pakistán, Mali e Indonesia, Olson añadió que el SOCOM necesitaba ahora «Lawrences en todas partes».
Aunque Olson refirió sólo 51 países que constituían objeto de preocupación para el SOCOM, Nye me dijo un determinado día que las fuerzas de las Operaciones Especiales están desplegadas, aproximadamente, en 70 naciones de todo el mundo. Todas ellas, se apresuró a añadir, a petición de los gobiernos anfitriones.
Según el testimonio de Olson a principios de años ante el Comité de Servicios Armados del Congreso, aproximadamente el 85% de las tropas de Operaciones Especiales desplegadas en el extranjero se encuentran en veinte países del área de operaciones del CENTCOM en el Gran Oriente Medio: Afganistán, Bahrein, Egipto, Irán, Iraq, Jordania, Kazajstán, Kuwait, Kirguizistán, Líbano, Omán, Pakistán, Qatar, Arabia Saudí, Siria, Tayikistán, Turkmenistán, Emiratos Árabes Unidos, Uzbekistán y el Yemen. El resto está disperso por todo el mundo, desde Sudamérica hasta el Sureste Asiático, algunas en pequeñas cifras, otras en grandes contingentes.
El Mando de las Operaciones Especiales no quiere revelar exactamente en qué países actúan sus fuerzas. «Obviamente, estamos yendo a algunos lugares donde no resulta ventajoso que digamos que estamos ahí», dice Nye. «No todas las naciones anfitrionas quieren saberlo, cualesquiera que sean las razones, que pueden ser internas o regionales».
Pero no es ningún secreto (o al menos es uno muy mal guardado) que las supuestas tropas de operaciones especiales negras, como los SEAL y la Fuerza Delta, están llevando a cabo misiones de capturar y matar en Afganistán, Iraq, Pakistán y Yemen, mientras que las fuerzas «blancas» como los Boinas Verdes y los Ranger están entrenando a sus socios indígenas como parte de una guerra secreta mundial contra Al-Qaida y otros grupos militantes.
Por ejemplo en Filipinas EEUU gasta 50 millones de dólares al año en un contingente de 600 efectivos de las Fuerzas de Operaciones Especiales del ejército, los SEAL de la Marina, en operadores especiales de la Fuerza Aérea y otros que llevan a cabo operaciones de contraterrorismo con aliados filipinos contra grupos insurgentes como la Yemaah Islamiyah y Abu Sayaf.
El año pasado, como revela un análisis de documentos del SOCOM, de documentos de fuentes abiertas del Pentágono y de una base de datos de las misiones de las Operaciones Especiales recopiladas por la periodista de investigación Tara McKelvey (para la Iniciativa del Periodismo de Seguridad Nacional de la Facultad Medill de Periodismo), la mayoría de las tropas de elite estadounidenses realizaron ejercicios de entrenamiento conjunto en Belize, Brasil, Bulgaria, Burkina Faso, Alemania, Indonesia, Mali, Noruega, Panamá y Polonia.
En lo que llevamos de año se han llevado a cabo misiones de entrenamiento parecidas en la República Dominicana, Jordania, Rumania, Senegal, Corea del Sur y Tailandia, entre otras naciones. En realidad, me dijo Nye, en estos momentos las labores de entrenamiento continúan en casi todas las naciones donde las Fuerzas de Operaciones Especiales están desplegadas. «De los 120 país que visitamos a finales de año, yo diría que en la inmensa mayoría hay ejercicios de entrenamiento de una forma u otra. Podrían clasificarse como ejercicios de entrenamiento».
La elite de poder del Pentágono
En otro tiempo hijastras abandonadas del establishment militar, las Fuerzas de Operaciones Especiales han crecido exponencialmente no sólo en tamaño y presupuesto sino también en poder e influencia. Desde 2002, se ha autorizado al SOCOM a crear sus propios Destacamentos Especiales Conjuntos –como el Destacamento Especial de Operaciones Especiales Conjuntas en Filipinas-, una prerrogativa limitada normalmente a mandos combatientes más amplios, como el CENTCOM. Este año, sin mucha fanfarria, el SOCOM estableció también su propio Destacamento Especial de Adquisiciones Conjuntas, un grupo de diseñadores de equipamiento y especialistas en adquisiciones.
Con control sobre el presupuesto, el adiestramiento y el equipamiento de sus fuerzas, los poderes normalmente reservados a los departamentos (como el Departamento del Ejército o el Departamento de la Marina), a los que se dedican dólares en cada presupuesto del Departamento de Defensa e influyentes defensores en el Congreso, en la actualidad el SOCOM es un actor excepcionalmente poderoso en el Pentágono.
Con verdadero peso, puede ganar batallas burocráticas, comprar tecnología punta y dedicarse a investigaciones marginales como la transmisión de mensajes electrónicos a las cabezas de la gente o desarrollar con sigilo tecnologías secretas para las tropas de tierra. Desde 2001, los contratos importantes concedidos a empresas pequeñas –las que producen generalmente equipamiento especializado y armas- han aumentado seis veces.
Con sus cuarteles en la Base de la Fuerza Aérea Macdill en Florida, pero operando en el exterior de ese escenario, los comandos se extienden por todo el planeta, incluyendo Hawai, Alemania y Corea del Sur, y están activos en la mayoría de los países; el Mando de Operaciones Especiales ahora es una fueerza en sí mismo.
Como jefe saliente del SOCOM, Olson señaló a primeros de año: el SOCOM «es un microcosmos del Departamento de Defensa, con componentes de tierra, mar y aire, presencia global y autoridades y responsabilidades que son reflejo de los departamentos militares, los servicios militares y las agencias de la Defensa».
Encargado de coordinar todos los planes del Pentágono contra las redes globales del terrorismo y, como consecuencia, estrechamente conectado con otras agencias gubernamentales, ejércitos extranjeros y servicios de inteligencia, y armado con un inmenso inventario de helicópteros sigilosos, aviones tripulados de ala fija, aviones teledirigidos inmensamente armados, lanchas rápidas de fuego a gogó dotadas de alta tecnología, Humvees especializados y vehículos acorazados todoterreno resistentes a minas y emboscadas, o MRAPs (por sus siglas en inglés), así como otros equipamientos de vanguardia (con más en camino), el SOCOM representa algo novedoso en el ejército.
Aunque el difunto erudito del militarismo Chalmers Johnson solía referirse a la CIA como «el ejército privado del presidente», hoy el JSOC asume ese papel, actuando como el jefe ejecutivo de los escuadrones privados para asesinar, y su pariente el SOCOM funciona como una nueva elite de poder del Pentágono, un ejército secreto dentro del ejército que posee poder local y alcance global.
En 120 países de todo el globo, las tropas del Mando de Operaciones Especiales llevan a cabo su guerra secreta de asesinatos de perfil alto, matanzas de nivel bajo, operaciones de captura y secuestro, ataques nocturnos tipo patada en la puerta, operaciones conjuntas con fuerzas extranjeras y misiones de entrenamiento con socios locales como parte de un conflicto en las sombras del que la mayoría de los estadounidenses carecen de información. En otro tiempo «especiales» por ser pequeños, enjutos, equipos que actuaban fuera, hoy son especiales por su poder, accesos, influencia y aura.
Esa aura se beneficia ahora de una campaña de relaciones públicas bien orquestada que les ayuda a proyectar una imagen sobrehumana en casa y afuera, incluso aunque muchas de sus actividades actuales permanezcan en sombras cada vez más amplias. La visión típica que tratan de difundir se puede hallar en esta declaración del Almirante Olson: «Estoy convencido de que las fuerzas… son los socios culturalmente más compenetrados, los cazadores de asesinos más letales y los asesores, entrenadores, solucionadores de problemas y guerreros más responsables, ágiles, innovadores y eficaces que cualquier nación podría ofrecer».
Recientemente, en el Forum de Seguridad del Instituto Aspen, Olson ofreció unos comentarios igualmente edulcorados y también alguna información engañosa al afirmar que las Fuerzas de las Operaciones Especiales de EEUU estaban operando sólo en 65 países e implicadas en combate sólo en dos de ellos. Cuando se le preguntó por los ataques de aviones no tripulados en Pakistán, según las informaciones, contestó: «¿Está usted hablando de explosiones no atribuidas?».
Sin embargo, algo se le escapó. Señaló, por ejemplo, que las operaciones negras, como la misión de bin Laden, con comandos aerotransportados realizando ataques nocturnos, ya era algo excepcionalmente común. Cada noche se llevan a cabo más o menos una docena, dijo. Sin embargo, quizá sea aún más esclarecedor el comentario a bote pronto que hizo acerca del tamaño del SOCOM. Justo ahora, subrayó, las fuerzas de Operaciones Especiales de EEUU son aproximadamente tan grandes como todo el ejército del Canadá en servicio activo. En realidad, la fuerza es mucho mayor que los ejércitos en servicio activo de muchas de las naciones donde las tropas de elite estadounidenses operan cada año y se ha decidido que sigan creciendo.
Los estadounidenses tienen que ser conscientes ya de lo que significa tener una fuerza «especial» tan inmensa, tan activa y tan secreta, y no es muy probable que empiecen a serlo hasta que dispongan de mayor información. Y esa información no van a facilitársela Olson o sus tropas. «Nuestro acceso [a países extranjeros] depende de nuestra capacidad para no hablar de ello», dijo en respuesta a preguntas sobre el secretismo del SOCOM. Cuando las misiones se ven sometidas a escrutinio, como en el caso del asalto a bin Laden, las tropas de elite se sienten molestas. El «ejército secreto» del ejército, dijo Olson, quiere «regresar a las sombras y hacer ahí lo que tenga que hacer».
Nick Turse es historiador, ensayista y periodista de investigación. Es editor asociado de TomDispatch.com y nuevo redactor de Alternet.org, su último libro es The Case for Withdrawal from Afghanistan (Verso Books).
Este artículo es una colaboración entre Alternet.org y TomDispatch.com