Antonio Aramayona
Tengo entendido que usted tiene intención de volver a España el 18 de agosto. En nuestro país recibimos unos 53 millones de turistas al año, que contribuyen a nuestra economía con lo que van dejando en hoteles y chiringuitos. Esos turistas pagan de su bolsillo sus vacaciones y viajes de negocios, por lo que no entiendo que su viaje cueste más de 50 millones de euros y usted no pague un solo céntimo, pues 25 millones lo pagamos todos los españoles a través del dinero público del Estado y el resto es aportado por empresas privadas, con las consiguientes desgravaciones. En otras palabras, señor Ratzinger, usted tiene el mismo derecho que cualquier otro turista a visitar España, pero debería pagarlo de su bolsillo o abstenerse de viajar de gorra.

De hecho, señor Ratzinger, muchos españoles no han podido viajar este verano por la sencilla razón de que su economía no se lo permite. En nuestro país hay cinco millones de parados, 300.000 familias han perdido sus casas en los últimos tres años y planea diariamente la zozobra sobre la cabeza de muchas familias. Usted vive en palacios de otro planeta y viste ropajes de otro eón, pero debería cortar con esa mala costumbre de que sus viajes sean costeados también con el dinero de toda esa gente. ¿Le parece aún poco que el catolicismo español reciba anualmente más de 10.000 millones de euros de los presupuestos generales del Estado? ¿Tiene usted alguna noción de qué es un pobre cuando lo declara bienaventurado? La ostentación de tanta riqueza en un solo día es un insulto para muchos españoles, señor Ratzinger.

Si me lo permite, haga llegar de mi parte a los organizadores del evento que se les ha colado un gazapo, porque en realidad deberían haberla llamado Jornada Mundial de la Juventud Católica, en lugar de Jornada Mundial de la Juventud, a secas, pero es que ustedes tienen la manía de pensar que su mundillo es el universo entero, por lo que muchos de los que no estamos en su sintonía nos quedamos asombrados ante su carencia de tino y matización.

Otra cosa que me llama la atención es que, cada vez que viene usted a España, nuestros representantes políticos e institucionales esconden en un cajón la Constitución. Mal que les pese a usted y a sus hijos dilectísimos, España es constitucionalmente aconfesional y ninguna confesión tiene carácter estatal. Sin embargo, seguramente los más altos cargos de los tres Poderes institucionales de España están ya preparando sus mejores galas para recibirle, dando la espalda así a toda la ciudadanía que no tiene nada que ver con sus creencias y sus ritos. De hecho, en ese próximo viaje que no paga usted y sí pagamos todos los españoles están implicados la Jefatura del Estado y los máximos representantes del Gobierno, Parlamento y Poder Judicial. Probablemente, si su maestro Jesús de Nazaret levantara la cabeza, todos ellos y usted a la cabeza saldrían bien calientes y avergonzados de todo ese mercadeo de poderes y prebendas.

Llama la atención además que su visita requiera la presencia de diez mil agentes de seguridad, amén de otros miembros del ejército y de la legión rindiéndole honores de Jefe de Estado. Voy a descartar que usted sea un sujeto tan peligroso como para concitar a tanta policía junta, pero, insisto, si su maestro Jesús de Nazaret hubiese contado con semejante cantidad de gendarmes y soldados a su vera, el catolicismo no contaría con el símbolo de la cruz, pues en vez de crucificado, Jesucristo habría muerto en la cama, como tradicionalmente hacen todos ustedes.

Como a usted y sus secuaces todo les parece poco, van a disponer gratuitamente de polideportivos, centros públicos de enseñanza y personal de la Administración para acoger a los “peregrinos” que viajan para verle a usted y asistir al evento, pero sus obispos y adláteres van a cobrar de 10 a 18 euros por turista devoto por dormir en esos locales que han recibido gratis. Creo que ustedes van a instalar también confesionarios en el Parque del Retiro. Puestos, pueden poner confesionarios también en la casa de Campo, donde encontrarán hombres y mujeres algo ligeros de ropa que les informarán muy bien de lo que es realmente la vida.

Me parece además vergonzoso, entre otras muchas cosas, que usted haya condenado el uso de anticonceptivos en países subdesarrollados con millones de personas enfermas de sida, que sea el jefe supremo de una institución netamente misógina y homofóbica, que aún no ha suscrito la Carta Universal de los Derechos Humanos. ¿Por qué no se ha opuesto nunca expresamente a las guerras preventivas? ¿Ha vendido algo de sus tesoros para paliar la actual hambruna en el cuerno de África?

Aún está a tiempo, señor Ratzinger. Vaya a una agencia de viajes y cómprese un billete como todo quisque, amén de un frasco de crema protectora, que en la playa pega el sol de lo lindo.

Un saludo