Socialist Worker /Prensa Marea Socialista

El debate sobre el endeudamiento que se inició en abril de 2011, ha acabado con una capitulación de la administración Obama. Va a continuar con más vigor cuando el techo legal de la deuda (14.290 millardos de dólares) sea franqueado de nuevo los próximos meses, a pesar de los recortes ahora establecidos. Esto será utilizado por los republicanos para exigir nuevos recortes antisociales y obtener ‘importantes concesiones’ por parte de los demócratas. Su plan, para diez años, está presentado ya.

Los comentarios centrados en la futura campaña electora y en el Tea Party, en una representación europeizada (izquierda-derecha) del enfrentamiento entre republicanos y demócratas, se arriesgan a marginar la verdadera importancia social del enfrentamiento sobre el presupuesto, es decir sobre uno de los elementos del ‘reparto’ efectivo de la riqueza en los Estados Unidos. La lectura europeizada de la escena política americana posee algunos rasgos anacrónicos en el momento en que la americanización de la escena política europea (alternancia centro-izquierda, con presión de la derecha extrema y de la extrema derecha) se refuerza, sin que la izquierda radical saque sus consecuencias. (Redacción de À l´encontre).

Incluso los apologistas de izquierdas de la Administración Obama han tenido dificultades para tragarse este sapo. Tras haber transferido miles de millardos de dólares a los bancos y a las grandes empresas para sostener sus beneficios, la Casa Blanca de Barack Obama avala el asalto de los republicanos de la Cámara de Representantes, determinados a imponer la “austeridad” y los recortes presupuestarios. Ante la noticia de que el presidente Obama había llegado a un acuerdo con el presidente republicano de la Cámara, John Boehner, para recortar 38 millardos de dólares en los gastos federales para el año fiscal 2011 que termina el próximo 30 de septiembre, el editorialista del Washington Post, E.J. Dionne ha declarado a la Radio Pública Nacional (National Public Radio): «Quizá el presidente va a hacer campaña por su reelección con el eslogan de ‘Una capitulación en la que podemos creer».

La capitulación de Obama sobre los 38 millardos de dólares ha sancionado el más fuerte recorte presupuestario anual en la historia de los Estados Unidos. Pero los republicanos de la Cámara quieren ya pulverizar ese récord. Exigen una aplicación de la política de “tierra quemada” del presidente de la Comisión del Presupuesto, Paul Ryan, a saber, su plan de reducción del presupuesto federal en 5.800 millardos de dólares en 10 años. En este plan de Paul Ryan, Medicare (seguro médico para las personas de más de 65 años, reforma introducida en 1965; financiado, entre otros, por los asalariados y los patronos) sería privatizado y Medicaid (sistema de ayuda para los cuidados de personas de «débiles recursos», con una financiación de los estados y del gobierno federal) sería convertido en un programa de subvención a tanto alzado a los estados, mientras que los impuestos para los ricos y las empresas serían reducidos aún más.

Cualquiera que espere que Obama haga retroceder a Ryan debería mirar de cerca el acuerdo que Obama ha concluido con Boehner sobre los recortes a corto plazo. Dando su acuerdo a la reducción de 38 millardos, Obama ha concedido a Boehner más de lo que éste había exigido a comienzos de año. Boehner y los di rigentes republicanos habían demandado primero una reducción de 33 millardos de los gastos para el año fiscal en curso, pero el grupo del Tea Party en la Cámara exigió que Boehner hiciera subir la puja y la Cámara había votado incluso una resolución demandando una reducción de 61 millardos de dólares.

Por supuesto, Obama no ha admitido que los recortes son severos y, al contrario, ha declarado que el acuerdo con Boehner era un éxito: «Este es un acuerdo para invertir en el futuro de nuestro país, a la vez que se realiza la mayor reducción de los gastos anuales de nuestra historia» (NYT). La Casa Blanca ha impedido a los republicanos suprimir totalmente las subvenciones federales para Planned Parenthood, que utiliza el dinero para apoyar la planificación familiar y servicios de salud para las mujeres -y no para asegurar abortos, como pretenden los republicanos. Pero Obama ha aceptado efectivamente la exigencia de los republicanos de suprimir la financiación federal de las clínicas que efectúan interrupciones voluntarias del embarazo en Washington D.C., restableciendo así una restricción de la época de Bush.

La cobertura de los medios se ha localizado sobre todo en las febriles negociaciones cuando amenazaba una interrupción del funcionamiento de la administración del Estado, a falta de la aprobación del presupuesto. Pero el verdadero relato es cómo los políticos, de los dos partidos, han sacrificado a los pobres para llegar a un acuerdo. Según el Washington Post, la mitad de los 38 millardos de recortes son en educación y programas de trabajo y de salud pública. Entre los recortes se encuentra: una reducción de un millardo de dólares en los programas de prevención del SIDA, de la hepatitis viral, de las enfermedades sexualmente transmisibles y de la tuberculosis; 600 millones de dólares amputados a los centros médicos de proximidad; y una reducción de 390 millones de dólares en los fondos de socorro para la ayuda a la calefacción para las personas de bajas rentas.

El New York Times ha publicado un resumen de los demás recortes: 1,6 millardos de dólares -es decir el 16%- del presupuesto de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente (EPA); reducciones en los programas de mejora de la seguridad alimentaria y la supresión de tres millardos de dólares de subvenciones a los estados que aumentan el número de niños tomados a cargo en programas de seguro de enfermedad para familias de bajas rentas. Las becas Pell, que ofrecen una ayuda financiera federal para los estudiantes (becas condicionadas a criterios sociales para estudiantes de bajas rentas: nota de media, modo de vida…) son suprimidas para los cursos de verano. Otros tres millardos de dólares son recortados en los fondos federales para proyectos de transportes públicos locales. Pero cuando los trabajadores sufrirán de una calidad del aire y del agua peores, posibilidades de educación más reducidas y una disminución del acceso a los cuidados médicos, los jerarcas del Pentágono van a recibir 5 millardos de dólares más para sus “juguetes”, lo que lleva los gastos militares totales para el año fiscal 2011 a 513 millardos de dólares.

Y este recorte, récord histórico en el presupuesto anual, va pronto a parecer cosa poca monta. La continuación es ahora la batalla sobre el presupuesto de 2012, que Paul Ryan ha añadido a su plan sobre los 10 años para reducir radicalmente el tamaño del gobierno de los Estados Unidos y suprimir lo que queda de “estado del bienestar”. Para imponerse, los republicanos amenazan con tomar como rehén al conjunto de la economía de los Estados Unidos negándose a votar un aumento del techo de la deuda de los Estados Unidos. Esto impediría al Tesoro tomar prestado para financiar la actividad del gobierno federal y para pagar a los propietarios de obligaciones estadounidenses en todo el mundo. Esto desencadenaría seguramente una crisis financiera internacional. Es posible que los republicanos estén de farol, pero la amenaza indica hasta dónde está dispuesta a llegar la derecha para hacer avanzar su programa. Obama promete replicar con su propia propuesta de presupuesto a largo plazo. Según los artículos de la prensa, el presidente va a exigir algunas subidas de impuestos para los ricos para ayudar a aumentar los ingresos fiscales -pero Obama va también a apoyar el trabajo de la comisión sobre el déficit del año pasado, que había recomendado reducir el déficit en más de 4.000 millardos de dólares en diez años, principalmente disminuyendo de forma severa los gastos.

Por supuesto, si Obama quisiera verdaderamente exigir de los “super ricos” que asumieran su parte en los «sacrificios compartidos», habría podido exigir que se extinguieran las deducciones a su favor que vienen de la era Bush, cuando se llegó su fecha de expiración a finales de este año. En su lugar, Obama ha bendecido un acuerdo concluido durante la última sesión del Congreso saliente en diciembre de 2010 que reconducía todas las deducciones fiscales por dos años -que han aportado a los contribuyentes más ricos no menos de 115,5 millardos sólo en 2011.

Mientras tanto, el presupuesto de Obama para el año 2012, publicado en febrero, incluía su propia «lista asesina» de austeridad. La Casa Blanca ha propuesto una congelación de los gastos federales discrecionales que no son del dominio militar o de seguridad, equivalentes a una reducción en términos reales una vez que se tiene en cuenta la inflación. Obama había ya atacado las becas Pell para todo el año universitario antes incluso de que los republicanos las atacaran. Y es el equipo presupuestario de Obama, y no John Boehner o Paul Ryan, quien ha propuesto primero reducir el presupuesto del programa de asistencia a la calefacción doméstica para las personas de baja renta de 5,1 millardos a 2,5 millardos el próximo año -una reducción que dejaría literalmente pasando frío a alrededor de tres millones de personas.

El objetivo de las elecciones de 2012: Wall Street

Esta reciente capitulación de Obama ante los republicanos ha agravado el malestar creciente de sus partidarios de izquierda. ¿»Qué han hecho del presidente Obama?», preguntaba Paul Krugman en su columna del New York Times. «¿Qué le ha ocurrido a la figura inspiradora que sus partidarios creían haber elegido? ¿Quien es ese muchacho dulce y tímido que tiene el aire de no tener ninguna convicción particular?» (NYT).

En efecto, estamos lejos de los días devastados por la crisis en 2009, cuando Barack Obama firmaba un paquete de relanzamiento económico de 787 millardos de dólares, el mayor de la historia de los Estados Unidos. Los medios especulaban entonces locamente que Obama iba a ser una reedición del presidente Franklin Delano Roosevelt (1933-1945), a quien se atribuye haber instituido la New Deal en plena Gran Depresión.

En realidad, el relanzamiento se reveló desesperadamente corto, en parte porque un tercio del dinero fue consagrado a bajadas de impuestos relativamente menos eficaces y en parte porque la crisis económica es muy profunda. El paquete de medidas fue bastante grande como para impedir un hundimiento económico total, pero demasiado pequeño para frenar la ola creciente de paro de estos dos últimos años. Esta crisis del empleo continúa hoy. La buena noticia aparente de una bajada reciente de la tasa de paro al 8,8% es engañosa a causa del número de gente que ha salido completamente de la población activa. El Economic Policy Institute ha publicado que unos 24,5 millones de trabajadores están sin empleo o subempleados en marzo de 2011, es decir casi el doble de los 12,9 millones que estaban censados como tales en 2007. Se podría esperar a que un presidente demócrata explotara los tiempos difíciles que los trabajadores y trabajadoras deben enfrentar para marcar puntos en el plano político contra sus rivales republicanos en el Congreso.

Obama podría al menos llamar a un programa federal de creación de empleos. Incluso si este programa fuera luego bloqueado por el Congreso, esto pondría al menos la culpa en los republicanos. En lugar de eso, Obama pretende que el problema del paro está más o menos detrás de nosotros. Sin embargo los trabajadores y las trabajadoras en cada ciudad y en cada estado saben que es falso. De hecho, cuanto más se acerca su campaña para hacerse reelegir en noviembre de 2012, más acentúa Obama sus esfuerzos para satisfacer a la «Corporate America», el mundo de los negocios. «En los dos próximos años», ha escrito el comentarista Charles Ferguson, «una cifra domina a todas las demás: 1 millardo de dólares. Es lo que va a costar la campaña por la reelección del presidente. El verdadero público de las propuestas de presupuesto, es Wall Street, y ninguno de sus electores, y ciertamente no el movimiento popular que lo ha elegido». Porque a ciertas personas les va muy bien, ¡gracias! Gracias al programa de los 70 millardos de dólares para el alivio de los activos tóxicos (Troubled Assets Relief) y a un compromiso sin intereses de la Reserva Federal a la altura de varios miles de millardos de dólares, los bancos de Wall Street «to big to fail» (demasiado grandes para quebrar) son hoy más grandes y están más saneados que nunca. Como David Weidner, el editorialista de Market Watch ha señalado: «Los grandes bancos continúan prosperando en su época pos-reflote. Jamie Dimon de JP Morgan Chase ha recibido un aumento de salario del 51% y gana ahora 23 millones de dólares. John Stumpf de Wells Fargo ha visto elevarse sus indemnizaciones a 1.756 millones de dólares. Brian Moynihan de Bank of America ha recibido 10 millones de dólares por su primer año» (Marketwatch).

Clarificar quién está del lado de los trabajadores y las trabajadoras

Los grandes medios comerciales hacen posible la política de austeridad bipartidaria ocultando todo examen serio de las alternativas a los recortes de las partidas presupuestarias. Sin embargo, hay alternativas; hay incluso muchas. Como el antiguo secretario de trabajo de Clinton, Robert Reich ha señalado, una vuelta a las tasas de impuestos de la administración Eisenhower de finales de los años 1950 borraría todo el déficit y crearía un excedente para financiar nuevas iniciativas del gobierno que beneficiarían a los trabajadores. «Desde los años 1940 hasta 1980, la tasa máxima del impuesto sobre la renta de las más altas rentas de los Estados Unidos estaba al menos en el 70%. En los años 1950, alcanzaba el 91%. Hoy es del 35%. Incluso si incluyes las deducciones y los créditos, los ricos pagan hoy una fracción bastante más pequeña de sus rentas que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial. El impuesto sobre la fortuna (que no afecta más que al 2% de la cúspide de la pirámide) ha sido también amputado. En 2000, era del 55% y se aplicaba a partir de 1 millón de dólares. Hoy, es el 35% y se aplica a partir de 5 millones de dólares. Las ganancias en capital -que comprenden la mayor parte de la renta de los ‘super ricos’- estaban tasadas al 35% a finales de los años 1980. Hoy lo son al 15%. Si los ricos tuvieran las mismas tasas que hace cincuenta años, estarían pagando más de 350 millardos más que durante este año 2011, lo que se traduciría en miles de millardos para el próximo decenio. Es suficiente para llevar a cabo todo de lo que la nación necesita, a la vez que se reducen futuros déficits. Si cortamos aquello de lo que no tenemos necesidad (los favores a las empresas y la defensa sobredimensionada), los impuestos podrían, además, ser disminuidos para todos los que ganan menos de 80.000 dólares por año. Y con un sistema de seguro de salud centralizado, Medicare para todos, en lugar de una sinecura para los suministradores de cuidados que hacen beneficios, el país podría economizar aún más millardos» (CS Monitor).

Pero en Washington, donde los políticos de los dos partidos son comprados y pagados, casi nadie va a tomar posición en favor de un programa así. El grupo progresista del Congreso que cuenta con 80 miembros (Progresive Caucus) reclama, en su «Presupuesto del Pueblo», impuestos más elevados a los ricos, inversiones en la salud pública y en la educación, y un gran programa de empleos. Pero la mayor parte de los demócratas implicados han fracasado en organizar un desafío coherente a Obama cuando los demócratas tenían la mayoría en las dos cámaras del Congreso, tanto sobre las cuestiones presupuestarias, como en las cuestiones referidas a las libertades civiles o a las guerras sin fin.

Propuestas progresistas de cualquier tipo tienen pocas posibilidades de tener un verdadero impacto sobre el debate presupuestario a menos de estar ligadas a un movimiento social activo y en lucha. Roosevelt, después de todo, fue empujado hacia la izquierda por un ascenso obrero y una clase obrera rebelde -mientras que Obama no ha sentido, por el momento, más que la presión del big business, y esa es la razón por la que se ha inclinado ante él sin cesar.

Para avanzar, el movimiento obrero organizado y la izquierda deben reconocer que Obama no es un aliado, sino un socio consentidor en la ofensiva que apunta a reducir los niveles de vida de la clase obrera de los Estados Unidos, profundamente y para siempre. El potencial para la movilización en la base está suficientemente claro. Las inmensas movilizaciones de los trabajadores y estudiantes de Wisconsin contra la legislación antisindical del gobernador Scott Walker han alumbrado movilizaciones en los estados vecinos y a través de todo el país. En cuanto a la jornada de acción del 4 de abril, convocada por la AFL-CIO, aunque sigue siendo en gran medida simbólica, ha mostrado una voluntad de actuar y de responder. Necesitamos continuar construyendo esas luchas y tener claro quien está con nosotros y quien no lo está.