Datos difundidos la semana pasada revelan una recesión económica en Estados Unidos: el desempleo aumentó a 9,2 por ciento y sólo se crearon dieciocho mil nuevos puestos de trabajo no agrícolas en junio.
La actual batalla del presidente Barack Obama con los republicanos para lograr que el Congreso le permita aumentar el límite de la deuda del gobierno para evitar caer en mora culminaría en un acuerdo para reducir drásticamente el gasto fiscal. Esto tendría un efecto depresivo sobre la economía.
Pero si Estados Unidos tiene problemas, Europa está sumida en una crisis mucho peor.
El problema de endeudamiento de Grecia con su consiguiente conmoción política es la parte más visible. Pero la tragedia griega quedaría pronto empequeñecida si se contagia a sus vecinos más grandes.
La agencia calificadora Moody’s rebajó la posición del crédito de Portugal en cuatro escalones hasta ubicarlo en el nivel de “basura”. Esto tuvo un efecto de contagio en España e Italia y el interés de sus bonos se disparó. El mayor temor radica en que Italia, la tercera economía de Europa, se vea arrastrada a la crisis.
El viernes 8 de julio, el rendimiento de los bonos de deuda italianos a diez años saltó a 5,27 por ciento y la prima de riesgo escaló a máximos históricos respecto del bono alemán. Esta pérdida de confianza implica que el país debe pagar más para obtener nuevos préstamos. Por otra parte, los precios de las acciones de los bancos italianos también cayeron casi seis por ciento en un día.
La propagación de la crisis a Italia, tras el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal, podría amplificar peligrosamente la crisis europea debido al tamaño de la economía y la deuda italianas. En los próximos cinco años vencen casi 900.000 millones de dólares de deuda fiscal, en un país donde la deuda equivale al ciento veinte por ciento del PIB. Si la cotización de los bonos de deuda italianos continúa en aumento, el costo de pagarlos podría resultar intolerablemente alto.
El riesgo de propagación de la crisis europea subsistirá en la medida que no se resuelva la crisis de Grecia. Ya se acepta que el país enfrenta un problema de insolvencia y no sólo de liquidez. Se requiere una solución sistémica, como una salida ordenada de la deuda en la cual se le pague a los acreedores sólo parte de sus préstamos pendientes, en el marco de un sistema de arbitraje.
Pero los principales países europeos temen que esto provoque grandes pérdidas a sus bancos que otorgaron préstamos a Grecia. Por eso buscan otras formas, como un “rescate” -nuevos préstamos de los gobiernos europeos y del Banco Central Europeo y el FMI- que ocupe el lugar de los préstamos que expiran, sumado, si es posible, a nuevos créditos de bancos privados.
Su objetivo es evitar una “moratoria” de Grecia porque eso a su vez generará sus propios problemas. Por ejemplo, si los préstamos de Grecia atraviesan un “evento de crédito” -el nuevo eufemismo-, esto podría dar lugar a que los aseguradores de bonos tengan que pagar a los tenedores de los mismos un seguro por moratoria de crédito.
Pero no es sólo una moratoria directa y una reestructuración de la deuda lo que califica como moratoria a los ojos de las agencias de calificación del crédito. Los acuerdos de los gobiernos para lograr que sus acreedores privados hagan un recorte (pérdida parcial sobre sus préstamos) se considera también una moratoria.
Si el gobierno no puede implementar sus reformas, los pedidos de moratoria aumentarán. Pero aún si Grecia cae en moratoria de manera unilateral y aclara su problema de insolvencia, igualmente necesitará nuevos préstamos para cubrir su déficit fiscal.
Algunos opinan que podría atraer nuevos créditos en la medida que sus viejas deudas sean liberadas. Otra opinión, de mayor peso por el momento, es que después de una moratoria es difícil que el mercado conceda nuevos préstamos.
Es muy poco probable que Grecia declare una moratoria a esta altura. Pero podría verse obligada a hacerlo en el futuro si no hay un financiamiento alternativo o si la oposición pública a una mayor austeridad resulta demasiado fuerte para el gobierno.
La incertidumbre sobre la situación griega alcanzó un nuevo límite la semana pasada, en especial por los mensajes contradictorios de Alemania y Francia, que han intentado arreglar un roll-over (traspaso de posiciones al siguiente vencimiento) o un canje de la deuda, y del Banco Central Europeo, que se opone a cualquier “moratoria selectiva” o “evento de crédito”.
La incapacidad de lograr una acción europea unificada sobre Grecia ha afectado la confianza en la eurozona y aumentado el riesgo de contagio a España e Italia. Así, no se puede esperar que Estados Unidos o Europa den un impulso a la economía mundial, pero sus crisis pueden contribuir a debilitarla.
A medida que los efectos de los estímulos fiscal y monetario previos se diluyen y nada equivalente ocupe su lugar, no hay mucho margen para el optimismo sobre las perspectivas de las principales economías desarrolladas en los próximos años.
Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.