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La pregunta que da titulo a este texto no es mía, la hizo Javier Couso en la red social Twitter al ver en el telediario de Televisión Española la noticia –rebotada de The New York Times- acerca de la “Internet invisible” que está armando Estados Unidos para ser utilizada por “disidentes”. Se trata de una opinión importante, entre otras cosas porque Couso es el hermano de un camarógrafo asesinado por las tropas norteamericanas en Iraq, al cual EE.UU. no sólo no le facilitó Internet sino que le disparó mortalmente desde un tanque de guerra mientras aquel realizaba su trabajo en el Hotel Palestina de Bagdad.
Luego del asesinato de José Couso, que así se llamaba el camarógrafo, su familia ha emprendido una batalla legal para llevar a los tribunales a los militares estadounidenses implicados en su muerte. Pero el gobierno norteamericano –según demuestran cables filtrados por Wikileaks- lejos de colaborar, se dedicó a presionar a gobernantes y tribunales españoles para que el caso no prosperara. Dicho sea de paso, EE.UU. y sus aliados han desatado una verdadera cacería global contra los disidentes vinculados a Wikileaks que hacen uso de la Red para difundir información sobre el extraño modo en que Estados Unidos defiende la democracia en todo el mundo.

Wikileaks ha divulgado también cables que demuestran el interés y la manipulación norteamericana detrás de personas que en Cuba hacen uso de Internet en función del llamado Plan Bush para la “democracia” en la Isla. Algo que coincide con las acciones de suministro de equipamiento que ejecutadas por “contratistas” ha denunciado el gobierno cubano, y que han llevado al presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, John Kerry, a bloquear las asignaciones financieras con ese objetivo a la Agencia Norteamericana para la Ayuda al Desarrollo (USAID). Entre otras razones, Kerry ha argumentado que el trabajo de la USAID está poniendo en riesgo a ciudadanos norteamericanos –como Alan Gross, un subcontratista de la USAID, condenado a 15 años de privación de libertad por pretender armar en la Isla redes similares a las que ahora divulga el Times- y que, según el senador, lejos de promover la democracia, están sirviendo de suministro a la contrainteligencia cubana, cuyos agentes –destapados en las referidas denuncias- han sido destinatarios de parte del equipamiento.

Para colmo, el reciente escándalo alrededor de un norteamericano que construyó una falsa identidad como “bloguera disidente” en Siria -un lugar donde revelaciones de Wikileaks prueban que Estados Unidos ha financiado a la oposición- ha venido a echar más leña al fuego en relación con la manera en que EE.UU. y los grandes medios respaldan una “disidencia” y callan otra. La supuesta bloguera siria Amina –citada por entidades como AP y BBC- decía que “las fronteras no significan nada cuando tienes alas” y se parecía demasiado a la multipremiada cubana Yoani Sánchez que asegura transmitir “la voz de Cuba fuera de nuestras fronteras”, aunque la mayor parte de las veces termine conduciendo a los corresponsales extranjeros a reproducir falsas informaciones que más tarde se ven obligados a corregir.

Sobre el plan de la “Internet invisible” o “de maleta”, Clay Shirky, profesor asistente en la Universidad de Nueva York que estudia la Red y los medios de comunicación social, dijo, entrevistado por The New York Times, que “los Estados Unidos podrían exponerse a acusaciones de hipocresía si el Departamento de Estado mantiene su apoyo, tácito o no, a los gobiernos autocráticos en países como Arabia Saudí o Bahrein, mientras el despliegue de estas tecnologías muy probablemente les son también perjudiciales”. Pero no es sólo allí donde EE.UU. enfrenta problemas de legitimidad, Gil Ibrahim, uno de los rostros más conocidos del movimiento que derrocó en Egipto a Hosni Mubarak, ha confesado en una entrevista al sitio Periodismo humano que desconfía del ejército –armado y financiado por Estados Unidos- y de El Baradei –la figura que los grandes medios trataron de vender como la solución post Mubarak. La joven ha relatado cómo se vinculó a quienes luchan por el socialismo, precisamente la obsesión contra la que el State Department quiere usar su “Internet de maleta” en lugares como Cuba o Venezuela. Sobre su participación en el derrocamiento del gobierno egipcio, Ibrahim afirma: “Me reuní con el grupo de Mohamed El Baradei pero no me convenció, finalmente terminé en el Movimiento popular democrático para el cambio, que en realidad era el nombre empleado en la clandestinidad por los socialistas defensores de la revolución”.

En cuanto a la interrogante de Couso, me pregunto si en las democráticas ruedas de prensa de la Casa Blanca o el Departamento de Estado alguien se atreverá a hacerla a riesgo de que le suceda lo mismo que a Helen Thomas, la veterana reportera que osó criticar a Israel y fue despedida sin contemplaciones. Para que lo tengan más fácil quedan exonerados de decir “¡Qué asco de doble moral!”, la frase indignada pero exacta con que cerraba su tweet Javier Couso.