Alex Lantier
Funcionarios de la Unión Europea (UE) respondieron ayer a los aranceles globales impuestos por la administración Trump con la imposición de decenas de miles de millones de euros en aranceles a productos estadounidenses. Con la imposición por parte de Washington de un arancel del 20 por ciento a todos los productos de la UE y un arancel del 25 por ciento a las exportaciones europeas de automóviles, las relaciones entre EE.UU. y la UE están sufriendo una ruptura histórica y se está desatando una guerra comercial que amenaza con ataques sin precedentes contra trabajadores en Estados Unidos, Europa y a nivel internacional.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, habló esta mañana desde Uzbekistán, donde asiste a una cumbre entre Asia Central y la UE, instando a Washington a entablar conversaciones, al tiempo que amenazaba con un primer paquete de 26.000 millones de euros en aranceles de la UE. Al pedirle a Trump que “pasara de la confrontación a la negociación”, afirmó: “Ya estamos ultimando un primer paquete de contramedidas en respuesta a los aranceles al acero. Y ahora nos preparamos para nuevas contramedidas que protejan nuestros intereses y negocios si las negociaciones fracasan”.
Hay en juego una gran cantidad de bienes y empleos. El comercio entre EE.UU. y la UE alcanzó los 1,6 billones de euros en 2023, incluyendo 851.000 millones de euros en bienes y 746.000 millones de euros en servicios. Si bien Europa registró un superávit comercial de 153.000 millones de euros en bienes, principalmente en automóviles, maquinaria, sector aeroespacial y farmacéutico, registró un déficit de 109.000 millones de euros en servicios, impulsado principalmente por la compra de servicios por parte de bancos y empresas tecnológicas estadounidenses. Estados Unidos y la UE han invertido más de 5 billones de euros en sus respectivos mercados financieros.
La primera ola de aranceles de la UE afecta a productos estadounidenses, como vaqueros, motocicletas Harley-Davidson, acero, aluminio y productos agrícolas. La UE también podría invocar su llamado Instrumento Anticoerción (ICA, todas las siglas en el idioma original), una ley de 2023 para coordinar medidas de guerra comercial contra países que, según la UE, buscan coaccionarla económicamente. Esto permitiría a los países de la UE recortar los pagos a bancos y empresas tecnológicas estadounidenses por servicios financieros o derechos de propiedad intelectual.
Por ahora, prevalece la incertidumbre en los círculos gobernantes europeos sobre qué tipo de acuerdo pueden negociar con Trump y con qué rapidez y profundidad las medidas de guerra comercial debilitarán la economía europea.
El banco neerlandés ING estimó que un arancel estadounidense del 25 por ciento reduciría el 19 por ciento de las exportaciones de bienes de la UE a Estados Unidos. El valor de estas ventas perdidas, de unos 100.000 millones de euros, equivale al 0,87 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de la UE. Sin embargo, habría repercusiones económicas mucho más amplias, ya que los trabajadores de las industrias afectadas serían despedidos, sus ingresos y su poder adquisitivo se desplomarían, y EE.UU. y la UE podrían imponerse nuevas rondas de aranceles. ING afirmó que, por ahora, es ‘imposible’ cuantificar el colapso económico que provocará el ‘tsunami arancelario’.
Los analistas financieros están expresando su preocupación por las exportaciones alemanas de automóviles, ya que se espera que los aranceles las excluyan en gran medida del mercado estadounidense. ‘Los aranceles a las exportaciones de automóviles representan un gran desafío para la economía alemana’, declaró Daniel Parker, de Capital Economics. ‘Es probable que Stuttgart, la Alta Baviera y la región de Braunschweig, que incluye Wolfsburgo, sufran los impactos más pronunciados’. Las plantas de automóviles y los proveedores de piezas en Alemania y en toda Europa, especialmente en Eslovaquia, Hungría y Austria, también se verían gravemente afectados.
Los funcionarios de la UE, junto con amplios sectores de la clase política y empresarial europea, instan a Trump a que reflexione y conceda un acuerdo que concilie los intereses de Estados Unidos y Europa.
El presidente del Consejo de la UE y ex primer ministro portugués, António Costa, declaró a Euronews:
Las relaciones comerciales [EE.UU.-UE] representan el 30 por ciento del comercio mundial [y] el 40 por ciento del PIB mundial, por lo que no solo afectará a Europa y Estados Unidos, sino a todos. Es un grave error. Debemos responder con firmeza, pero también con inteligencia. Esto significa alcanzar una solución negociada… en beneficio común de Estados Unidos y Europa.
Sin embargo, cualesquiera que sean los acuerdos que la UE alcance con Trump, no restaurarán la alianza entre EE.UU. y Europa ni el equilibrio económico que existía en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. No solo chocan los intereses imperialistas de EE.UU. y Europa, sino que las medidas de guerra comercial intensificarán enormemente las dificultades económicas que enfrentan los trabajadores a ambos lados del Atlántico.
La política exterior de la administración Trump es indudablemente hostil a Europa. Más allá de sus aranceles, amenaza con arrebatarle Groenlandia a Dinamarca y pretende saquear cientos de miles de millones de dólares en recursos minerales ucranianos que la UE también esperaba confiscar en la guerra entre Ucrania y Rusia. Sin embargo, el conflicto entre EE.UU. y la UE no se deriva simplemente de la mentalidad del presidente de extrema derecha estadounidense, sino de contradicciones interimperialistas objetivamente arraigadas entre Estados Unidos y Europa.
La guerra comercial de Trump marca un estallido de tensiones entre EE.UU. y Europa que en dos ocasiones durante el siglo XX desembocaron en guerras mundiales. Su guerra comercial busca abordar el declive económico relativo de Estados Unidos, reduciendo sus crecientes déficits presupuestarios y comerciales, a la vez que defiende el dominio militar estadounidense mediante la consolidación de las cadenas de suministro militares estadounidenses. Las potencias de la UE, por su parte, llevan casi una década debatiendo cómo consolidar su industria y construir fuerzas militares europeas que, en última instancia, rivalicen con las de Estados Unidos.
Mientras los gobiernos de ambas orillas del Atlántico se preparan formalmente para las negociaciones, aumentan las declaraciones hostiles de ambas partes. Ayer, el ministro de Economía alemán en funciones, Robert Habeck, denunció los aranceles de Trump, comparándolos con la invasión rusa de Ucrania, a la que la UE se opuso militarmente. Afirmó que los aranceles evocan ‘el comienzo de nuestra era en el poder, especialmente con la guerra de agresión contra Ucrania y la amenazante situación con el gas natural’. Ayer, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, se reunió con los ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN en Bruselas, quienes acordaron el objetivo de gastar el 5 por ciento del PIB en el ejército, lo que requeriría brutales ataques sociales contra los trabajadores europeos. Sin embargo, funcionarios estadounidenses, según se informa, se opusieron a los planes de la UE de fortalecer su industria de defensa con un paquete de rearme de 800.000 millones de euros, bloqueando las compras de sistemas de armas estadounidenses por parte de la UE. Diplomáticos europeos exigieron ser consultados sobre los planes de Estados Unidos de trasladar sistemas de armas de Europa al Pacífico para atacar a China.
El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, viajó a China la semana pasada para estrechar lazos con Beijing en materia de política comercial. Solicitó a su homólogo chino, Wang Yi, que ayudara a levantar los aranceles que China impuso a las bebidas alcohólicas francesas después de que Francia votara a favor de los aranceles de la UE a los vehículos eléctricos chinos, y que presionara a Moscú para que incluyera a las potencias de la UE en las negociaciones con Ucrania. Wang abogó por el ‘multilateralismo sobre el unilateralismo’ en los asuntos internacionales, mientras que Barrot afirmó que ‘varios principios fundamentales, en particular los del multilateralismo, se están viendo afectados’. Mientras se intensifican los conflictos entre las potencias imperialistas, los trabajadores de ambas orillas del Atlántico se enfrentan a perspectivas similares de crecientes ataques a sus derechos sociales y democráticos fundamentales. La primera etapa de la guerra comercial amenaza a los trabajadores estadounidenses con devastadores aumentos de precios y despidos, mientras que los trabajadores europeos se enfrentan a una gran pérdida de empleos. La UE estima que 5 millones de empleos en Europa dependen de las exportaciones a Estados Unidos, mientras que 2,4 millones en Estados Unidos dependen de las exportaciones a Europa.
La guerra comercial enfrenta a la clase trabajadora a la incompatibilidad fundamental de la vida económica moderna y las fuerzas productivas globalizadas con el sistema capitalista de los Estados-nación. Ante la inminente embestida social y económica, es crucial rechazar los intentos de la burguesía de dividir a la clase trabajadora por nacionalidades, presionando a los trabajadores para que apoyen las políticas de guerra comercial de su propio gobierno capitalista.
Surgirán explosivas luchas de clase a medida que los trabajadores se opongan a los ataques sociales derivados de la guerra comercial y la militarización. La cuestión crítica es unificar estas luchas a través de las fronteras nacionales, en particular, uniendo a los trabajadores estadounidenses y europeos en una lucha socialista de la clase trabajadora para tomar el control de la producción económica de las manos de las oligarquías capitalistas rivales y en cambio subordinarla a las necesidades sociales, no al beneficio privado.