Se trata de la tercera edición de este trabajo de investigación y sistematización de información sobre la problemática de los residuos de agrotóxicos en los alimentos, que por primera vez vincula esos datos con las recomendaciones de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA), dirigidas por el Ministerio de Salud de la Nación y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
A diferencia de las ediciones anteriores, “en este informe hay un análisis un poco más profundo en cuanto a la parte alimentaria: armamos un menú estándar, calculamos cuántos miligramos de agrotóxicos consumiría una persona por día y nos dio 36 miligramos por cada kilo de alimentos”, afirma la licenciada en nutrición Glenda Mangia, Coordinadora del área de alimentación y agroecología de CAUCE y una de las autoras de este informe, que para desarrollar ese análisis contrastó lo que el Ministerio de Salud recomienda consumir por día con lo que realmente se consume.
Para llevar adelante este trabajo, ambas organizaciones solicitaron datos al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), que por primera vez incluyó información sobre cada muestra que se tomó, así como la región y localidad de procedencia de las muestras cuyos resultados fueron positivos, “lo que nos permitió elaborar un mapa que permite visibilizar claramente la situación de casi todo el territorio nacional”, afirma Mangia, y agrega que uno de los objetivos de este trabajo es que cualquier persona pueda acceder a esa información.
“El problema es que cuando analizamos los controles y chequeamos que estén bien hechos, no nos dan los mismos resultados, encontramos incongruencias, mucha permisibilidad en algunos criterios y un montón de cuestiones que son muy distintos nuestros resultados a los de ellos”, cuestiona Mangia.
SENASA es el organismo responsable de planificar, organizar y ejecutar programas que reglamenten la producción de origen animal y vegetal, que todos los años realiza controles para analizar la presencia de residuos químicos y detectar si superan o no los límites permitidos. Esa información es pública pero en general suele ser muy técnica y no es comprensible para la mayoría de la población, por eso este tipo de análisis ayudan a hacerla más accesible.
Una vez que obtuvieron y analizaron los datos, correspondientes a muestras de alimentos tomadas entre 2020 y 2022, los especialistas de ambas organizaciones sistematizaron las 6417 detecciones y encontraron la presencia de residuos de 83 principios activos de químicos en 43 alimentos de consumo habitual. Por ejemplo, las manzanas: en una sola de ellas, SENASA detectó 11 agrotóxicos, y en los 521 controles sobre manzanas que se realizaron en todo el país durante ese período de tiempo, se detectaron en total 31 químicos diferentes. Junto a la manzana, los alimentos con mayor presencia de agrotóxicos fueron la pera (34), la naranja (30), la banana (30), el tomate (29), la uva (27), la palta (26), la mandarina (25), el limón (24) y el pimiento (23).
Fuente: Informe «El Plato Fumigado 2024», elaborado por las organizaciones Naturaleza de derechos y Fundación CAUCE: Cultura Ambiental-Causa Ecologista.
“Comparamos los datos que nos dio SENASA con la normativa, vimos si superaban o no el límite establecido y, a partir de eso, volvimos a determinar cuántos superaban el límite y cuántos no, y ahí es adonde encontramos diferencias con los resultados”, advierte Mangia, y aclara que, por ejemplo, una de esas incongruencias se produce en casos en los que aparece la presencia de alguna sustancia química que no está autorizada para su uso en determinado vegetal. En esos casos, “ellos toman un valor por defecto y dicen que está por debajo de 0,01 y que está dentro del límite, cuando en realidad no tiene que aparecer, porque no está autorizado para su uso”, explica.
Otro de los datos que se desprende de este informe es que entre los químicos detectados, la mayoría (el 76%) son alteradores hormonales, es decir que actúan como hormonas pero no lo son, lo que puede generar desequilibrios como alteraciones de la glándula tiroides. Además, el 49% son mutagénicos o cancerígenos, que tienen la capacidad de generar células tumorales y desarrollar cáncer de mama o de próstata, por ejemplo, y el 19% son inhibidores de la colesterasa, es decir que actúan sobre el sistema nervioso central, lo que puede afectar la motricidad y generar atrofia muscular, entre otras cuestiones.
“Pudimos detectar que acá estamos utilizando muchas sustancias que en la Unión Europea ya están prohibidas. Tendríamos que avanzar en la urgente prohibición de determinadas sustancias y volver a evaluar la toxicidad de otras, así como los limites de uso, porque nos daba que son las tres cosas: cancerígenas, alteradoras hormonales y neurotóxicas”, dice Mangia y agrega que, en paralelo, el informe también ofrece pruebas concretas para dialogar con tomadores de decisión y pensar políticas públicas que apoyen otros modelos productivos, como la agroecología.
“Es necesario que haya realmente una transición, que podamos capacitar y asesorar a productores para que transicionen a la agroecología, como lo hacemos desde CAUCE. Todo eso lleva tiempo y no es de un día para el otro, pero mientras que el Estado no apoye otro modelo productivo, nosotros como consumidores vamos a seguir consumiendo lo que nos está llegando al plato ahora”, explica Mangia. Y concluye: “Es importante llevar tranquilidad y saber que, de forma paciente, con el tiempo de cada uno y con decisiones informadas a partir de esto, realmente se pueden ir haciendo pequeños cambios graduales en nuestra vida cotidiana para poder acercarnos a una alimentación o a una calidad de vida lo mejor posible. También, desde lo colectivo, implica unirse a otros para luchar por estos cambios que queremos en nuestro sistema productivo”.
Con información de la Agencia TSS